Iñigo Errejón durante una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados. Imagen de archivo. A. Pérez Meca / Europa Press
- Los orígenes: "Vamos a hacer historia y a jodernos la biografía". Eso le dijo Iñigo Errejón a Rita Maestre entre bambalinas. Fue antes de salir al mitin de celebración de la victoria de Podemos en las elecciones europeas de 2014. Doy fe. Sucedió ante "el Reina Sofía". Ahora, suena a prehistoria. Materia de un museo de biografías desguazadas. Resuenan en la última exposición inaugurada en "el Reina": Esperpento.
¡Qué pena! Me compadezco de las víctimas de un presunto depredador sexual. Pienso en ellas y Errejón me parece el protagonista de El lobo de Wall Street: la alimaña de la casta que quería abatir. Aquí argumentaré que (como tantos otros/otras/otres), Errejón fue un empresario político sin demasiados escrúpulos. Pero intentaré que el personaje no canibalice a su persona. Compadecerse es la primera regla para evitar la deshumanización en estos casos. Aplicándola al abusador y a las violentadas. Pero sin equidistancias.
¡Qué asco! Imposible refrendar la carta de Errejón por la nula empatía con las supuestas violentadas. Y ese tono doctoral, con el que se permite dar lecciones. Propio de quienes emplean la jerga universitaria para "intelectualizar" (minimizar y exculparse de) unos actos, que (si son ciertos) resultan deplorables. No en sí mismos, sino por la falta de consentimiento y del consiguiente goce de las compañeras sexuales. Con todo y sin apenas conocerle personalmente, reconozco el valor de Errejón: renuncia al aforamiento, se expone a ser juzgado y asume la necesidad de rehabilitarse. Le deseo lo mejor. La lástima debiera bastar para frenar el acoso, el morbo y la pornificación que sufren él y su familia.
Asquean quienes se ensañan con Iñigo tras haberse arrogado su amistad y aprovechado su visibilidad pública. Fuese para medrar en la "nueva" política o presentar libros en sociedad. Erigieron una celebrity, tóxica para sí misma y los demás. Así en la intimidad como en la vida pública. Ahora lo desnudan, despellejan y descarnan quienes antes le encumbraron. Le desconoce quien medró a su costa y a su vera.
Errejón merece la presunción de inocencia, respeto a su intimidad personal y familiar. Tiene derecho a guardar silencio y a preservar lo que queda de su imagen pública. Además, este no es un tema personal. Basta de porno más obsceno que las 50 sombras de Grey. Debiera dar paso a un relato más propio de La purga. Esto no va (solo) de entrepiernas. Sino de quien ejerció el poder con una violencia que se creía y reclamaba impune.
- Tras la compasión, admiración y reconocimiento para el movimiento feminista. Demuestra ser, junto al activismo por la vivienda, el remanente quincemayista, la movilización social más activa. Al menos en el plano destituyente: de Rubiales a Errejón. Ahí es nada. Necesitábamos superar las versiones edulcoradas de la historia reciente, encapsuladas en la serie Cuéntame. Era necesario, aunque no basta, el Cuéntalo de Cristina Fallarás y demás colegas. En el programa de TVE, la ciudadanía (espectadora, pasiva y menor de edad), pide a los abuelos cebolletas de la santa Transición que les adormezcan con una fábula. Cuéntalo, en cambio, produce pesadillas a las oligarquías que, con suerte, acabarán afectadas por el MeToo.
Este escándalo, como todos, surge en un momento preciso y servirá los intereses de quienes mejor lo gestionen. Cuéntalo arrancó en 2018. Las conductas que ahora se airean no son de ayer. Ni de antes de ayer. Cabe, entonces, prevenirse ante un debate que está (insisto, como casi todos) agendado. No por casualidad esta puede ser la puntilla al proyecto de Sumar y surge tras estallar el escándalo de Ábalos y el de la mujer de Sánchez. Por otro lado, opaca los tejemanejes del novio de Ayuso y de otra presunta corrupta de la banda de "la Quironesa" (como acuñó Vallín). Avanza, pues, la antipolítica del "No hay alternativa", que no es solo neoliberal. Fomenta la abstención y la resignación bipartidista. La socialdemocracia afirma que "nada existe a la izquierda". Y el populismo destroy del PP que "nada respira más allá de nos" (o Vox).
- Conscientes son las feministas de los peligros del linchamiento y la involución que acarrearía un akelarre de brujas, esta vez incineradoras de Torquemadas. Mandarían a todo dios (en especial, a las políticas y periodistas progres) al purgatorio. ¡Otra purga! Examen de conciencia y propósito de enmienda. Escarnio público y autos de fe para pagar un silencio encubridor y cómplice. Sería el regocijo de la (ultra)derecha. Sin paternalismos ni autocomplacencia feminista, cabe evitar ser las tontas útiles que le hacen el trabajo sucio a los de siempre.
Tras romperse con el debate (es un decir) de la transexualidad y la ley del consentimiento, el feminismo puede verse arrasado en un fuego purificador y punitivo, moralista y culpabilizador. Más jóvenes (no solo chicos) les considerarán feminazis. La discusión está resultando más plural que nunca, pero se tiñe de moralina contra el placer y la diversidad de afectos y prácticas. Se aprovecha para cuestionar la educación sexual en las escuelas y rechazar los derechos sexuales y reproductivos. La regresión se palpa. Resulta palmaria cuando cobra la voz de las afectadas y se arroga defenderlas.
