Dominio público

Estas son nuestras reglas

Gloria Santiago

Diputada de Unidas Podemos en el Parlamento balear y vicepresidenta primera de la cámara

Estas son nuestras reglas
La ministra de Igualdad, Irene Montero, interviene en el Congreso para responder a una interpelación de Vox sobre las medidas que va a adoptar su departamento para garantizar la igualdad entre los españoles durante el pleno celebrado este miércoles en el Congreso de los Diputados. EFE/ Juan Carlos Hidalgo

Gloria Steinem, periodista y activista de referencia en el Feminismo, escribía sobre la regla en uno de sus textos más célebres "If men could menstruaste..." (si los hombres menstruaran). Aquí una parte del mismo: 

La respuesta está clara: la menstruación sería un acontecimiento de hombres, totalmente envidiable y del que se podría presumir:

Los hombres hablarían del tiempo de duración y de la cantidad de su período.

Los muchachos celebrarían el inicio del periodo -ansiada prueba de su masculinidad- con rituales religiosos y fiestas sólo para hombres.

El Congreso subvencionaría el Instituto Nacional de la Dismenorrea para combatir las molestias del mes.

El texto de Gloria tomaba fuerza esta semana ante las críticas Ministerio de Igualdad por atender como se debe a la menstruación. Con ello se anunciaba que la Ley del aborto, incluirá gratuidad de productos de higiene menstrual en los centros escolares, y bajas laborales de hasta tres días por dismenorrea. Recuerdo una compañera de instituto que cada mes faltaba dos días a clase por la regla. A la mayor parte de la gente le decía que algo le había sentado mal. A la gente cercana, le decía la verdad: no podía levantarse del dolor, se había desmayado en el baño de casa. Aún así, para algunos todo eran exageraciones y una manera de excusarse para no acudir a clase. Mi amiga tenía dismenorrea, es decir, dolores menstruales incapacitantes que provocan mareos, vómitos, o diarrea entre otros muchos síntomas y dolores terribles. Lo que pasa es que se invierte entre poco y nada en la investigación de las cosas que nos pasan a las mujeres y por supuesto, el dolor menstrual sigue siendo un enigma científico. 

Esta semana Podemos anunciaba una medida absolutamente revolucionaria e innovadora que hace de este país ejemplo mundial: el médico podrá dar la baja a mujeres que sufran dolores de regla inhabilitantes. 

El anuncio alteraba groseramente a los sectores más reaccionarios del panorama y la medida fue cuestionada, menospreciada e insultada, precisamente, por aquellos que no tienen absolutamente ningún conocimiento en este tema ni lo van a tener nunca: hombres. Ninguno de ellos se ha retorcido jamás en la cama con un dolor que viene cada mes. Ninguno de los que ayer cuestionaron los dolores ajenos, pondrían en cuestión quedarte en casa cuando te levantas con una diarrea copiosa, mareos, dolores de cabeza y barriga, calambres por todo el cuerpo... pero cuando la baja es para cosas que solo nos pasan a nosotras, entonces también la culpa es nuestra por sentir dolor. "Hubierais nacido hombres", les falta decir. 

Este martes me acerqué a una compañera a pedirle algo y la encontré apretando los ojos y llorando. Pregunté qué había pasado creyendo que podría haberse sentido ofendida por alguien o que podría haber recibido una mala noticia familiar; pero no, me dijo: es la regla. La regla duele. En algunos casos menos y en otros el dolor es verdaderamente insoportable. Igual de insoportable que les resulta a algunos que hablemos de la sangre coagulada que sale de una vagina. La menstruación de las mujeres ha sido el tema tabú por excelencia. 

Todas recordamos a la compañera de clase que te pasaba la compresa o el tampón a escondidas, con la mano cerrada asegurándose que nadie sabía lo que te estaba pasando. Como si fuera algo ilegal, no permitido o lo que es peor: algo vergonzoso y vengonzante. 

La regla se ha vivido siempre en la clandestinidad, que no se entere nadie de que la tienes porque qué vergüenza. Para esquivar el bochorno que supone decir que estás menstruando y que alguien de tu círculo más cercano y de primera confianza pueda entenderlo, invéntate mil nombres que la escondan: que está aquí tu primo Andrés, que ha llegado tu prima, que este finde viene mi amiga... lo que sea pero no digas que tienes la regla porque eso da asco y vergüenza y no hay que desagradar. La razón del silencio y el estigma es claro: a los hombres les han producido siempre mucha repugnancia nuestras reglas. 

Pero esta semana Irene Montero y su equipo del Ministerio de Igualdad volvieron a retorcer la hegemonía cultural construida a partir de la invisibilidad de nuestros deseos, de nuestras demandas y nuestros dolores. Somos seres menstruantes, eso irá al Consejo de Ministras. Sí señores, echamos sangre cada 28 días, sangre que duele mucho y huele mal. No hay nada de malo en ello, es la vida de más de la mitad de la población de este planeta. 

De nuevo Podemos abre camino. La menstruación entra en el debate público con dolor y fuerza, como es ella. Y aunque ahora medio país se burla, puedo predecir y no me equivocaré, que en el futuro, las cuestiones menstruales formarán parte del consenso social y será algo indiscutible en todas las agendas políticas. Las conquistas sociales han venido siempre desde la izquierda y como en este caso, se ha tenido que luchar con sangre. 

Que lo público conquiste lo privado con la regla y el dolor que produce, de lo caro que están los productos menstruales... son pasos imborrables para la historia de las mujeres de España. Pero alguien tenía que pagar el pato y otra vez ha sido Irene; pero son muchos hombres y mujeres las que contaremos a nuestras hijas y nietas quién hizo posible todo lo que ellas disfrutan. Irene Montero abre camino por las que fueron, las que somos y por las que vendrán. Esas son nuestras reglas. Aquí están.

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