Dominio público

Debate Trump-Harris: dos periodistas haciendo su trabajo

Diego E. Barros

Profesor de Literatura Comparada en Saint Xavier University, Chicago.

Periodistas de diferentes medios de comunicación siguen el debate presidencial entre Donald Trump y Kamala Harris organizado por ABC en Filadelfia (Pensilvania, EEUU). REUTERS/Evelyn Hockstein
Periodistas de diferentes medios de comunicación siguen el debate presidencial entre Donald Trump y Kamala Harris organizado por ABC en Filadelfia (Pensilvania, EEUU). REUTERS/Evelyn Hockstein

Bastaron dos cosas, en principio, bastante simples; pero aquí nos encontramos en pleno 2024. La primera una candidata normal, una persona plenamente funcional y con sus capacidades cognitivas intactas. Esa fue Kamala Harris, quien tras una vicepresidencia de claroscuros necesitaba una buena actuación en su primer y veremos si único debate contra Donald Trump para presentarse ante los electores como alguien capaz de ocupar el Despacho Oval a partir de enero del año que viene. Y lo hizo desde el mismo momento en el que puso un pie en el escenario montado por la generalista ABC News en el National Constitution Center de Filadelfia y sorprendió a Trump ofreciéndole un saludo, que este aceptó, y que brilló por su ausencia en el cara a cara presidencial del pasado junio, aquel que acabó por enviar a Joe Biden a los anaqueles de la historia.

La segunda, y puede que más importante, fue dos periodistas haciendo su trabajo.

Los moderadores, David Muir —en mi opinión el mejor presentador de informativos del país—; y su compañera Lindsay Davis, hicieron lo que millones de personas en todo el mundo parecen haber olvidado: la labor de la prensa no es decir que llueve, sino abrir la ventana para confirmarlo (o desmentirlo), a veces explicar por qué. También que la noticia no es que un perro muerda a una niña, sino al revés. Y por supuesto, como fue el caso, decir que el revés es una pura fabricación malintencionada: ningún inmigrante, legal o no, está comiéndose a "los perros, los gatos, las mascotas" de los estadounidenses que residen en uno de los muchos Springfield de EE.EE, esta vez en Ohio, como gritó Trump. Es esta la última historia hiperbólica, paranoica y falsa que el entorno mediático y personal del ex presidente Trump lleva días compartiendo por redes sociales y medios amigos.

Es posible que en poco tiempo nos riamos de todo esto. Incluso que algunos digan que nunca sucedió. Pero de momento aquí seguimos instalados.

He ahí la sorpresa y por tanto también la noticia para muchos. También la indignación entre las filas trumpistas que sin terminar aún el debate se lanzaron en redes sociales y platós de televisión amigos a atacar a Muir y Davis. Chris Wallace, otro veterano periodista estadounidense, ex estrella de Fox News, no precisamente liberal aunque calificado de "RINO", término con el que mundo MAGA desacredita a aquellos "republicanos solo de nombre", en sus siglas en inglés, a los que considera "traidores" o "moderados", señaló desde la CNN que el debate había sido "devastador" para los intereses del ex presidente y candidato.

Los periodista de ABC News, David Muir y Linsey Davis, encargados de moderar el debate entre Donald Trump y Kamala Harris, en Filadelfia(Pensilvania, EEUU). EFE/EPA/DEMETRIUS FREEMAN/POOL
Los periodista de ABC News, David Muir y Linsey Davis, encargados de moderar el debate entre Donald Trump y Kamala Harris, en Filadelfia(Pensilvania, EEUU). EFE/EPA/DEMETRIUS FREEMAN/POOL

No fue la única vez que los moderadores llamaron la atención a Trump por sus múltiples mentiras. En dos ocasiones más —no es verdad que la criminalidad se haya disparado en un país en el que tampoco se "ejecuta" a niños "después de nacer"— se las afearon de forma explícita. El trabajo de Muir y Davis brilló todavía más al poner en evidencia el de Jake Tapper y Dana Bash, moderadores del cara a cara del pasado junio frente a Biden. Acostumbrado Trump a que nadie lo desnude, el ex presidente basculó entre el desconcierto al enfado. Mientras, Harris no desperdiciaba ocasión para seguir metiéndole astillas entre las uñas. Sus ataques argumentales estuvieron acompañados de una cuidada gestualidad que interpelaba al espectador. Miraba Harris a su rival de soslayo mostrándonos a todos lo que en realidad es: un señor mayor anunciando con un altavoz la llegada de un apocalipsis de muerte y destrucción en mitad de la calle mientras el mundo pasa a su alrededor y lo mira con una mezcla de lástima y desinterés.

Al bulo de los haitianos devoradores de mascotas —de nuevo haitianos protagonizando las pesadillas atávicas estadounidenses, un clásico desde que la ex colonia esclava alcanzara su independencia a principios del siglo XIX— Trump unió esta semana otras dos historias delirantes. En un mitin de Wisconsin durante el fin de semana dijo que los niños estadounidenses salen de sus casas camino a la escuela por las mañanas y vuelven por la tarde convertidos en mujeres de bandera. Es decir: en las escuelas estadounidenses se llevan a cabo operaciones de reasignación de género sin el conocimiento y la autorización de los padres. En la misma mañana, entre Matemáticas y Ciencias. En EE.UU es casi tan caro meter a un niño en una guardería como pagar una matrícula universitaria. Durante un encuentro con votantes, Trump vino a decir que su plan para atajar esta situación es imponer aranceles "a otros países" para que paguen nuestras guarderías. Silencio en la sala.

Como ha señalado la periodista Parker Molloy en un reciente artículo publicado en The New Republic han sido los medios de comunicación tradicionales los que desde 2015 quienes han facilitado y auspiciado el crecimiento de Trump, una enfermedad estadounidense convertida ya en epidemia global. Según esta periodista, buena parte de la prensa norteamericana se ha dedicado a racionalizar y buscarle sentido a los sinsentidos del expresidente en lugar de exponerlos como lo que son, como lo que hicieron Muir y Davis durante el debate.

Está por ver si la actuación de Harris dará sus frutos en unas encuestas que siguen muy apretadas. Hemos visto, sin embargo, que no solo es posible sino necesario que desde la prensa generalista se vuelva a un trabajo que parecía olvidado. Muir y Davis han mostrado el camino. Puede que no sea suficiente, pero al menos es un principio.

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