Esta tarde en Tembleque (Toledo), masajistas y fisioterapeutas tienen sobrado trabajo. Desde Madridejos hasta aquí han sido casi treinta kilómetros que este grosero calor de octubre ha hecho más duros de lo previsto... Los claxon solidarios de coches y camiones con los que se cruzaban han supuesto una buena inyección de adrenalina para estos bregados pensionistas que no parecen dispuestos a desfallecer ni en el camino ni en sus reivindicaciones.
Es la etapa número veintiuno desde Rota, donde Ángel Guerra y Ángel Novo se pusieron al frente de una aventura que teóricamente transcurriría en otoño. Ni una gota de agua les ha caído hasta ahora. Dolo, encargada de redes, ha subido a facebook una fotografía tomada al rebasar la señal que indica los cien kilómetros que faltan para llegar a Madrid. El martes 15 estarán en la Puerta del Sol y de nuevo al día siguiente, para ir desde allí hasta el Congreso de los Diputados, donde entregarán sus demandas: pensión mínima de 1.080 euros, revalorización automática con el IPC real, desaparición de la brecha de género...
La sala del centro social donde dormirán este viernes es el lugar habitual de ensayo de la banda de música local. Los colchones de gomaespuma, sin sábanas, sobre los que colocan sus sacos de dormir, hay que juntarlos más de lo que viene siendo habitual en otros lugares porque en la otra estancia andan preparando los actos para celebrar la fiesta de la patrona de la guardia civil. Antonio, escultor malagueño de 83 años que se incorporó a la marcha en Córdoba, acepta encantado un masaje mientras presume de no haber necesitado ni un solo día recurrir al coche de apoyo. Cada jornada sigue el ritmo sin dificultad, lo que eleva el listón de quienes sienten la tentación de lamentarse, aunque la media de edad supere con creces los sesenta años. Ampollas, rozaduras, vendas, olor a linimento... Ese es el panorama, pero nadie osa quejarse.
Cuando iniciamos la etapa de este sábado 12 de octubre María, jienense del Sindicato Andaluz de Trabajadores, ha decidido no sentir dolor por muy reventados que lleve los pies. Como la mayoría de compañeros de caminata, su currículum de lucha es largo: marcha por la dignidad, ocupaciones de fincas, multas judiciales... Esto merece mucho la pena, me dice, somos gente pequeña haciendo cosas pequeñas, pero así es como dice el refrán que se consiguen las cosas grandes, ¿no?
Un grupo de jóvenes nos recibe a la entrada de La Guardia, pasada la una de la tarde, con aplausos y una pancarta: "Gobierne quien gobierne, las pensiones se defienden". "Levanta del sillón y defiende tu pensión", corean los caminantes a medida que se adentran por las calles del pueblo, "Menos ladrones y más pensiones", "Hoy por mí, mañana por ti". Entre aplausos de los vecinos llegamos hasta la sede local del Pce, con bandera republicana en el balcón, donde nos han preparado un cocido poco recomendable para los catorce kilómetros que aún quedan hasta Dos Barrios, el último municipio castellano manchego de la ruta. A Juan, de Alcalá de Henares, o a Antonio, de Alameda (Málaga), no se les nota nada preocupados por la envergadura del desafío. Otro Juan decide arrancarse por fandangos a los postres: "Ni curas, ni dios, ni rezos./Cuando yo muera mañana,/poned sobre mi pecho/bandera republicana".
Aplausos, abrazos, fotos y vuelta al camino. Elvira, tinerfeña de 64 años acostumbrada a subir al Teide con frecuencia, demuestra su pericia dejando a todo el mundo atrás cada vez que abordamos una cuesta, pero nadie se arredra: agua en las gorras para refrescar el empuje y determinación, que no se embarcaron en esto para andarse con remilgos ni desalientos. Son unos treinta, quizás pocos, pero saben que no es un empeño menor el que están promoviendo y que, junto con los compañeros que caminan desde Bilbao, contribuyen a proporcionar mayor dimensión a la manifestación del día 16 en Madrid. Los políticos han entendido que solo hacerse fotos con ellos no cuela y se remangan. En Dos Barrios gobierna la derecha pero los reciben con la misma cortesía, o más, que en muchos de los municipios con gobiernos de izquierda en los que han pernoctado.
Como llevan haciendo en cada pueblo donde finalizan una etapa, Ángel Novo y Ángel Guerra se dirigen megáfono en mano a la gente concentrada en la plaza del ayuntamiento y van exponiendo las reclamaciones de la Plataforma en defensa de las pensiones públicas: "Queremos que la pensión de viudedad sea del 85%. Ahora está en el 60, y eso porque fue una condición del PNV para aprobar los últimos presupuestos de Rajoy; hay que eliminar ya el copago farmacéutico y restablecer todos los derechos sanitarios; las pensiones tienen que ser un derecho constitucional, blindado de los vaivenes políticos..."
Salvo alguno de los organizadores, que ha debido atender llamadas de prensa o de Protección Civil durante la marcha, nadie ha mirado el móvil en todo el día. La energía, me dice Olga, de Mérida, hay que administrarla para poder gritar con fuerza en Madrid el miércoles 16, desde Sol hasta el Congreso de los Diputados, en la manifestación convocada por la coordinadora estatal. Hay quien habla de dejar allí, además del manifiesto con las reivindicaciones, las zapatillas con el polvo de casi setecientos kilómetros. Otros prefieren llevárselas a casa, lavarlas bien y colgarlas en la pared, quizás con un marco, dicen, o solo una inscripción en la que pueda leerse algo así. "Este fue el calzado con el que empecé la lucha por las pensiones de mis hijos y mis nietos".
J.T.
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