Dominio público

La extrema derecha es parte de los valores europeos

Miquel Ramos

Viktor Orban y Giorgia Meloni. Imagen de archivo. Europa Press
Viktor Orban y Giorgia Meloni. Imagen de archivo. Europa Press

 

A pocos días de las elecciones europeas, todas las encuestas dan un auge sin precedentes a las extremas derechas. Hace años que ha tocado poder en varios países de la UE, que gobierna en no pocas autonomías y ayuntamientos en España, y que ha conquistado países en otros continentes, como los EEUU, Argentina, India o Brasil.

La extrema derecha posfascista ya no es solo un nostálgico desfilando en fechas señaladas, ni un anecdótico Jean-Marie Le Pen protagonizando un escándalo negando el Holocausto. Hoy, ni siquiera eso escandalizaría. Las extremas derechas hace tiempo que están instaladas en Europa, que toman decisiones que afectan a nuestras vidas. Y ahora podrían decidir todavía más las políticas comunes de la Unión Europea si logran alcanzar el éxito que las encuestas auguran.

Cunde cierto pánico, y no es para menos. Las extremas derechas, más fuertes y más conscientes de su poder que nunca, vienen con una lista de derechos a eliminar, y estos trascienden a los habituales chivos expiatorios de los que, falsamente, muchos se sentían lejos. Primero contra las personas migrantes, contra las musulmanas. Contra las mujeres que abortan. Contra las que feministas. Contra las políticas de igualdad. Contra los servicios públicos. Contra los periodistas no afines. Contra todo el que consideren un obstáculo.

Los derechos conquistados en el seno de los países de la Unión no son concesiones, ni siquiera fruto de una identidad común, ni representan ‘los valores europeos’ como dicen algunos. Se ganaron gracias a las luchas sociales mil veces perseguidas y reprimidas en el seno de esa misma UE. Hoy, muchos de estos derechos están amenazados por la extrema derecha, es cierto, pero cuando se prescinda de ellos, la Unión Europea no dejará de serlo.

¿Qué son los valores europeos, entonces? Porque la extrema derecha también apoya las leyes migratorias, el creciente militarismo y el autoritarismo que han llevado a cabo los que hoy azuzan el miedo a los ultras. Todos son parte de este proyecto común. La diferencia es que hoy, la derecha, les ha abierto las puertas para gobernar juntos.

Europa defiende que su supervivencia pasa por la militarización y la guerra. Por incrementar el gasto en armas, blindar todavía más las fronteras y controlar cada vez más a la disidencia. Hay que proteger ese jardín europeo del que hablaba Josep Borrell en esa metáfora supremacista, que se ha mantenido a flote gracias al orden colonial y capitalista que todos, desde los socialdemócratas hasta los ultras, defienden sin excepción.

La Unión Europea no es ningún antídoto contra la extrema derecha. Más bien ha sido su cuna, su sustento y la responsable de su madurez, hasta el punto de que hoy está a punto de conquistarla. La Unión es un proyecto económico y político, una fortaleza blindada. Que haya dado bienestar y derechos a una parte de su población no le exime de responsabilidad en lo que venga.

Es hipócrita e irresponsable presentar a la extrema derecha como si fuese una amenaza ajena a la UE, cuando las políticas que se han llevado a cabo hasta ahora no han hecho más que allanarle el camino. Quienes han gobernado no han sido capaces de dar respuestas a los problemas de la clase trabajadora, que sigue encontrando serias dificultades para alcanzar una vida digna. Y ante esto, la extrema derecha ofrece lugares seguros como la patria, la familia o la raza, aprovechando que el viento sopla a su favor, y que tan solo es cuestión de tiempo. El trabajo lo están haciendo otros.

De la normalización de sus ideas son todos responsables cuando defienden esa fortaleza que siembra de muertos el Mediterráneo. Que paga a milicias y gobiernos norteafricanos para que encarcelen o abandonen en el desierto a quienes tratan de llegar a Europa. Que protege y financia el régimen de apartheid y el genocidio que lleva a cabo Israel en Palestina. O que sigue sustentándose económicamente en políticas colonialistas, guerras imperialistas y medidas represivas de puertas hacia adentro que controlan y reprimen cada vez más a las disidencias. Esto también forma parte de los valores europeos, nos guste o no.

Sé que para algunos es fea e incluso injusta o parcial esta mirada de Europa, pero hay que ser honestos si queremos entender cómo la extrema derecha ha alcanzado estas cotas de poder, y qué responsabilidad tiene cada uno en esto.

Porque la UE no es más que una carcasa vacía, un recipiente que se va llenando de contenido progresivamente con los ingredientes que la historia va depositando en ella. El colonialismo, el fascismo, el nazismo y el Holocausto forman parte también de la historia de Europa. Así que, Europa no es en sí misma nada, ni existen valores europeos que nos definan.

Hay vida y posibilidad de cambio más allá de las instituciones, lo sabemos, y estamos en un momento de transición global, de incertidumbres, que exigen muchas reflexiones y una respuesta de izquierdas a la altura.

Yo el domingo votaré porque no quiero que las cosas vayan a peor nunca, pero respeto a quien no lo haga por no creer en lo institucional o por el desolador y triste espectáculo que están dando las izquierdas desde hace tiempo. Pero lo que salga el domingo de las urnas afectará a millones de personas, voten o no. Y pase lo que pase, más nos vale revisar qué se ha hecho mal hasta ahora y corregirlo, en vez de salir corriendo cuando la bestia que hemos engendrado nos mira a los ojos.

 

 

 

 

 

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