Dominio público

El retroceso: de Franco a UCD, a AP, al PP y a Vox

Ana Pardo de Vera

En la tertulia de este miércoles de Hoy por Hoy, en la Ser, Eduardo Madina, muchas cosas grandes y, además, víctima de ETA, recordaba sus orígenes compartidos con Santiago Abascal: Euskadi ( y España) con ETA señalando y matando. Entonces no existía Twitter, así que la banda terrorista empleaba medios de comunicación afines para señalar a periodistas, políticos/as o jueces. El presidente de Vox, razonaba Madina, no parece haber aprendido nada de aquellos años que a Madina le trajeron tanto sufrimiento y tanta madurez y buen criterio de golpe, antes de tiempo seguramente. No, los mejores no están en política y mal asunto si la abandonan o les abandonan.

Más allá de la trayectoria de Madina en el PSOE, que daría para otra columna, sus palabras sobre Abascal vienen a desmostrar que no es el hecho de ser amenazado, de ser víctima, el que te construye; como al presidente de Vox. Es tu consideración de a qué democracia aspiras con o sin amenazas, como víctima o cuando dejas de serlo . Nadie desea a Abascal ni a otro políticos/as los años de éste en Euskadi, por muy en las antípodas ideológicas que estén. Sí parece, en cambio, que el partido de extrema derecha que lidera el hijo de Abascal Escuza desea a otros/as una cruel recreación de aquellos años.

El señalamiento que Vox ha hecho en Twitter (con RT de su propio tuit, por si no hubiera quedado claro) del editor de El Jueves (RBA), invocando a sus hordas a exigirle responsabilidades en la puerta de su despacho, dirección incluida, es el cruce definitivo de una línea roja que la democracia española -si tan "plena" se considera- debe enfrentar desde anteayer. Ejemplos nos sobran, en Francia o Alemania, por poner dos significaticos casos, además, de dos repúblicas que van construyendo su memoria democrática con esfuerzos y dignidad, gobierne quien gobierne. Y gobierna la derecha, que es bueno recordarlo. El descalabro de la ultraderechista Marine Le Pen en las regionales de Francia nos recuerda que por la democracia se trabaja todos los días, en cada hora, minuto, segundo... Que no hay nada definitivo y que cualquier relajación de los valores democráticos (estrictamente los mismos que los republicanos, desde mi profunda convicción), nos aboca a la oscuridad más viscosa.

En España, no obstante, tenemos un problema de estricta democracia: el principal partido de la oposición, la derecha española de toda la vida, no considera que Vox sea una amenaza para la democracia y, ergo, para la convivencia. El PP, retrocediendo obsesionado con frenar y/o absorber al partido de ultraderecha como dicen que hizo Isabel Díaz Ayuso en Madrid -en realidad, Vox subió sus votos el 4-M y fue Ciudadanos quien se desplomó- y unificar a la derecha, ha comprado el discurso más duro que emana de sus otrora electores, que hoy votan a los de Abascal. Los de Pablo Casado, por su parte, y alentados por un José María Aznar que vive peligrosamente en los mundos de Yupi (década de los 90), creen que una vez abierta la caja de Pandora y dejado escapar el mal, crecido y ultra-anabolizado-derechizado, es posible devolverlo a una caja de centro-derecha, que es lo que Aznar pudo haber parecido ser en 1996, cuando hablaba catalán "en la intimidad" con Jordi Pujol y se reía con el lince jesuita Xabier Arzalluz.


El tuit de Vox contra el editor de El Jueves no llega en cualquier momento, sino que lo hace justo cuando la Audiencia de Madrid nos dice que claro que los menores migrantes no acompañados son un problema político y social y, por lo tanto, el cartel electoral de Vox mintiendo para el 4-M no constituye un delito de odio. A partir de aquí, da lo mismo lo mucho que condenemos periodistas, asociaciones de ídem y políticos conscientes (de verdad) de los valores democráticos al margen de ideologías: Vox se sabe impune, los tribunales los amparan. Y mientras el PP se salga del juego democrático para bailar el agua al fascismo creyendo que va a hacerse con sus votos, sea bloqueando la reforma constitucional del Poder Judicial o del Tribunal de Cuentas, sea inadmitiendo la legitimidad del Gobierno de coalición progresista, la legalidad de los indultos o negándose a rendir cuentas por sus cloacas de Estado al máximo nivel, esta España nuestra volverá a sus peores tiempos, de Franco a Vox, pasando por la UCD, AP y PP; con delitos de odio, misoginia, violencia machista, desigualdad, xenofobia, homofobia, mordaza, censura y sangre. También sangre.

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