SERGIO PLAZA CEREZO
Stefan Zweig publicó en 1941 un excelente ensayo titulado Brasil, país del futuro. Desde entonces, este lema permanece en el imaginario colectivo, proyectando la imagen de marca de Brasil. En los últimos tiempos, diversos factores apuntan a que la profecía podría cumplirse: el país sudamericano ya es algo más que una eterna promesa.
Brasil forma parte de la élite de los mercados emergentes, junto a China, India y Rusia. Ante el clima de recesión que azota a Europa, Estados Unidos y Japón, recae en el club BRIC el reto de intentar actuar como nueva locomotora de la economía mundial, si bien la crisis global también afecta a estos países.
Brasil ha gestionado su economía con brillantez durante los años del gobierno de Lula. La ortodoxia macroeconómica se ha combinado con una agenda social expansiva. Las mismas agencias crediticias de Wall Street que desconfiaban de Lula como candidato electoral en 2002 se encuentran con su propia credibilidad bajo mínimos años después. Las tornas han cambiado.
Los alquimistas de Wall Street caen; mientras, Lula confirma su liderazgo. Brasil emerge como una gran potencia regional. Si EEUU han perdido gran parte de su "poder blando" en América Latina durante la etapa presidencial de George Bush, la esfera de influencia de Brasil no ha cesado de crecer. Brasilia no ha perdido el tiempo.
Cuando la selección de Paraguay fue eliminada del campeonato mundial de fútbol celebrado en 2002, la plaza principal del centro de Asunción se llenó de banderines brasileños. Los aficionados paraguayos no dudaban acerca de cuál era su segundo equipo favorito. En realidad, el juego preciosista de la selección canairinha alimenta el "poder blando" de Brasil en todo el mundo. Además, toda una serie de iconos, tales como la samba, la caipirinha, las churrasquerías al estilo rodízio o la bossa nova, ya forman parte del imaginario global.
El gigante sudamericano siempre ha tenido un gran cuerpo diplomático. Los países vecinos que históricamente han perdido territorio a favor del gigante carioca, no han visto a Brasil como una amenaza a lo largo del siglo XX. La América de habla hispana se encuentra fragmentada en múltiples países muy nacionalistas; pero, Brasil queda fuera de estos roces de familia. Además, transmite ese tipo de seriedad que, muchas veces, sólo se encuentra en los países grandes que son democráticos, a pesar de su densa agenda de problemas: desigualdades sociales extremas, corrupción, narcotráfico, inseguridad ciudadana, deforestación de la Amazonía, etc.
En estos momentos, Lula se erige como el único líder capaz de cohesionar a los países latinoamericanos. Se trata de un político con un talante lo suficientemente izquierdista como para ser respetado por los gobiernos de Venezuela, Cuba, Bolivia o Ecuador. Por otra parte, Lula también es un moderado que convence a México y Colombia. Y el buen hacer económico de Chile y Brasil contribuye a otorgar credibilidad a la opción de centro-izquierda que representan Bachelet y Lula.
EEUU carece de ese poder vertebrador en Latinoamérica; mientras, los éxitos diplomáticos de Brasil en la región se van acumulando. De hecho, ha sido el alma máter de la Cumbre de América Latina y el Caribe, celebrada hace unos días sin la presencia de España, Europa o EEUU. Si Brasilia y Washington rivalizan en el tablero regional, los medios de comunicación han destacado la presencia de Cuba en la cumbre. ¿Puede auspiciar Brasil, junto a la Unión Europea, un modelo de transición en la isla que reste protagonismo a EEUU?
Algunos indicios reflejan a Brasil como el único mediador aceptado de facto en el conflicto interno que divide a Bolivia, entre el altiplano indígena y las provincias mestizas orientales. Por el contrario, las relaciones entre La Paz y Washington son cada vez más tensas, habiendo quedado eliminada la cooperación en la lucha contra el narcotráfico.
La Administración Bush ha firmado varios acuerdos de libre comercio con países latinoamericanos. Sin embargo, Brasil ha respondido mediante la creación de UNASUR, un proyecto que pretende expandir el proyecto de integración económica de MERCOSUR, iniciado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, al resto de Sudamérica, a partir del enfoque europeo de los círculos concéntricos. En este contexto, el eje Brasilia-Buenos Aires podría constituir la réplica regional al eje franco-alemán.
Brasil es un socio estratégico para España. Una plataforma inversora clave para Telefónica y Santander. Un país donde no existe el recelo anticolonialista, porque España no fue su metrópoli. La comunidad gallega, fuertemente cohesionada, disfruta de un peso significativo en el mundo empresarial de Río de Janeiro y de Salvador de Bahía; mientras, muchos ciudadanos de Sao Paulo tienen un abuelo o un bisabuelo español, y a lo que debe añadirse la significativa emigración brasileña hacia España. Todo ello potencia una imagen de la marca España muy favorable entre los brasileños. Desde muchos puntos de vista, España gana posiciones en este terreno frente a Portugal, cuyos lazos con Brasil son tan fuertes. Si la triangulación ya funciona en el terreno empresarial, Madrid debe cooperar más intensamente con Lisboa para consolidar a España como el gran interlocutor europeo de Brasil junto a Portugal. En caso contrario, Francia podría adelantarse.
Madrid debe seguir ayudando a Brasilia en sus esfuerzos por potenciar el aprendizaje del español dentro del sistema educativo. Brasil, el país continental, ya no está aislado del resto de Sudamérica. El español representa un activo más allá de la dimensión comercial. A Brasil le interesa esta apuesta de futuro: cuanto más elevado sea su número de hispanohablantes, mayor será también su "poder blando" en la región.
Y España también también ganará capacidad de influencia en la esfera internacional, empezando por la ampliación de las opciones de triangulación con Asia vía Latinoamérica. A modo de ejemplo, una parte significativa del alumnado de los cursos de español en la sede del Instituto Cervantes de Sao Paulo está formada por jóvenes pertenecientes a una minoría étnica influyente y competitiva: los brasileños de ascendencia japonesa –nikkei–.
Sergio Plaza Cerezo es profesor de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid
Ilustración de Iván Solbes
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