Indirectamente, ciertos feminismos allanan el camino de la involución. A ver si lo aclara este ejemplo: cuando las feministas difundieron los infundios (insostenibles, desde el primer momento) sobre las supuestas violaciones cometidas por Julian Assange, avalaron la brutal represión que luego sufrió. Criminalizaron al verdadero periodismo, que acabó equiparado al espionaje. En EEUU con Wikileaks. Y en Israel con el genocidio palestino. Ahí es nada.
- La compasión que reclamábamos requiere un primer paso, para romper filas. ¿Nos dejamos de guerras culturales? Desertemos de esta. Tenemos todas las de perder si no actuamos desde la crítica a las oligarquías partidarias, no solo al patriarcado. Podemos, Sumar, las siglas y los municipalismos posteriores no son más jerárquicos que el PP o el PSOE; véanse la FAES y el "PSOE caoba". Pero la contradicción resulta mayor en quien se reclama como "alternativa". No lo será con más "comunicación" (ruedas de prensa, declaraciones, tuits...), sino con organización institucional: una nueva plataforma electoral, ligada a cooperativas y sindicatos, fundaciones y organizaciones del tercer sector. Su eficacia no debiera mermar la transparencia y la apertura, la participación desde abajo y la cooperación entre sí.
Seguir destrozándose enajenará más a un electorado cada vez más ajeno a la política en general. De ahí la necesidad de hacer política sustantiva, con sustancia: política (gestión de lo común y público) interna al partido y políticas públicas (para la sociedad en su conjunto, no postureos para las audiencias afines). Se necesitan acciones concretas y específicas para prevenir y atajar el ejercicio de poder que se cree irresponsable, arbitrario y despótico. ¿Cómo? Pensando y actuando en clave social, ni partidista ni personal; en el plano institucional, no el privado. Desbórdense las siglas y liderazgos. So pena de resignarse a ser taifa, clan o secta.
- Hablemos, por favor, de la ley de hierro de las oligarquías. Aquél a quien mencionábamos lo entenderá. No hay politólogo que la niegue. La formuló Robert Michels (1911) y sostenía que tarde o temprano, sí o sí, los partidos acaban controlados por las elites de una forma natural. Así acabó abrazando a Mussolini. Maestro en convertir la tarea de representación política y servicio público en la dominación y suplantación de las de abajo.
Las nuevas nomenklaturas partidarias son hombres y mujeres que, con pulsiones adanistas y autoritarias, se creyeron (creen) "emprendedores disruptivos". Según Schumpeter, maestro de ordoliberales, la innovación era "destrucción creativa". Romper con lo que hay. Marcar moda. Ser trending topic y encarnar el signo de los tiempos como un magnate digital. Irrumpir como una Dana y tomar los cielos con una marca ganadora. Errejón y tanti quanti fueron CEO de unas startups, "empresas incubadoras" de sus marcas personales. Hegemónicas, sí, pero solo en un mercado de siglas e hiperliderazgos. Su recorrido ha sido tan breve como deficitaria la (in)cultura política de la que provenían y que acabaron acentuando.
6.El caudillismo no es patrimonio de fachas. Queda feo decirlo, pero avisamos a tiempo: el Juego de Tronos de Iglesias no era un imaginario deseable. Todavía menos la Blitzkrieg, la guerra electoral relámpago de la que Errejón fue comandante supremo. Un cargo, un trono ensangrentado. Una campaña, invadir el campo enemigo. A muerte. Sin pactos de sangre, lealtades ni armisticios. Tampoco a la interna.
"Quienes discrepaban eran ninguneados, aislados, purgados". "Los pioneros arrebataban y acumulaban territorios, sin más ley que la de la fuerza".
"Campañas de acoso por Telegram. El silencio, como castigo cuando pasabas a ser "enemiga interna". ‘Chats’ paralelos para manipular asambleas. "Recados" amenazantes de los líderes. Intentos de arrebatar el poder y el espacio de los demás", cuenta Lorena Ruiz-Huerta.
La prepotencia de ciertos liderazgos solo ha sido comparable a su audacia. Ante ambas sucumbieron (¿sucumbimos?) muchos. Pero algunos hora hacen chistes manidos sobre los frentes judaicos de Monty Pyton. Y les acompañan otros corifeos de esta tragedia. Los nihilistas del "nada ha servido, ni servirá de nada". Los gafes del "ya se veía venir". Así como los inmovilistas del viaje y las alforjas. Y los cenizos del "ahora, peor que nunca". O los niveladores del "todos son iguales". Y los enconados en el "y tú más". Prevengámonos de los publicistas con candidatos encubiertos, de los mercenarios del (auto)bombo.
- La comunicación política es lo opuesto al marketing electoral imperante. Consiste en dar voz (no suplantar) a una comunidad. El objetivo reside en que cobre entidad y voz, para participar (tomar parte) en el devenir colectivo, en igualdad de condiciones y con resultados justos. La izquierda rehúye o se muestra incapaz de institucionalizar la indignación. Crece y está cambiando de bando. Vendrán más Danas y nos harán más fachas. Necesitamos valores y organizaciones para hacerles frente.
Urge (r)establecer lealtades desde abajo, basadas en "hacer juntas" y no "en contra de". Revelarían militancias múltiples, transversales y complementarias. Y exigirían respetar las diferencias. No para ahondarlas sino para converger desde la diversidad. Esos "nuevos" valores exigen nuevas organizaciones con estructuras de representación y gestión que rindan cuentas y aten corto a quienes están obligados a darlas. No somos soldadesca ni mercancía electoral de las trituradoras partidarias.
Comentarios
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