En el país de los Pujol y sus pornográficos tejemanejes, de Granados y su Púnica, de los Eres andaluces, de Bárcenas y la Gürtel... en el país donde hay políticos que cuentan los billetes de las mordidas escondidos en un coche, donde algunos miembros de la familia real acaban en el banquillo y el partido que tiene más casos de corrupción pendientes de juicio consigue más votos cada vez que se presenta a unas elecciones, en ese país encaja perfectamente que a un personaje como Lionel Messi se le haga la ola colectiva tras haber sido declarado culpable de tres delitos fiscales por la Audiencia Provincial de Barcelona.
¡Señoras y señores! Ese joven muchacho tan correcto como soso, con pinta de no haber roto un plato en su vida, ese chico tan aparentemente impoluto y políticamente correcto, que hasta los escupitajos en el césped los suelta con gracia el chaval, acaba de ser condenado a 21 meses de cárcel, que no cumplirá, por haber defraudado al fisco -con "ignorancia deliberada"- 4,1 millones. Aunque la sentencia está recurrida al Supremo, el joven icono ha sido juzgado y condenado.
Me resulta difícil entender la tolerancia social de la que gozan los deportistas, hasta el punto que mientras escribo esto, ya me estoy imaginando que me va a caer la del pulpo. Hace unas semanas tuvimos el turbio asunto del portero de Gea -presunto, claro-, sobre el que de momento se ha corrido un tupido velo; ahí están también las siniestras historias de dopaje en el ciclismo, o el ascenso y caída de atletas como Ben Johnson o Javier Sotomayor; del caso Maradona mejor ni hablamos... En fin, el caso es que estos ídolos de masas -caídos o no, juguetes rotos en unos casos y en otros siempre héroes hagan lo que hagan- gozan de un grado de comprensión hacia sus actos delictivos infinitamente mayor que la que se nos concede al común de los mortales por transgresiones mucho menos graves.
Antes de continuar, una declaración de principios: me gusta seguir los espectáculos deportivos y, aunque no soy del Barça, reconozco que sus jugadores, con Messi a la cabeza, me han hecho disfrutar mucho con su fútbol durante la última década. Dicho esto, añado: me parece inadmisible que Messi se escaquee a la hora de cumplir con sus obligaciones fiscales y me desconcierta que el equipo que le paga la sustanciosa nómina lance una vomitiva campaña -"Todos somos Messi"- para apoyar al "pobre chico". No vaya a ser que se deprima el muchacho, pierda la inspiración en el campo y les busque la ruina. Pero lo que menos me gusta del todo es la condescendencia y la comprensión de la parroquia para con este tipo de fechorías, dispuesta siempre a mirar para otro lado y exculpar al inocente jovenzuelo, víctima el angelito de las tropelías de un entorno que, con su "papá" al frente, roba en su nombre sin que él se entere de nada. "Ignorancia deliberada"
Coincide la publicación de la sentencia de Messi con la proyección en los cines de "The program" ("El ídolo"), la película en la que Stephen Frears narra con pelos y señales el escandaloso fraude que fue la historia del ciclista estadounidense Lance Amstrong, antes y después del cáncer de testículos que sufrió a los 25 años. Amstrong ridiculizó aquel viejo refrán que sostiene que "no se puede engañar a todos todo el tiempo" porque él lo hizo durante toda su carrera deportiva. Ganó siete Tours de Francia seguidos dopado hasta las cejas y nunca lo pillaron. Y si no hubiera dejado tirado a su otrora fiel gregario Floyd Landis cuando éste dio positivo en el Tour de 2006, todavía al tejano continuaría disfrutando de una fama y un reconocimiento que nunca mereció. Porque fue Landis, que durante años se dopó con él y junto a él, quien decidió tirar de la manta cuando se vio abandonado por quien había sido su jefe de filas.
Como hice durante tantos meses de julio en mi vida, veo estos días, a la hora de la siesta, algunos finales de etapa del Tour de Francia y no puedo evitar preguntarme si por por fin habrán conseguido limpiar el pelotón de delincuentes o si, por el contrario, dentro de unos años volveré a enterarme de atrocidades de estos tiempos como ahora se cuentan en "The Program" las que ocurrieron durante la última década del siglo XX y la primera del XXI.
Hace tiempo que tengo claro que no hay que creer en nada ni en nadie, pero... ¿de verdad se lo tengo que contar así a mis hijas? ¿de verdad les tengo que contar a los ilusionados jóvenes que conozco que todos sus ídolos son mentira, que no aspiren nunca a ser como ellos, que muchos de aquellos a quienes tanto admiran se mueven al margen de la legalidad y defraudan al fisco, se dopan o se drogan porque se creen inmunes, porque está convencidos de que cuentan con una tolerancia social prima hermana de la impunidad?
¿Quieres robar y que no te pase nada? Pues primero hazte figura del fútbol, atleta o ciclista y luego todo te será perdonado. O peor: no te andes con miramientos y drógate, que todos lo hacen, como dice Amstrong en la "The program". Solo tienes que ser más listo que ellos y que no te pillen.Y si no te pillan, que te quiten lo bailao.
Claro que, en el fondo, esa directiva del Barça que ha tenido que pactar con Hacienda y pagar 5, 5 millones para cerrar el vidrioso asunto Neymar, la misma que ahora promueve la campaña "Todos somos Messi" intentando manipular la buena fe de los socios, lo que hace es moverse en el mismo fango al que nos tienen acostumbrados esos políticos que no paran de abrir telediarios protagonizando casos de corrupción. Roban a manos llenas y luego les llenamos las urnas de votos. ¿Por qué van ser menos el Barça y sus chicos?
Comentarios
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