Las cosas, para bien o para mal, se van poniendo en su sitio. Claro que es mejor que la leche no se derrame, pero cuando lo hace, hasta que no llega al suelo solo queda esperar. No puedes recogerla en el aire con las manos. Lamentarse de que se haya vertido tampoco sirve de mucho. Sobre las baldosas, es entonces el tiempo de hacer algo. En España el tiempo de espera se ha terminado. O nace lo nuevo o lo viejo regresa. Con la certeza de que va a regresar convertido en un monstruo.
Hoy el grueso de los españoles vive peor que hace diez años, tiene muchas más inseguridades ante la suerte del país, desconfía mucho más de la clase política y ve cómo a su alrededor crece el desorden nacional e internacional. Además, está la amenaza medioambiental tocando tierra con sequías, incendios, tifones, huracanes, terremotos y las consiguientes hambrunas y desplazamientos de inmigrantes desesperados. El mundo está más feo y la incertidumbre genera miedo. Aunque haya un partido del siglo cada semana para distraernos.
El caos creado en Catalunya tiene que dejar paso a algún orden. La izquierda se hundió en la I República por la "cuestión catalana". La izquierda se hundió en la II República por la "cuestión catalana". Si vuelve a hundirse, habrá que esperar a que regrese otra vez una oleada democrática y no vuelva a perderse la oportunidad. Nos jugamos mucho. El PSOE no entiende nada.
Nudo
La crisis del Estado español viene de lejos, pero toma cuerpo con la crisis económica de 2008. Ahí se ponen en cuestión cinco elementos esenciales con los que se había construido el sistema político al regreso de la democracia tras la muerte de Franco: (1) el ascenso social, frenado por culpa del nuevo marco económico neoliberal (con las dificultades económicas ayudándonos a mirar con ojos más críticos la corrupción y la ineficiencia política); (2) la ruptura del bipartidismo -con el nacimiento de Podemos y la reinvención de Ciudadanos por parte de los bancos como muleta del PP-; (3) el cuestionamiento de la monarquía (con la aprobación in extremis de una ley de abdicación con addenda inmunitaria para Juan Carlos I); (4) la España autonómica, con la emergencia en Catalunya de un movimiento popular como reacción a la recentrailzación del PP; y (5) la desconfianza ante una Europa en manos de los grandes sectores económicos y financieros.
En ese escenario todos los actores políticos finalmente iban a moverse. Uno de los errores de Podemos fue pensar que eso no iba a pasar. El momento de impugnación de la democracia del 78 iba a tener contornos populistas porque se centraba en la crítica de todo lo que no funcionaba. Per detrás del momento destituyente debía venir el momento constituyente. El sistema parecía en shock, incapaz de reaccionar ante la evidencia de los reproches (corrupción, paro, precariedad, desahucios, amnistías fiscales, rescates bancarios...). Pero pronto lo hizo. Destituyó a directores de medios, amenazó a plantillas enteras de periodistas, presionó a la fiscalía -y donde podía a los jueces- y, sobre todo, enfiló sus cañones contra Podemos. Los medios tradicionales empezaron a construir ataques con mentiras (aún ayer Pablo Casado, un joven que emula el falangismo de los años 30, publicaba una factura falsa hecha con Photoshop para atacar a Pablo Iglesias). La Casa Real se renovó, el PSOE buscó, cierto que con sobresaltos, una nueva cara, y la derecha se dio nuevos aires (portavoces más jóvenes en el PP, auge de Ciudadanos, reconstitución de Convergencia Democrática de Catalunya). Y la extrema derecha volvió a pensar que España es su cortijo, regresando maneras y modos del pasado.
Pese a todo, las costuras ya se habían roto. Podemos lograba 71 diputados y cinco millones de votos. En Catalunya, el viejo partido de Jordi Pujol iba a reinventarse haciéndose independentista y convirtiéndose en la dirección política de un movimiento popular que reclamaba el derecho a decidir no sólo territorialmente. El PSOE salía de su crisis con una dirección débil e inconsistente que da constantes tumbos. En el PP, con 800 cargos imputados por corrupción, Rajoy venció la operación Menina y consolidó el control de su partido con una amenaza: como nos caigamos nos caemos todos. Las flechas estaban en el arco y tenían que salir. La Púnica, Gürtel, Lezo es del partido, no de los que han pillado.
