Dominio público

Omertà

Ana Pardo de Vera

La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida. EFE, Zipi
La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida. EFE, Zipi

Fiscales, periodistas, politicos/as de la oposición ... La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha emprendido una ofensiva sin vuelta atrás contra todos ellos para tapar los delitos de fraude fiscal admitidos por su pareja, Alberto González, así como otras irregularidades que pudiera haber cometido en la reforma de un dos pisos para hacer un dúplex y en donde vive la propia Ayuso. Para este ataque, además de una contraofensiva judicial de González Amador contra quienes le denuncian o desmienten, la jefa del Ejecutivo madrileño ha puesto a su equipo de Gobierno y del partido a disposición de la ocultación de esta causa presuntamente delictiva y, sin duda, bochornosamente inmoral: la pareja de Ayuso se dedicó a cobrar suculentas comisiones en los primeros momentos de la pandemia y, no contenta con los millones de euros obtenidos, trató de defraudar a Hacienda con facturas falsas para ahorrarse una parte importante de la carga impositiva correspondiente a las ganancias. No hay por dónde cogerlo.

La onda expansiva de los chanchullos de González Amador ha entrado de lleno en el Ayuntamiento de Madrid y alcanzado al alcade Jose Luis Martínez-Almeida, que lejos de tomar distancia y amedrentarse con la vergonzosa situación de la pareja de Ayuso y los descaradas y falsas justificaciones de ésta, se ha aliado con la presidenta de su partido en Madrid para ayudarla en su misión, ocultando las irregularidades de la reforma del piso donde vive la líder del PP madrileño. Seguramente, Almeida no ha olvidado cómo, hace poco más de dos años, estuvo a punto de ser enviado a las galeras del despecho del PP, como Pablo Casado, cuando colaboró con éste en una cutre-trama de espionaje desde el Ayuntamiento de la capital a la familia Ayuso y alrededores, durante una guerra abierta entre el PP nacional y la todopoderosa presidenta madrileña, que aspiraba (y consiguió) a liderar el partido en la Comunidad de Madrid.

Pese a las comisiones probadamente cobradas por su hermano Tomás durante la pandemia, Ayuso ganó la guerra y Casado, que lo denunció y probó todo públicamente, fue el que salió de la sede de la calle Génova por la puerta pequeña y con su equipo más cercano y el propio Almeida renegando de él ante el nuevo líder, Alberto Núñez Feijóo, como San Pedro negó a un Jesucristo torturado y clavado en la cruz. No consta, no obstante y pasado todo este tiempo, arrepentimiento alguno por parte de estos renegados/as, como sí se dio en el primer Papa de Roma y así lo cuenta la tradición católica de la que son tan devotos en el PP.

Los hechos, sin embargo, desmentirían esta devoción, pues parece que en el Partido Popular no son de arrepentimientos bíblicos, sino más bien de leyes del silencio, de omertà y protección incondicional del compañero/a, siempre que ostente el poder. El Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM), en una pirueta nunca vista, dio a conocer este martes su petición de que se investigue quién de la Fiscalía dio indicaciones de desmentir públicamente la información publicada por El Mundo y en la que se daba a entender que era la Fiscalía quien habría ofrecido un pacto a la pareja de Ayuso y no al revés, como aclaró aquella que era la realidad en una nota. El TSJM ha citado, asimismo, a varios periodistas que informaron sobre el desmentido de la Fiscalía, pero a ninguno de El Mundo, de forma que el Tribunal señala así a quienes expusieron la verdad sobre el intento de negociación de González Amador con la Fiscalía, mientras ignora a quienes la falsearon. Nada nuevo, que ya lo decía Mario Puzo en El Padrino (1969): "Hay cosas que deben hacerse y se hacen, pero nunca se habla de ellas. Uno no trata de justificarlas; no pueden ser justificadas. Se hacen, simplemente. Y luego se olvidan". En eso andan en la Puerta del Sol. Veremos.


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