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Reconstruir desde las cenizas: algunos debates pendientes tras el 'caso Errejón'

Sato Díaz

Reconstruir desde las cenizas: algunos debates pendientes tras el 'caso Errejón'
El exportavoz de Sumar en el Congreso, Íñigo Errejón - EP

Se han removido los cimientos de la política española. Las izquierdas quedaron muy tocadas la semana pasada. Desde que estalló el caso Errejón, adelantado por Público, un terremoto ha dejado todo patas arriba y un desolado paisaje. Poco a poco se han ido dando conversaciones a distintos niveles y en diferentes círculos, la reflexión ha ido ganando terreno al asombro y el duelo, al shock.

Surgen inquietudes y temores. El debate principal gira alrededor del exportavoz de Sumar en el Congreso y es muy difícil, todavía, alejarlo de él para ampliar el foco. Cada vez se conocen más testimonios, algunos de mujeres que desvelan su identidad y otros anónimos, que involucran a Errejón y le acusan de violencia machista. El momento es el propicio para que las víctimas, al sentir que no están solas, se reconozcan como tal y hablen, y se narren.

Sin embargo, la historia es compleja y poliédrica y, por lo tanto, abre la necesidad de abordar una serie de debates paralelos que, quizás porque es demasiado pronto,  quizás porque el relato lo está imponiendo el mainstream, no se están dando todavía. Sirva este artículo para enumerarlos, para dejar una lista de deberes para un futuro que no debería ser muy lejano.

Más pronto que tarde deberíamos hablar de las otras derivadas del caso Errejón para, de este modo, intentar reconstruir desde las cenizas, desde lo que hoy parece un páramo, algo nuevo. Tras esta catarsis, hace falta girar una tendencia destructiva hacia algo constructivo.

¿Son los partidos políticos espacios seguros?

El caso Errejón ha estallado mientras este era portavoz del Grupo Plurinacional de Sumar en el Congreso, es cierto, pero según se van conociendo nuevos testimonios, se evidencia que estos comportamientos se dieron desde mucho antes que naciera Sumar.

Errejón ha sido dirigente de cuatro formaciones políticas de izquierdas (Podemos, Más Madrid, Más País y Sumar), lo que demuestra que las formaciones progresistas tienen que ahondar en protocolos que conviertan las organizaciones políticas en espacios seguros para las mujeres. Tienen que llevar a cabo una reestructuración para bajar de la teoría a la práctica, de la palabrería a los hechos, eso tan repetido de "feminizar la política".

Más allá de la agresión sexual, múltiples son las violencias machistas y muchas de ellas se dan gracias a pactos de silencio y determinados ambientes que las propician. La camaradería entre hombres (dentro de grupos de amigos, por ejemplo, pero también en los partidos políticos) conlleva, en muchas ocasiones, al reforzamiento de comportamientos machistas.

El debate, ahora, en el entorno de las formaciones políticas, se sitúa en cómo deben restructurarse las organizaciones para generar, de verdad, espacios seguros. En buena medida, les va la vida en conseguirlo.

También incumbe a la derecha

El machismo campa a sus anchas también por las organizaciones políticas de la derecha, donde también se han conocido casos de violencia machista en el pasado. Desde algunos de estos foros, de hecho, se alientan explícitamente discursos y actitudes contra la igualdad entre hombres y mujeres.

Las derechas usan el caso Errejón para criticar a Sumar, a Yolanda Díaz y a Pedro Sánchez; en general, a los partidos de izquierdas y así desgastarlos electoralmente. Este caso le da a la izquierda donde más le duele y desde el espectro diestro se exprime para subrayar incongruencias. Ahora, desde los mentideros más conservadores repiten como un mantra que la izquierda se queda con las vergüenzas al aire y reprochan que venía ejerciendo una "superioridad moral" sobre la derecha en distintos temas, como, principalmente, el feminismo.

Sin embargo, la incongruencia está también en la derecha. Quienes vieron exagerada la crítica feminista al cantante Plácido Domingo tras los numerosos casos que le señalaban por violencia machista, ahora celebran el caso Errejón. Quienes llevaron en sus listas en las elecciones generales al condenado Carlos Flores, ahora diputado de Vox en la Carrera de San Jerónimo, pretenden dar lecciones y sacar provecho del caso Errejón. Feijóo llegó a asegurar de Flores que había tenido "un divorcio duro" para defenderlo. Quienes son negacionistas de la violencia machista no pueden usarla como arma arrojadiza en el debate público.

Cabe una duda. ¿Son los espacios de las derechas más opacos todavía y por ello ocultan más fácilmente casos machistas?

Bestializar a Errejón es contraproducente

Los medios de comunicación en general, pero sobre todo determinadas televisiones, han abordado el tema durante los últimos días de tal manera que han asimilado la imagen de Errejón a la de un monstruo de cara la opinión pública. La espectacularización del asunto y la dictadura del morbo se imponen en determinados platós y cadenas televisivas. Esto banaliza el tema y hace que nos quedemos en lo más superficial del asunto.

El exportavoz no dio el paso necesario en su despedida de pedir perdón a las mujeres a las que haya hecho daño, un paso necesario para iniciar así un proceso de reparación. Por otro lado, el político tendrá que ir a los tribunales, una vez que se han presentado denuncias contra él en los juzgados. Esto conlleva el riesgo de que la reflexión social quede relegada a la sentencia de un juez, cuando cada vez vemos con mayor claridad que lo que dictamina un tribunal no tiene por qué estar en consonancia con el sentido común.

La tendencia de los medios a bestializar a Errejón, a deshumanizarlo, aleja el problema de la cotidianeidad. Convertir a un presunto agresor en un monstruo se aleja de la realidad, pues las violencias machistas están en nuestro día a día, evidentemente con distintas gradaciones e intensidades.

Este tratamiento mediático dificulta un debate necesario. La cultura del patriarcado es la que nos ha enseñado a los hombres que nuestras apetencias, gustos y necesidades en las relaciones sexuales y afectivas son lo prioritario y están por encima de las apetencias, gustos y necesidades de las mujeres. A los hombres nos ha enseñado esto, y a las mujeres a acatarlo. Romper con esto es el inicio del camino hacia una sociedad más feminista.

Si un caso famoso y de relevancia social, como es el caso Errejón, se lleva al terreno de lo excepcional, lo alejamos de la asunción de que esta cultura nos atraviesa en el día a día y está normalizada; nos separa de la posibilidad de hacer algo constructivo de lo que está ocurriendo estos días. Ante casos como este, a los hombres se nos brinda la obligación de observarnos y detectar qué comportamientos hemos tenido y tenemos que generan desigualdad hacia las mujeres. Es la única forma de cambiar las cosas.

No criminalizar las disidencias sexuales

Los relatos que algunas mujeres han dado de sus encuentros con Errejón demuestran un patrón, usaba de forma sutil su situación de privilegio y a raíz de ahí se ejercía un abuso de poder. En determinados foros, sin embargo, se está desviando el debate a que el abuso de poder es una consecuencia derivada de determinados gustos sexuales.

La justificación de lo ocurrido en una adicción al sexo o en prácticas "extrañas" puede convertirse en una criminalización de las formas disidentes de relacionarse con el sexo. Sobre todo, las izquierdas no pueden caer en esta trampa que va contra minorías y se pueden convertir en armas arrojadizas contra colectivos como el LGTBI+ por parte de la ultraderecha. La izquierda siempre tiene que defender la diversidad y la libertad hasta el final, también en esto, siempre que haya consentimiento por todas las partes implicadas.

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