Desenlace
Las fuerzas que han gobernado España durante los últimos 40 años (algunos de ellos ya habían gobernado también los 40 anteriores) se han reubicado y muestran finalmente sus cartas. Y no de la mejor forma para la democracia. Los retos que significan Podemos, Catalunya y la recuperación del Estado social han movido el tablero político, pero el statu quo ha enfilado hacia una dirección reaccionaria.
El PP ha decidido utilizar el irresponsable órdago de Puigdemont y Junqueras para aplicarle a toda España el artículo 155. De hecho, el Ministro Montoro ya venía aplicándolo con los recortes económicos a los municipios. Catalunya como momento de freno democrático. El PP ha empezado a hacer con los catalanes independentistas lo que le gustaría hacer en toda España: encarcelar a los adversarios ¿No es lo que buscaba el Ministro Jorge Fernández cuando se inventó la policía política -invento demostrado en el Parlamento- o cuando el patético Pablo Casado pública otra vez pruebas falsas contra Podemos? ¿No es lo que buscaba Montoro inventándose falsos delitos fiscales o laborales en gente de Podemos? ¿Es que no estuvieron en la cárcel los titiriteros? ¿Es que no llevan un año en la cárcel los jóvenes de Altsasua? ¿Es que no querían ver en la cárcel a José Bódalo o a Alfon?
El PP ha decidido gobernar con el 28% de los votos más reaccionarios. Sabe que no puede subir más y ha sacrificado a Catalunya, donde prácticamente no existe, para mantener a sus hooligans en el resto de España. El Ibex 35 le ha mandado pactar con Ciudadanos y el PSOE se ha mandado a sí mismo aceptar que encarcelen a políticos, algo que incluso Amnistía Internacional ya ha condenado. El PSOE de Pedro Sánchez más cerca de Bono que de Amnistía Internacional. ¿Qué sentirán los que votaron a Sánchez en las primarias? Rajoy tendrá que seguir capeando el temporal. Cada día una nueva imputación. Hoy ronda a Cifuentes. Pero les da lo mismo. Imaginemos que un micrófono indiscreto grabara a Rajoy diciendo: "Debiéramos hacer en Cataluña lo mismo que hizo Primo de Rivera. Debiéramos prohibirles hasta hablar catalán". ¿Qué pasaría? Nada. Saldría Rajoy al día siguiente diciendo: no hay que hacer caso a conversaciones privadas. Las conversaciones privadas son privadas porque son conversaciones y son privadas porque lo privado es privado y conversaciones. O algo así. Y ya. El PP puede hacer lo que le dé la gana. Sus seis millones y medio de votos ya no se mueven. Vieja España con olor a cerrado y sacristía.
El PSOE de Sánchez también ha decidido. Después de haber remontado desde la izquierda y desde Catalunya en su partido venciendo a la vieja guardia de González, Bono y Rubalcaba, ha terminado echándose en brazos de Rajoy en un nuevo pacto bipartidista que no le cumplirán. Ha entregado a sus bases por migajas que ni siquiera cobrará. No era fácil, pero en tiempos difíciles no sirve de mucho hacer el gallina. El PSOE es un guirigay donde una parte de sus diputados no le obedecen -y no sólo los fieles a Susana Díaz-. Cierto. Pero ha repetido el error de Zapatero de no atreverse. Al final, en vez de llevar al PSOE hacia el futuro -como está haciendo Corbyn en Inglaterra o Costa en Portugal - lo ha convertido en una muleta del corrupto PP, compitiendo con Ciudadanos a ver quién se muestra más sanguinario con Catalunya. La ensoñación que viejos y jóvenes socialistas tuvieron con la resurrección de Sánchez ha durado muy poco. Ya dijimos en su día que es muy difícil que alguien cambie su manera de pensar pasados los cuarenta años. Todo ha sido una estrategia personal que acerca a la socialdemocracia española a la italiana, la griega y la francesa.
