Dominio público

Cambiarlo todo, empezando por nosotros mismos

Carlos Entenza y Ángel Muelas

Codirectores de 'Ideas en Guerra'

La Puerta del Sol de Madrid en el 15 M. Imagen de archivo. Reuters.
La Puerta del Sol de Madrid en el 15 M. Imagen de archivo. Reuters.

Después de este último ciclo político y electoral, culminado con el fiasco de las elecciones europeas y a la espera de una posible repetición electoral en Cataluña, se ha abierto un intenso debate sobre "el futuro de la izquierda". Durante estas semanas, diversas voces han expuesto sus ideas sobre la necesidad de reconstruir un proyecto que hace apenas tres meses tuvo su primera Asamblea fundacional. Sin embargo, esta crisis va más allá de un partido, una coalición, una candidata o incluso una estrategia; afecta a todo el espacio progresista, y para frenarla es necesario ampliar la mirada.

Para entender cómo la ilusión de todo un espacio político ha dado paso a la apatía y desafección en apenas unos meses, es necesario analizar los errores cometidos y encontrar formas de superarlos. Solo así "la izquierda" podría recomponerse y continuar teniendo, al menos, una oportunidad para ser políticamente relevante en el futuro.

El Partido-Ministerio y otros males de la nueva política

La "nueva política", que intentó canalizar institucionalmente las demandas del 15M, ha transformado significativamente la forma de entender y participar en política. Debido a su origen impugnador y su rechazo a las formas de organización política tradicionales, Podemos y, posteriormente, todas las formaciones que se han visto influidas por ésta, incluida hoy Sumar, han articulado una forma superficial y "líquida" de participar en el interior de los partidos. Han sustituido la militancia política por los inscritos e inscritas y las asambleas en núcleos y agrupaciones por votaciones online para refrendar a la dirección. En este nuevo modelo, más vacío, más electoralista y sumamente digital, el compromiso político se muestra a través de likes, sorteos y, a veces tristemente también, de campañas de derribo al compañero de enfrente. Esto no supone solamente un problema porque reduce "el sujeto político" a un mero espectador, sino que elimina la (de por sí poca) democracia que habitaba el seno de los partidos.

Otro de los errores heredados de la no tan nueva política es la construcción de "hiperliderazgos" como la estrategia más eficaz a la hora de competir electoralmente. Sumar trató de transformar la buena imagen que Yolanda Díaz había construido desde el Ministerio de Trabajo en capital electoral. Sin embargo, las inercias del palacio permitieron que floreciera una dinámica funcionarial e individualista, hermética, sin transparencia y sin participación democrática. Un Partido-Ministerio, en el que la toma de decisiones estratégicas se limita a un reducido grupo de notables, expertos y preparados asesores.

El "Frente Amplio" ¿Desde abajo o desde arriba?

La reconfiguración del espacio político de Unidas Podemos tenía dos vocaciones igualmente importantes. Una primera vocación electoral, por la cual era necesario poner fin a la paulatina sangría de votos que sufría con cada convocatoria electoral; y otra vocación afectiva, frenteamplista, de unir bajo una misma marca diferentes sensibilidades, tradiciones políticas, organizaciones y ciudadanos que o bien se habían ido escindiendo y alejando paulatinamente del espacio, o nunca habían llegado a participar en él.

Ninguna de estas dos vocaciones se han podido llegar a cumplir. Para empezar, Sumar se ha constituido como un "Frente Amplio" desde arriba, donde lo electoral, es decir, concurrir bajo el liderazgo de la vicepresidenta segunda y tratar de evitar la penalización del sistema ante la tradicional dispersión del voto a la izquierda del PSOE, eran los únicos incentivos reales de la unidad. Solo bajo este marco, primando más la necesidad de hacer frente a un ciclo electoral intenso que la vocación afectiva, de cerrar heridas, se entienden todas las decisiones rápidas y precipitadas que se han ido tomando los últimos meses.

