Dominio público

La LGTBIQ+fobia o un enorme elefante en la habitación del fútbol femenino

Arantxa López Sánchez

Activista transfeminista y futbolera

La exfutbolista Megan Rapinoe.- Jamie Smed
La exfutbolista Megan Rapinoe.- Jamie Smed

En los últimos meses, se ha empezado a visibilizar la discriminación estructural, los abusos y las violencias machistas en el fútbol femenino; ahora bien, dentro de estas violencias no puedo dejar de pensar en las ausencias, es decir, en aquellos aspectos invisibilizados que son cruciales para poder comprender la complejidad de la situación: son los elefantes que están presentes en la habitación mirándonos y a los que no se les devuelve la mirada, y uno de ellos es la LGTBIQ+fobia que subyace a la discriminación y a las violencias que enfrentan las futbolistas 

Pero, antes de empezar y para situarnos, pongamos un ejemplo de a qué nos referimos cuando hablamos de LGTBIQ+fobia: imagínate que eres una futbolista adolescente de unos 16-17 años que es convocada a la selección española sub-17 femenina de fútbol, y luego imagínate que cuando llegas a la concentración una de las primeras cosas que te dice tu entrenador, así de repente y a cuento de nada, es "quiero erradicar el lesbianismo y los malos hábitos". Esto, tan solo un ejemplo de muchos, le ocurrió a Vicky Losada cuando llegó a la selección entrenada por el aquel entonces seleccionador Ignacio Quereda. 

Un elefante en la habitación 

Recuerdo que, cuando vi la Eurocopa Femenina de Inglaterra en 2022, algo que me llamó poderosamente la atención fue la enorme diferencia entre el fútbol que siempre había practicado, con una rica y compleja diversidad en cuanto a los cuerpos y expresiones de género, frente a la homogeneidad visible en todas las selecciones femeninas europeas del torneo. En este punto, y de manera muy esquemática, cabe señalar que con "expresión de género" me refiero a la representación externa de nuestro género mediante elementos como la forma de hablar y expresarnos o nuestra apariencia, entre otros, así como que, si bien la sociedad habla de dos géneros, la realidad es mucho más diversa.  

Entonces, volviendo a la Eurocopa, fue un poco como ver una imagen que no se correspondía en absoluto con las que había experimentado y visto toda mi vida; pero sobre todo recuerdo pensar que esa no diversidad era forzada o provocada, y que era tan necesario como urgente hablar de ello porque, para generar un cambio de esa magnitud en los cuerpos y en los comportamientos, el nivel de discriminación y violencia debía de ser enorme, cotidiano en el sentido de suceder en el día a día, y debía de estar muy extendido: desde las categorías profesionales inferiores hasta los equipos amateur de colegios, barrios o pueblos. Y en este momento os preguntaréis: a) pero ¿qué exageración estás diciendo?, en cuyo caso, sigue leyendo; b) pero ¿esto de dónde viene, cómo, por qué y qué escándalo?, en cuyo caso sigue también leyendo. 


Los deportes y, en especial, los más masculinizados como el fútbol están directamente asociados al hecho de que las atletas que los juegan son lesbianas y los estereotipos asociados a ello se utilizan constantemente para reforzar la desigualdad y la discriminación. En realidad, al principio, el fútbol estaba vetado para quien no fuera un "hombre blanco heterosexual", pero cuando ese espacio ya no se podía controlar, básicamente porque el resto de sujetos nos fuimos colando por las grietas de este terreno luchando contra viento y marea, se hizo necesario establecer unas nuevas reglas del juego mediante el control de los cuerpos (por ejemplo, a través los test de verificación del género o sexo efectuados solamente en competiciones femeninas) y el control del género o, en otras palabras: si juegas, que sea dentro de la heteronormatividad dominante —esa idea de que lo normal es la heterosexualidad— y en el marco de la feminidad obligatoria —o ese pequeño cajón de "cómo debe ser una mujer" en el que una gran mayoría no entra—. Ahora bien, para controlar algo de manera efectiva, se deben establecer una serie de mecanismos de control y una serie de represalias para quien ose saltarse las reglas.  

