Las carga el diablo

Ese desconcierto llamado Sumar

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, durante su comparecencia este viernes ante la comisión correspondiente del Senado para informar sobre las líneas generales de la política de su departamento.EFE/ Fernando Villar
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, durante su comparecencia este viernes ante la comisión correspondiente del Senado. EFE/ Fernando Villar

Me pregunto cómo alguien pudo pensar alguna vez que el futuro de la izquierda en España pasaba por Sumar. Cuando estos días leo y escucho a incondicionales de la causa Magariños empezar a caerse del caballo y proclamarlo sin pudor a los cuatro vientos, no puedo menos que preguntarme qué les llevó a aquel enamoramiento incondicional que apenas les ha durado un año. 

¿Era tan difícil ver que se trataba de la nada envuelta en celofán? ¿Qué les prometieron, qué panorama de futuro les dibujaron? Y lo que es más interesante, ¿quién lo hizo? ¿cuáles eran los objetivos? ¿dónde estaban las ventajas de un invento que a todas luces dejaba claro que se trataba de fagocitar a Podemos, buscar su desactivación y anular su proyección pública? 

¿Por qué se intentó demonizar a Podemos en lugar de sumar de verdad y apostar por una izquierda más fuerte todavía de lo que en un momento dado llegó a ser, una izquierda que consiguió poner en jaque al bipartidismo y que, más consolidada aún, hubiera logrado en algún momento dar carpetazo a la correlación de fuerzas de los últimos cuarenta años? 

De todas las posibilidades que el liderazgo de Yolanda Díaz tuvo de construir una interesante alternativa de futuro, ella y quienes les rodeaban eligieron la peor. ¿Por qué decidió ponerse de perfil cuando sus compañeras en el Gobierno de coalición eran vituperadas en el Congreso mientras peleaban por sacar adelante iniciativas de progreso? ¿Por qué las ninguneó en Magariños? ¿Por qué en su momento no hizo nada para que Irene Montero continuara de ministra? ¿Por qué dejó sin voz a Ione Belarra en el Grupo Parlamentario forzando así la marcha de los representantes de Podemos al Grupo Mixto? 


¿Para qué sirvieron los procesos de escucha? ¿Las primarias para cuándo? ¿Qué iniciativas políticas han puesto en marcha que incomoden a sus socios de coalición? ¿Qué peso específico tienen en estos momentos en el Gobierno de Sánchez? El rifirrafe entre las distintas sensibilidades políticas que aún forman parte de Sumar, a la hora de conformar la lista de candidatos para las elecciones europeas, ha sido vergonzoso: Jaume Asens volviendo al ruedo (tras haber proclamado que se marchaba de la política) para ocupar en nombre de los Comunes el segundo puesto, Compromís amenazando con marcharse al grupo mixto en el Congreso si no conseguía el tercer lugar, Izquierda Unida comprobando cómo la lideresa hacía y deshacía sin contar con ellos y peleando con Verdes Equo y Más Madrid por el cuarto puesto...  

Es verdad que las izquierdas tienen que confluir alguna vez, se sabe que es la única manera de volver a recuperar el terreno perdido, pero parece claro que habrá que reinventar cómo. Sumar no es eficaz. Lo sabe Izquierda Unida, lo sabe el PCE, lo sabe Compromís, lo saben los Comunes: así no se va a ningún lado. Falta el argamasa, el pegamento que una esa oferta política que seduzca a tanta gente como en estos momentos anda desconcertada, preguntándose qué demonios pasa, gente que anda cabreada con mucha razón y que muy probablemente se quede en casa en las próximas convocatorias electorales como las izquierdas no espabilen de una vez.  

Es una obligación dar con la tecla, los mimbres están, el contenido político se encuentra en los planteamientos ideológicos de aquel primer Podemos que consiguió poner nervioso al sistema hasta el extremo de llevarlos a reaccionar con la violencia que lo hicieron para intentar acabar con ellos cuanto antes. No lo consiguieron, porque la esencia sigue viva. Si aquellas confluencias fueron posibles, han de volver a serlo. Quizás con nuevos nombres y nuevas caras, pero la potencia y la personalidad del proyecto nacido en 2014 permanece. Quienes pusieron toda la carne en el asador para destrozarlo saben que no han acabado con él. De ahí la apuesta esta vez por un Gobierno de coalición de izquierda light, de ahí que los miembros de Sumar en el ejecutivo tengan mucho menos peso y se les respete menos que al bloque de Unidas Podemos en el anterior Consejo de Ministros.  


Podemos está vivo –el CIS lo acaba de certificar- y sus ideas mucho más. Puede que cueste que eso se materialice en apoyo electoral a corto plazo pero, desde luego, lo que acabará disuelto como un azucarillo en el agua, y más pronto que tarde será esa entelequia, ese desconcierto llamado Sumar de donde empiezan a marcharse profesionales de la supervivencia que tanto lo apoyaron en sus inicios.  

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