El Rey también ha optado, tomando la primera decisión de su reinado y la más equivocada: apostar por una restauración de la mano del corrupto PP. Podía haber arbitrado con Catalunya, haber elegido ofrecer una vía de diálogo que frenase el enfrentamiento entre Catalunya y España. Era sencillo: llamar al respeto de todos a la Constitución y brindar al tiempo una vía de diálogo que frenase la indignación de millones de catalanes. Hubiera sido para su legitimidad lo que fue el 23-F para su padre. Pero le ha salido esa apuesta de los Borbones por las oligarquías en vez de por los pueblos. No en vano, el delito de sedición se metió en el Código penal por vez primera en tiempos de su antepasado Fernando VII.
¿Qué queda? Sólo Podemos y la posibilidad de encauzar el movimiento popular en Catalunya en una dirección emancipadora y al conjunto de España en una dirección constituyente. Llevamos 40 años de Constitución del 78. Es tiempo de despertar. O lo que se nos viene encima es una segunda transición con el rey siguiendo la senda de su padre, con el PSOE, PP y Ciudadanos pactando recortes y maquillajes dentro todo de una Europa cada vez más autoritaria. Es decir, una Segunda Transición con menos derechos que en la primera.
La declaración unilateral de independencia es la culminación del aventurerismo por parte de irresponsables que hicieron promesas que no podían cumplir. La aplicación del 155 es la señal de impotencia de unas leyes que se han quedado detrás de los pueblos. Los mentirosos deben salir de la política. El independentismo ha podido hacer este viaje porque enfrente tienen una derecha, la del PP, que está más cerca de la polaca de los Kaczynski, de la italiana de Berlusconi y de la extrema derecha de la AfD alemana, que de Merkel o Macron. Encarcelando a políticos, última estación de esta suma de disparates, los hooligan tienen lo que necesitaban. Ruido que nos aleja.
Epílogo
Al final vendrá una solución, pero será cada vez más difícil porque están polarizando a los pueblos de España. La cobardía de medios y algunos centenares de periodistas les ayuda (¿Cómo es posible que un político del PP pueda presentar facturas que todo el mundo sabe que son falsas y salir indemne de una rueda de prensa? Supongo que por las mismas razones por las que Rajoy daba ruedas de prensa en plasma o sin preguntas y la asociación de prensa callaba). Parece que los políticos in extremis buscan salvar sus vergüenzas. Que se convoquen elecciones en Catalunya y patada adelante.
Podemos haría bien mirando hacia sus orígenes cuando expresaba el cansancio de este pueblo y la necesidad de darle un impulso a las bases de nuestra convivencia. Volviendo a enfadarse. Pidiendo diálogo pero sin olvidarse que ninguno de los que nos han traído hasta aquí debiera formar parte de la solución. Volviendo a indignarse. Volviendo a recordar que el PSOE ha regresado a las andadas (al tiempo que el diario El país involuciona empeñando en convertirse en un tabloide). Diciendo que este Parlamento y este gobierno no nos representan, como piensa tanta gente que no entiende tamaña falta de sensatez del PP, del PSOE, de Ciudadanos y de los independentistas, y que no quiere que vuelvan a darnos gato por liebre. Salvando la democracia desde la palanca de los municipios y el altavoz de los Parlamentos en su clave desobediente. No entrando al juego tramposo de ganar tiempo con falsas promesas de reforma constitucional que no van a ningún lado. ¡Cómo puede España ser tan garbancera de no atreverse a reformar la Constitución contando con sus pueblos! Ya está bien. Lo viejo ha movido ficha. El tablero, ahora, debe estar en manos de lo nuevo. Y eso pasa porque volvamos a escuchar a Podemos contarnos su proyecto de país. Pasa porque vuelva a cambiar el miedo de bando. Pasa por que Podemos despierte. Porque si ocho millones de españoles no entienden que estamos perdiendo nuestra democracia, vamos a volver a entrar en una noche que va a volver a hacer de España un sitio bien feo.
Comentarios
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