Insultos y acoso normalizados 

Como esto puede parecer un poco abstracto, especialmente para quien no lo vive, se puede ilustrar esta idea con algunos ejemplos de acoso, insultos y discriminación que han recibido las futbolistas. Dentro de las propias estructuras del fútbol profesional, podemos citar casos denunciados y públicos, pero que se obvian, como los "quiero erradicar el lesbianismo y los malos hábitos", ya citado, o el "a ti lo que te hace falta es un buen macho" de Ignacio Quereda, seleccionador español en ese momento, a Vicky Losada y Vero Boquete; en EEUU, el "[ellas] son solo un puñado de lesbianas", del entonces directivo Andy Carroll, o el "está demasiado buena para ser lesbiana", del entrenador Paul Riley, entre otras perlas denunciadas por varias futbolistas de la liga estadounidense; en Colombia, el "[refiriéndose al equipo femenino del Deportes Tolima] es un caldo de lesbianismo tremendo", dicho públicamente por el entonces dueño del Deportes Tolima Gabriel Camargo; o, en Italia, el "basta ya de dar dinero a cuatro lesbianas", dicho en un encuentro público por el que era en ese momento máximo responsable del fútbol no profesional italiano, Felice Belloli.  

Y, por supuesto, si esta situación está tan extendida a nivel profesional, esta se reproduce mientras se baja en la estructura hasta el deporte base, tal y como se refleja en el informe de la ILGA de 2021, LBTI women in sport: violence, discrimination, and lived experiences. Por tanto, en la propia estructura del fútbol, se controla con violencia —porque los insultos, el acoso y la discriminación son formas de violencia— para que ellas, y nunca elles, sean heterosexuales, atractivas a los ojos de y tengan una apariencia femenina, y a esto nos referimos cuando hablamos de mantener el binarismo de género: ellos deben ser fuertes y poderosos; ellas, atractivas, heterosexuales y objeto de deseo de ellos.  


Asimismo, desde fuera o por la parte de los "fans" o espectadores, según un informe de la FIFA de diciembre del 2023 en el que se analizaba el abuso online (en concreto amenazas de violencia, especialmente sexual, comentarios racistas y homófobos) recibido por las futbolistas en el Mundial de Australia y Nueva Zelanda de 2023, estas eran un 29 % más proclives a recibir acoso en redes que los hombres. De este informe, es muy interesante también destacar que las dos futbolistas que fueron objetivo de más ataques fueron Megan Rapinoe, de EE. UU., y Yamila Rodríguez, de Argentina, ambas abiertamente lesbianas y con una expresión de género disidente, es decir, no alineada con el ideal —irreal— de feminidad. Y, en el deporte base, el informe de la ILGA también refleja que los discursos de odio y el acoso forman parte de la realidad cotidiana a la que se enfrenta constantemente la comunidad LGTBIQ+ cuando juega (jugamos), desafortunadamente, en cualquier lugar.  

Pero, además, es importante destacar que todas estas represalias no solo se dan tras romper con esa idea de feminidad, sino también antes de que se rompa para dar ejemplo, no vaya a ser que a alguien se le ocurra semejante "transgresión". 

Control, control, control  

Asimismo, la orientación sexual de las futbolistas está constantemente en el foco y son abundantes los ejemplos en los que directivos o entrenadores intentan interferir, controlar, fiscalizar e, incluso, amenazar a las jugadoras. Así, las futbolistas de la selección de Eslovenia en una carta-denuncia abierta dirigida a la Asociación de Fútbol de su país, en julio de 2023, indicaban que sus asuntos personales y su orientación sexual se habían convertido en un objetivo de su staff, que intentaba averiguar continuamente quién estaba con quién y añadían: "El equipo técnico también interfiere en nuestras vidas personales, incluyendo la elección de nuestras parejas, lo que lleva a comentarios inapropiados, homófobos e incluso racistas". Por otra parte, la exfutbolista venezolana del Atlético de Madrid Deyna Castellanos denunció que, en su selección nacional, "las jugadoras de la comunidad LGTBI eran constantemente cuestionadas por su orientación sexual" y eran amenazadas con sacarlas del armario ante su familia "si no tenían disciplina o rendían como deberían". En Nigeria, James Peters, exasistente técnico de la Federación de Fútbol de ese país, afirmó que se echaba a jugadoras de la selección "porque son lesbianas". Y, si miramos a España y solo al contexto de la selección, se podría interpretar como dentro de esta lógica el control excesivo sobre la vida privada de las futbolistas efectuado por los exseleccionadores Ignacio Quereda y Jorge Vilda, quien en las concentraciones las obligaba a dejar las puertas de las habitaciones abiertas hasta las 12 de la noche para chequear que estaban allí, controlaba sus movimientos y quién se iba con quién en su tiempo libre e, incluso, registraba sus bolsas después de ir de compras.  