En contraposición, cuando hablamos de construir un frente amplio desde abajo, nos referimos a la capacidad de atraer a personas y entidades conectadas con los movimientos sociales y la sociedad civil, y no sólo a perfiles de expertos o cabezas visibles de estas organizaciones. Este tipo de amplitud sincera y en pie de igualdad, que logra conectar con la base social, ha faltado también en el proyecto de Sumar. No se ha conseguido interpelar a la gente fuera de los partidos, pero además tampoco se ha conseguido que las militancias de los partidos que conforman la coalición trabajen unidas. De este modo, tras la salida de Podemos del grupo parlamentario y presentarse con los únicos apoyos de Izquierda Unida y Verdes-Equo en Galicia y Euskadi, la idea de formar un "Frente Amplio" parece fracasar.

Quizás teniendo en cuenta los errores y aprendizajes extraídos de las diferentes experiencias de la izquierda transformadora española en los últimos años, el primer paso sea comenzar a ser honestos con nosotros mismos y reconocer que solo nos unimos cuando nos necesitamos. De esa verdad puede surgir la ambición suficiente para construir una alternativa política original, que innove en lugar de replicar esquemas del pasado y que pueda así hacer frente a los retos de nuestro tiempo.

Este problema no es único de nuestro país. En Francia, las fuerzas progresistas han replicado esta fórmula frenteamplista "desde arriba" bajo el nombre de Nuevo Frente Popular, evidenciando simbólicamente que la izquierda enfrenta serias dificultades para imaginar nuevas formas de organización más allá de las que surgieron a principios del siglo XX. A pesar de los esfuerzos y los buenos resultados en las recientes elecciones legislativas, aún está por verse si la unidad electoral será suficiente para frenar el ascenso de la extrema derecha de Marine Le Pen, que supera el 33% de los votos. Aun así, sin caer en la mitificación de la unidad o rechazarla por sistema, la necesidad de aunar fuerzas y compromisos sigue siendo el primer paso necesario e ilusionante para dar la batalla a un lado y otro de los Pirineos.

Esperando una salida

Es evidente que algo no ha ido como se preveía para el espacio de la izquierda en España. Después de esperar que las palabras "movimiento ciudadano" se llenaran por sí solas de contenido, de sentido y de gente, los partidos políticos parecen querer recuperar el protagonismo perdido. Ahora, en una nueva fase de reorganización interna y sin un ente aglutinador fuerte, será fundamental encontrar la manera de gestionar la competencia entre los partidos, evitando que la presión por obtener una mayor cuota de poder se intensifique.

Es cierto que las marcas políticas y las formas de organización interna solo despiertan interés en un reducido círculo de creyentes, pero tampoco podemos subestimar la importancia de los símbolos y los discursos a la hora de generar vínculos. Crear una nueva marca política para cada convocatoria electoral es una pésima idea, especialmente cuando a tu lado se encuentra una máquina política con más de 145 años de historia y de afectos.

Para terminar, quizás la enseñanza más clara de este último ciclo es que necesitamos de forma urgente constituir una fuerza política que no acostumbre a tenernos más ocupados intentando entender sus dinámicas internas que los deseos de la gente. Porque confluir va mucho más allá de ir juntos en una misma lista electoral. La mayoría social está ahí, el "pueblo de la coalición" está ahí; la clave es saber ser parte de ella y no solo aprender a leerla desde lejos. Para que esta tarea tenga éxito y los proyectos políticos perduren en el tiempo, se requiere paciencia y humildad. Tendremos que alejarnos de la urgencia de las convocatorias electorales, despojarnos de los egos y ambiciones personales, y enraizarnos en los espacios colectivos que ya existen y que no encuentran una herramienta política que les convenza. Tendremos que cambiarlo todo, empezando, esta vez sí, por nosotros mismos.

Más Noticias