Dominio público

Palabras para cambiar el mundo

Antoni Gutiérrez-Rubí

ANTONI GUTIÉRREZ-RUBÍ

11-06.jpgSólo tengo una palabra para vosotros: mañana", afirmó Obama en su último mitin de campaña en Manassas (Virginia), donde desde 1964 no se había votado por un candidato demócrata. Allí más de 90.000 personas fueron a verle, convencidas de la importancia que para sus vidas, en lo personal, tendría ese momento histórico. "Tras décadas de políticas rotas, ocho años de políticas fallidas, 21 meses de campaña, estamos en el momento decisivo en el que podemos llevar al país el cambio que necesita". Así concluyó Barack Obama la campaña más larga y dura, pero a la vez la más esperada y esperanzada, que nunca se haya celebrado.

Obama ha hecho sentir a los activistas que le han dado su apoyo que no les pide –simplemente– el voto, su dinero o su tiempo voluntario para convencer a los indecisos. Obama se ofrece como un líder que nace y se crece en la comunidad: "Habéis enriquecido mi vida. Me habéis emocionado una y otra vez. Me habéis inspirado. A veces, cuando estoy deprimido, me habéis levantado. Me habéis llenado de nueva esperanza por nuestro futuro". Él, que así les hablaba la víspera electoral, es el mismo hombre afroamericano que ayer ganó las elecciones presidenciales de 2008. Es imposible no conmoverse y no comprender el vértigo de la historia en el estómago de los que "allí estuvieron".

Obama ha realizado una campaña especial, donde las palabras han recuperado todo su protagonismo en la vida política, de la que nunca debieron ahuyentarse. Palabras que sustentan ideas, palabras que transportan emociones, palabras que devienen en música para compartir. Y su discurso más importante y definitivo ha sido el de la noche del recuento electoral en el Grant Park de Chicago, ya como presidente electo. Un discurso pensado, escrito y declamado para una audiencia global más que para los 100.000 simpatizantes que lo arropaban o los millones de compatriotas que le seguían por radio, televisión o Internet.

Obama quiere recuperar el liderazgo político de Estados Unidos en el mundo. Su apuesta es triple: el liderazgo del conocimiento y la tecnología para superar la obsoleta economía del petróleo; la fuerza del diálogo como matriz de unas nuevas relaciones e instituciones internacionales, consciente que el poder sin razones es insostenible; y la recuperación del orgullo del sueño y del modelo norteamericano: "Si hay alguien que haya puesto en duda la democracia de este país, hoy ha tenido respuesta". Y añadió: "Hemos conseguido demostrar que 200 años después, el Gobierno de la gente y para la gente no ha desaparecido de la tierra, esta es vuestra victoria".

Obama sabe que sólo podrá hacerlo sobre las bases renovadas de un orden económico y financiero internacional de nuevo cuño. Que la autoridad no es lo mismo que la jerarquía. Que la legitimidad nace de un profundo sentimiento cívico, democrático y ético. Un discurso radicalmente diferente al de Bush, en el inicio de su segundo mandato, cuando prometía proyectar el poderío "ilimitado" de su país. Obama es un neonacionalista americano, de dimensión internacional. "El mensaje que hemos lanzado hoy al mundo es que no somos una serie de estados azules o rojos, de demócratas o republicanos, sino que somos los Estados Unidos de América", proclamaba el presidente en su discurso global.

James Baldwin (que fue un escritor estadounidense afroamericano y activista, precursor del movimiento de derechos civiles y cuyos temas principales en su obra son el racismo y la sexualidad en los Estados Unidos de mediados del siglo XX) decía que "escribimos para cambiar el mundo. El mundo cambia en función de cómo lo ven las personas y, si logramos alterar, aunque sólo sea un milímetro, la manera como miran la realidad, entonces podemos cambiarlo". Obama lo va a intentar. Siente una fuerza interior, de connotaciones religiosas y de profundas convicciones humanistas que le sustenta y tiene, además, una buena estrella. Barack es una palabra de origen semita que en hebreo significa bendecido y baracka significa en árabe don divino y, por extensión, suerte.

Obama escribe bien (lo hemos comprobado en sus dos libros autobiográficos y en las notas de sus discursos), pero interpreta todavía mejor. Su capacidad de persuasión oratoria radica en un excelente control del ritmo y de la entonación. Una cadencia sonora que, con trasfondo musical, acompaña una cuidada y seductora selección de palabras clave: esperanza, cambio, mañana, podemos. Palabras que movilizan como un himno y que articulan un sentimiento cívico de fuerte capacidad política y electoral.

El final de su discurso de ayer es casi litúrgico. Como en los salmos bíblicos, y en las ceremonias religiosas, su "Yes, we can" se transformó en respuesta coral, creciente y entusiasta por parte de sus fieles. Una comunión absoluta de confianza en su líder. Muchas personas que han asistido a sus mítines y reuniones no dudan en afirmar que esa experiencia ha sido la más impactante que han vivido desde el punto de vista emocional. No exageran cuando lloran, cuando se emocionan, cuando se abrazan o cuando levantan sus brazos y su mirada en busca del contacto con el nuevo político de la esperanza. Están convencidas que la política democrática y la unidad nacional puede revertir el curso de sus historias personales predestinadas a futuros inciertos.

Lo consiga o no, Obama ha entrado en la Historia por la puerta reservada a muy pocas personas. Va a necesitar mucha baracka y mucho acierto para hacer frente a los retos del planeta. Dice que quiere cambiar el mundo. Demasiada ambición para un hombre solo, aunque sea el presidente del país más poderoso. Pero Obama ha conseguido algo fundamental: que todos nos sintamos un poco obamas, reverdeciendo la esperanza política en tiempos de zozobra colectiva.

PD: También ganó en Manassas, 44 años después.

Antoni Gutiérrez-Rubí es asesor de comunicación

Ilustración de Mikel Jaso

Más Noticias