Por tanto, todos los cuerpos o comportamientos estarán bajo sospecha, y más aún aquellos que se salgan del cajoncito de la feminidad establecida. Y aquí es preciso preguntarse: ¿cómo no intentar actuar y aparentar ser de una forma que te evite problemas, más a como el sistema quiere que seas, para minimizar —porque no se evita— todo esto? En este sentido, según la ILGA en el informe citado, muchas deportistas, al incorporarse a las prácticas deportivas "terminan autocontrolándose (o autorregulándose), con frecuencia de formas que no son claras o aparentes incluso para ellas".  

Ahora bien, aun así, ese ideal de feminidad es tan irreal que el foco sigue estando en los cuerpos de las futbolistas. Es por ello que, en denuncias públicas como la de las futbolistas de EEUU en 2021, la de las futbolistas venezolanas, eslovenas, españolas, etc., otro elemento constante son los insultos y las humillaciones dirigidos a los cuerpos de las futbolistas, lo que se conoce como body-shaming; baste citar a modo de ejemplo el maltrato psicológico realizado por Ignacio Quereda a las futbolistas durante 27 años con sus "a ver si te cuidas, que estás gorda", "vaya plaza de toros que tienes" y un largo etcétera de "vejaciones", tal y como se refleja en el libro de Danae Boronat o como expresa la futbolista Melanie Serrano en el programa de YouTube Quiero ser como: "Había niñas que habían llegado por ejemplo a tener anorexia por culpa de sus comentarios, y eran jugadoras muy buenas y estaban muy bien y con su machaque psicológico llegó a destruirlas, a no ser ellas, a crear una enfermedad que no existía".  

El fútbol como espacio de seguridad LGBTIQ+  

Paradójicamente, el fútbol femenino tiene una imagen de ser un espacio LGTBIQ+friendly, con muchas jugadoras abiertamente queer, así como una base de fans LGTBIQ+ muy amplia. Es más, para la comunidad queer el fútbol ha funcionado muchas veces como un espacio de seguridad, de comunidad, en el que poder ser, desarrollarse y crear lazos. Como ejemplo, el que sea probablemente el primer club abiertamente LBQ en Europa, el Hackney Women's Football Club, fundado en el este de Londres en 1986 y cuyas futbolistas tuvieron que afrontar muy duramente la homofobia social, pero que al mismo tiempo funcionaba como un espacio de seguridad incluso para quienes habían sido expulsadas de sus familias solamente por ser ellas. Pero este espacio inclusivo, diverso y de seguridad no se ha dado solo en equipos que se definían públicamente como queers, sino allá donde hubiese un balón en juego, y diversión, y disfrute. Y en este punto merece la pena señalar que a lo mejor es que el fútbol femenino se convierte en un espacio de discriminación y violencias cuando forma parte de una estructura deportiva controlada por hombres heterosexuales, cuando es una estructura patriarcal, mientras que es un espacio de seguridad y disfrute cuando nace fuera de ella y en los márgenes. Probablemente la cosa no sea tan simple porque nunca lo es, pero está bastante claro que algo, o más bien mucho, falla cuando miramos a las estructuras futbolísticas existentes. 

Las denuncias públicas de numerosas jugadoras estadounidenses en 2021, de las venezolanas en el mismo año, de las eslovenas en 2023, de las futbolistas de la selección española en 1996, en 2015, en 2022 y en 2023, de las jugadoras del Dépor femenino en la temporada 2021/2022 o de varias jugadoras del Alhama CF El Pozo en 2023... Si una superficial búsqueda en la web basta para vislumbrar la punta de un iceberg que es demasiado grande, imaginad lo que encontrarían los poderes públicos —los cuales, por cierto, están obligados a garantizar la igualdad efectiva de todas y todes, ahí lo dejo— si hicieran un diagnóstico completo y detallado de la situación. Porque ningún cambio será posible sin realizar un diagnóstico en el que se miren a todos los elefantes que estén en la habitación, sin poner el foco en la LGTBIQ+fobia, pero también en el racismo o en el capacitismo. Porque la realidad es que somos diversas y diverses, pero sobre todo que deberíamos poder ser como somos, como queramos ser, sin afrontar ni temer a las represalias, a las que hemos sufrido o a las que sabemos demasiado bien que se pueden sufrir. No queremos un fútbol que sea como el masculino, queremos un deporte inclusivo, basado en la igualdad, la deportividad y en una competitividad sana, un fútbol libre de violencias machistas, LGTBIQ+fóbicas, racistas y capacitistas. Porque las canchas también son nuestras.  

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