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Dos caras de Jano: la cumbre de Kazán y el plan para la Victoria de Zelenski

Ruth Ferrero-Turrión

La reunión de los países miembro de los BRICS en Kazán.- EFE/EPA/MAXIM SHIPENKOV
La reunión de los países miembro de los BRICS en Kazán, Rusia.- EFE/EPA/MAXIM SHIPENKOV

La foto de esta semana en la Cumbre de los BRICS celebrada en Kazán con Vladimir Putin rodeado por el indio Narendra Modi, el presidente de Sudáfrica Cyril Ramaphosa y el primer ministro chino Li Qiang es, sin duda, una imagen que contrasta con otra mucho menos solemne y con tonos muchos mas grises, la del presidente Zelenski hace apenas una semana presentando su Plan para la Victoria ante la OTAN y la UE. En el primer caso, aunque con algunas discrepancias, la imagen es de bloque; en el segundo, lo que predomina es la ansiedad y desesperación del presidente ucraniano por conseguir unos objetivos que todos quieren, pero por los que muchos no están dispuestos a pagar su elevado precio. En resumen, unidad de acción frente a decepción. Y en ambos casos, una imagen de la política mundial altamente masculinizada. 

En la reunión de los BRICS, la decimosexta celebrada hasta la fecha, contaba en esta ocasión con la presencia de nuevos miembros. A Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica se sumaban otros cuatro países: Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos Árabes. Un total de nueve países que representan el 36% del PIB y el 45% de la población mundial. Estos datos ponen de manifiesto que el peso en la economía mundial de estos países (36%) supera al del G7 (29%), una tendencia que no se ha visto alterada desde 2018. Esta alianza estratégica, además, se puede ampliar en un número importante de países ya que 34 países han solicitado algún tipo de cooperación. Así se han comenzado a estudiar posibilidades que podría articularse como una suerte de BRICS Plus.  

En esta ocasión, y dado que la cumbre se celebra en territorio ruso, la reunión ha estado presidida por Vladimir Putin, que ha ejercido de maestro de ceremonias al tiempo que ha presentado al mundo una imagen que no comulga demasiado bien con la idea del aislamiento global de la Federación Rusa. Por supuesto, además de la política de lo simbólico, también se ha marcado una agenda que persigue un objetivo claro, y, en este caso, muy marcado por los intereses rusos y chinos: el de avanzar en la desdolarización de la economía mundial. La idea se sostiene a través de la afirmación de que el dólar se ha estado utilizando como un arma para dañar las economías que no responden a las demandas de Washington. Como ya se ha visto en otras ocasiones, Putin aprovecha conceptos y aproximaciones utilizados por occidente para operar en un efecto espejo. La aplicación de sanciones económicas o la expulsión de los sistemas de pago SWIFT sin duda han hecho mucho daño a la economía rusa, por tanto, lo que pretende Moscú es crear un sistema alternativo que le permita esquivar las sanciones y realizar operaciones financieras sin trabas. Ante esta propuesta hay quienes como India y Brasil tienen reticencias, puesto que quieren mantener una agenda estratégica propia que les permita operar con distintos actores según el momento y la cuestión a tratar y que, por el momento, no se quieren ver arrastrados a una deriva abiertamente pro- china y anti-occidental. Como ya debiéramos saber en realidad todos los Estados se mueven por intereses propios y este no iba a ser una excepción. Así que sí, en el marco de los BRICS hay discrepancias, al igual que también las hay en el marco de la UE y de la OTAN. 

Pero además de desdolarización, otro de los temas que se han abordado ha sido el de los planes de paz chino y brasileño para Ucrania, planes que, por supuesto, son frontalmente rechazados por Zelenski, que sigue intentando convencer a sus aliados de que su plan para la victoria es la única salida viable a la guerra, aunque, de momento, con muy poco éxito. 


Sea como fuere, lo cierto es que, aunque sin haber alcanzado grandes compromisos, esta cumbre de los BRICS ha dado aire a Rusia y a Putin. La presencia de Erdogan o del propio Antonio Guterres le ha permitido al líder ruso mostrar que Rusia no es un paria internacional y que no está aislada. Se avanza, parece, hacia ese mundo multipolar al que aspiran los países del Sur Global. El marco de los BRICS es desde luego la demostración gráfica y visual de ese nuevo orden mundial que quiere impugnar al construido tras la Segunda Guerra Mundial. No será fácil. A pesar de sus esfuerzos y su potencia económica y de influencia, China y Rusia son también conscientes de lo difícil que va a ser que algunos de sus socios estratégicos tomen partido unívocamente. 

Por su parte, el bloque occidental espera, no sin ansiedad, el resultado de las elecciones norteamericanas del 5 de noviembre con el que se podrán unos dibujar escenarios globales con algo más de certeza. Ucrania teme, no sin razón, que una victoria de Trump lleve a una entente de Washington con Moscú que la deje amputado y reducido a "uno más" de los interminables conflictos en el marco del espacio postsoviético. Zelenski es consciente y, por ello, durante estas últimas semanas intenta una mayor involucración de sus socios que nunca termina de llegar. 

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