La peste es una novela de Albert Camus, un escrito francés muy progresista y muy sensato, publicada en 1947, un par de años después de terminada la Segunda Guerra Mundial. Del golpe de aquella guerra, que causó más de 50 millones de muertes intencionadas solo se podía salir golpeado. Era el momento de recordar la sentencia de Dostoyevski: si Dios ha muerto, todo está permitido. ¿Dónde estaba Dios durante aquella catástrofe?
En 1945, otro autor, William Golding, publicaba El señor de las moscas. Unos niños perdidos en una isla remota, sin adultos, eran la excusa para mostrar cómo el ser humano se degrada cuando pierde la esperanza.
"En el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio".
"¿Dónde estaba Dios en los campos de concentración?", se preguntaba el premio Nobel de la paz Elie Wiesel. Theodor Adorno, filósofo, escribía que después de Auschtwitz, ya no se podía escribir poesía, y Paul Celan y Neruda y Benedetti, poetas, le demostraron que era mentira.
En "La peste", Camus escribía una de sus frases más repetidas: "En el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio". Y es verdad que en las pestes, además de ratas muertas y ratas vivas, hay gente decente.
La mirada de Camus no deja dudas: la fraternidad es el motor que impulsa la humanidad, porque lucha contra las desigualdades y se basa en la empatía. Son esos ojos que se nos llenan de lágrimas cuando vemos a un policía y a un enfermero abrazarse, los aplausos a una mujer que está barriendo las calles o a jóvenes llevándole la compra a ancianas.
En la obra de Camus, en mitad de la mejor de las excusas para poder ser insolidarios, minúsculos, egoístas, tramposos, mentirosos, emerge con una fuerza indestructible el amor, la generosidad, la entrega. Que es lo que salva a la ciudad de la peste. Los profesionales sanitarios se están jugando la vida y es el sector que más contaminados tienen. Hoy sabemos que en las UCIs de Madrid, el personal contratado cobra 35 euros por una jornada de diez horas. A 3,5 euros la hora. Se lo paga la Comunidad de Madrid. Isabel Díaz Ayuso, del Partido Popular, la misma que no pierde ocasión todos los días de atacar al gobierno de España. Y que sale a aplaudir al balcón a los profesionales sanitarios. Ayuso, como Cifuentes o Esperanza Aguirre o Pablo Casado, están a favor de la sanidad privada.
Los medios de comunicación mantienen a sus periodistas al pie del cañón para que sepamos qué está pasando, porque de lo contrario se resentiría la democracia. Pero todos los días, todos, los medios mienten. Se miente en tertulias donde un entrevistado usa su dolor para sembrar mentiras sobre supuestas ambulancias a disposición del gobierno. Miente el diario La Razón sembrando bulos en mitad de un estado de alarma, afirmando que el gobierno iba a bajar el sueldo a los funcionarios o que existían inexistentes informes del CSIC alertando del riesgo de las aglomeraciones antes del 8M.
"Mienten hospitales privados, como HM, que quieren despedir a parte de sus trabajadores o mandarles de vacaciones"
Mienten personas como Ayuso que dice que el Gobierno está impidiendo que se suministren materiales, como si el gobierno tuviera la voluntad de acabar con la gente. Ahora se le han perdido los dos aviones chinos llenos de material. Y ésta señora es la que está queriendo dinamitar la credibilidad del gobierno de España.
Mienten algunos médicos, poquitos, que tienen un afán enfermo de protagonismo y graban vídeos recomendando medidas falsas como hacer vahos o insultando al gobierno, solo por lograr protagonismo. Y, por supuesto, dicen lo contrario de lo que decían hace un mes. Pero gritan tanto e insultan tanto que ya ni oyes.
Mienten hospitales privados, como HM, que quieren despedir a parte de sus trabajadores o mandarles de vacaciones, demostrando que la sanidad para ellos es un negocio, aunque no tengamos más remedio que acudir a ellos cuando lo público está colapsado.
"En "La peste", Orán, la ciudad contaminada de Camus, se salva por que existe un nosotros que es mucho más grande que nuestras pequeñeces"
Mienten las residencias de mayores que no han informado de los fallecimientos de ancianos para no perder prestigio o para evitar que, como al final se ha hecho, se intervengan las mismas. CLECE, la empresa de Florentino Pérez, despedía a las empleadas que denunciaban que faltaba material en las residencias de ancianos. Porque son un negocio.
A las ocho salimos a aplaudir a todos los trabajadores y trabajadoras que permiten que España no se pare, que tengamos luz, agua, gas, comida, atención médica, materiales, transporte, información.
En "La peste", Orán, la ciudad contaminada de Camus, se salva por que existe un nosotros que es mucho más grande que nuestras pequeñeces. Un nosotros que no fueron capaces de fragmentar los mentirosos. Los que no somos creyentes sabemos, como dijo Elie Wiesel, que dios estaba en los prisioneros ahorcados en los campos de concentración. Dios está hoy en ese corazón que aplaude a las ocho, en esos sanitarios contaminados y que han fallecido de coronavirus a fuerza de curárnoslo, en esos policías y guardias civiles contaminados o muertos ayudándonos a ayudarnos contra el virus, en esos trabajadores y trabajadoras contaminados o muertos permitiendo que podamos estar en nuestras casas porque ellas y ellos están trabajando. No estaba en los nazis ni está en los egoístas que no quieren que salgamos de esta crisis más solidarios y menos desiguales.
Comentarios
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