Firmas Olímpicas

Ahora entiendo a mi madre

Marta Domínguez, la mejor atleta española de todos los tiempos, no ha podido cumplir uno de sus sueños, colgarse una medalla en estos Juegos Olímpicos de Pekín. Aunque el oro estaba imposible, la buena colocación a falta de 200 metros y la garra y entrega que pone, nos hacía pensar que tenía muchas opciones para entrar en la pelea por la plata y el bronce junto a la rusa y la keniata. La carrera ha salido a un ritmo infernal desde el primer metro, lo que ha hecho que enseguida todas las atletas corriesen en fila de a uno.

Marta ha corrido de forma muy inteligente, de menos a más, conocedora de la táctica que iba a emplear la ganadora. Ahora entiendo cuando mi madre me dice que no es capaz de verme correr de lo nerviosa que se pone. Mientras animaba a Marta, mi corazón iba desbocado, ya que la veía con serias opciones de subir al podio. La olímpica es la única medalla que falta a Marta en su envidiable palmarés.

De repente, a falta de un último esfuerzo, un obstáculo, y nunca mejor dicho, se ha interpuesto camino de su gloria. El susto que me he llevado ha sido grande, ya no por la medalla, que por un instante ha pasado a un segundo plano, sino porque el batacazo tenía pinta de haber sido tremendo. La cara de Marta y su mirada perdida al intentar reanudar la carrera y ver que no podía por más que quería me ha congelado el alma. Afortunadamente para todos, el susto se ha quedado en un
rasguño en una rodilla.

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