Entre los "debes" a mi juicio atribuibles a Iván Redondo y Carmen Calvo está el no haber sido capaces, durante el tiempo en que ocuparon sus respectivos cargos gubernamentales, de revitalizar y dignificar RTVE, algo que estaba en sus manos haber propiciado pero nunca hicieron.
Desde julio del 2018, ingenuo de mí, vengo sintonizando los informativos de la televisión pública con la secreta esperanza de percibir que la demolición llevada a cabo durante los años de gobierno de Rajoy se acababa y por fin era posible que los telediarios recuperaran el prestigio conseguido durante la época de Zapatero, cuando la batuta estuvo en manos del hasta ahora irrepetible Fran Llorente.
¿Qué ha pasado, qué continúa pasando para que no haya sido posible ofrecer, en tres años ya de gobierno primero socialista y luego de coalición progresista, una información digna y presentable, donde lo que prime por encima de cualquier otra cosa sea el criterio profesional, como ocurrió en la anterior etapa de un gobierno de izquierdas en el poder?
¿Por qué en aquel período se consiguió mantener a raya tanto a la oposición como al gobierno cuando intentaban presionar, por qué se desoían los chantajes y no se temían los intentos de represalia, por qué se podían elaborar unos telediarios en los que el telespectador se sentía respetado y ahora no ocurre eso? Existió un momento de cierto oasis en el que apenas hubo tiempo de mejorar las cosas: fue cuando Begoña Alegría (temporada 2018-2019) estuvo al frente de los informativos pero enseguida se la cargaron para poner a Enric Hernández y Pep Vilar en su lugar y todo empeoró sin remedio.
Desde entonces no hay equilibrio en la pluralidad, y tanto la nómina de tertulianos como la estructura de las escaletas adolecen de los mismos defectos que en los tiempos de Álvarez Gundín y José Gilgado, quienes seguían los dictados de Génova sin rechistar. Estos dejaron sus puestos tras la moción de censura pero sus cachorros ahí siguen en las cocinas, perpetuando inercias de la época Rajoy tanto en el canal 24 horas como en las distintas ediciones del Telediario. Ni siquiera Informe Semanal, que está en manos de profesionales reconocidos, consigue recuperar el predicamento del que gozó durante tantos años. Programas de impecable factura como En Portada, Documentos TV o Crónicas continúan escondidos en la parrilla de programación.
Para evitar equívocos, puntualizaré que cuando digo que Redondo y Calvo tienen responsabilidad en todo esto no pretendo sugerir que deberían haber metido mano, por supuesto que no, faltaría más, ni en broma, pero sí era su obligación haber facilitado la misma atmósfera que Zapatero y su equipo transmitieron a Llorente y los suyos en tiempos de Carmen Caffarel para que pudieran trabajar en libertad, sin miedo a chantajes ni amenazas ya procedieran estas de Génova o Ferraz.
Por eso me rechina tanto que el foco lleve un tiempo puesto en el periodista Jesús Cintora y el programa "Las cosas claras". Vaya por delante que tengo mis reservas con ese programa aunque valoro, cómo no, que en ocasiones aborde temas de interés que no aparecen en ningún otro lugar de la parrilla de TVE. Creo que podría estar mejor hecho y que su presentador podría ser menos controvertido, sobre todo en su actuación de puertas adentro, pero aún así de ninguna manera llego a entender la inquina política de la que es objeto ni la caza decretada desde hace meses en las alturas para acabar con el programa, con su conductor o con ambas cosas.
Al margen de cómo nos caiga a muchos Jesús Cintora hay una cosa clara: el año 2015 fue depurado en "Las mañanas de Cuatro" por presiones a Mediaset de las cloacas del Partido Popular. Su regreso a las ondas con un programa parecido a aquel, su fichaje por la televisión pública en noviembre del año pasado ha sido hasta ahora el único guiño, propiciado por cierto por Unidas Podemos, para intentar decirle a los espectadores que las cloacas no pueden marcarle el paso a la televisión pública.
Que, como ocurrió en Cuatro, en TVE el PP vuelva a presionar, y el PSOE se deje, para cargarse de nuevo a Cintora no es en absoluto una buena noticia para la salud democrática de este país. Y conste que si aún no lo han echado es porque en el Consejo de Administración donde se planteó no salió adelante la propuesta. Un Consejo cuya próxima reunión está prevista en Santiago de Compostela para el martes 20 de julio y que se presenta convulsa porque en los tres meses largos transcurridos desde la toma de posesión del nuevo equipo directivo, son mayoría quienes sostienen que en TVE han cambiado más bien poco las cosas. Los sindicatos (no todos) andan descontentos, los trabajadores desmotivados, los consejos de informativos deprimidos y en pantalla se perciben escasos cambios entre otras razones porque en las redacciones se ha instalado el desencanto.
Lejos parece quedar aún lo que debería constituir el único objetivo irrenunciable: que la televisión pública funcione como el servicio público que es. Lo he escrito alguna que otra vez, pero permítaseme volver a repetirlo: vamos tarde. En palabras de Pedro Sánchez, quedan 30 meses para las próximas elecciones, y eso en el mejor de los casos. Poco tiempo es para todo lo que habría que hacer si se quiere conseguir que los Informativos de TVE vuelvan a ser lo que un día fueron. La derecha y la ultraderecha están ganando la batalla de la opinión pública. Calvo y Redondo no supieron o no quisieron combatirlo ni imponerse para que imperara el criterio profesional en TVE, ¿será posible conseguirlo ahora, con los aires frescos que se le presumen al flamante Gobierno de coalición?
El balón va a estar, a partir de ya, en el tejado de Esteve Crespo, nuevo responsable de Contenidos Informativos y del equipo que este conforme con Pau Fons al frente. Si se cargan "Las cosas claras", por mucho que el programa no sea para tirar cohetes, o si quitan a Cintora, puede que no se trate del mejor de los comienzos.
J.T.
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