JESÚS CUADRADO BUSTELA
Ahora que se debate sobre Presupuestos Generales del Estado, puede ser oportuna esta pregunta: ¿gastamos mucho o poco en Defensa? En esto pesa mucho entre nosotros la sabiduría convencional de la que hablaba Galbraith, las declaraciones enfáticas que se repiten como ideas indiscutibles sin importar si son o no ciertas. Se dice, por ejemplo, que España tiene un gasto en Defensa muy inferior al de los países de nuestro entorno. ¿Es esto cierto? Si, a partir de los datos OTAN para 2007, nos comparamos con Estados Unidos, con Francia o con el Reino Unido, sería cierto. Si nos comparamos con Alemania, Canadá, Dinamarca o Italia, pues no. Se seguirá diciendo que España gasta poco en Defensa, pero nuestro 1,2 % del PIB está en línea con el 1,1 % de Bélgica o con el 1,3 % de Alemania.
Según la estadística OTAN, España ha mejorado el presupuesto de Defensa entre 2004 y 2007 en relación con los países europeos hasta alcanzar un grado de equiparación aceptable. Por ejemplo, Francia y Alemania, en esos cuatro presupuestos, han reducido el gasto en casi 1.000 millones de euros, la misma cantidad en la que España ha tenido que aumentar su presupuesto para compensar la congelación de los gobiernos de Aznar. Cuidado con las apariencias.
Además, para un juicio completo, lo que importa es saber a qué se dedica el presupuesto de Defensa. No me he encontrado con nadie que esté en contra del aumento presupuestario de los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, si se trata de afrontar con seriedad la profesionalización de unas fuerzas armadas que se estaban quedando sin tropas, para tratar con dignidad laboral a soldados y marineros. Que yo sepa, nadie, después de experiencias inaceptables, desaprueba el mayor gasto en el transporte militar o en la adquisición de nuevos blindados para las misiones internacionales. En este sentido, el reciente envío de los primeros 17 blindados LINCE a Afganistán o el adelanto en la aplicación del Plan de Renovación de Vehículos Blindados pone de relieve que la seguridad de nuestras tropas es la prioridad número uno del Gobierno y del Ministerio de Defensa, tal y como ha manifestado en varias ocasiones la ministra Carme Chacón.
Importa, por supuesto, a qué actividades se dedican esas capacidades militares. Y en esto hay también muchos lugares comunes, mucha inercia. Desde la aprobación de la Ley Orgánica de Defensa Nacional, nuestros militares realizan las misiones que quieren los españoles que hagan, y las hacen bien. Todas las encuestas reflejan esa coincidencia, tanto en operaciones en el exterior como en las que se desarrollan en España, las de la Unidad Militar de Emergencia incluidas. Ni en Afganistán, ni en el Líbano, ni en los trabajos de vigilancia de nuestro espacio aéreo, las fuerzas armadas hacen otra cosa que no sea lo que los españoles quieren que hagan, y para ello deben contar con los mejores medios. Sirva como ejemplo lo que han ido a hacer militares españoles al Chad y a la República Centroafricana, donde acaba de estar la ministra, por mandato de Naciones Unidas: "Proteger a los civiles en peligro, facilitar el reparto de la ayuda humanitaria, dar seguridad al personal y medios de las Naciones Unidas". Exactamente eso, como quieren los españoles.
Así se entiende cómo el grado de identificación de los españoles con nuestro modelo de fuerzas armadas es cada día mayor. No hay milagro. Quien quiera, desde los extremos, construir un discurso ideológico sobre viejos tópicos militares tendrá que desplazarse a otros caladeros.
Muy probablemente, de la incomprensión sobre lo que ha cambiado en la política militar de España nace el desconcierto que, en el caso del PP, es tan llamativo. Hace unos años, Aznar hacía grandes declaraciones patrióticas, con el Ejército como eje, y congelaba los presupuestos de Defensa y el salario de los militares. Sin declaraciones patrióticas, en los últimos años los gobiernos de Zapatero han convertido en viable la profesionalización, han dignificado las retribuciones de los militares y han proporcionado medidas elementales de seguridad para sus misiones, desde la idea de un Ejército que sólo es un instrumento del Estado al servicio de los ciudadanos. En este sentido, ¿quién ha dicho que el interés por la seguridad y la defensa es propio de la derecha? Cuidado con las verdades convencionales; a veces, son falsas.
La pereza intelectual de cierta izquierda ha hecho mucho daño a la causa de la paz. Recuerden: mientras muchos resolvían sus dilemas morales sobre el uso de la fuerza en relación al genocidio de Ruanda en 1994, casi un millón de tutsis eran asesinados en un mes. Pereza intelectual y pereza moral. Se equivocan, y mucho, quienes piensan que ser de izquierdas consiste en no tener respuesta para los grandes problemas de seguridad y violencia que hoy provocan tanto dolor y miseria en el mundo. Más bien, la izquierda se caracteriza por diferenciar con nitidez, como hace una gran mayoría de la opinión pública española, entre la ocupación militar y la construcción de la paz.
¿Gasto militar? Depende para qué. Cuando, estos días, el Congreso ha dado luz verde a la ampliación de la dotación asignada para contar con 5.000 soldados más en 2009, lo que completará el despliegue operativo de nuestras Fuerzas Armadas, se está pensando en operaciones de paz, con la ONU o con la Unión Europea, al servicio de gente tan castigada en el Congo, en el Líbano o en Afganistán. Sí, para estas misiones militares hacen falta aviones de transporte, blindados,
patrulleras. Y armas.
Que esta manera de entender nuestra política de Defensa forme parte de los esfuerzos del Gobierno de Zapatero para llegar a consensos con la oposición, no debe extrañar a nadie. Si hay un acuerdo tan mayoritario en la sociedad española sobre las misiones militares, no se entendería que no se diera en las fuerzas políticas.
Jesús Cuadrado Bausela es Portavoz del PSOE en la Comisión de Defensa del Congreso
Ilustración de Javier Olivares
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