La verdad es siempre revolucionaria

Partido político o partido feminista

En la ya larga disputa entre el Movimiento Feminista y los partidos políticos de izquierda se tergiversan las interpretaciones en función de lo que se pretenda defender.

El Movimiento Feminista surge en los momentos trascendentales de la Revolución Francesa cuando las mujeres descubren que aquellos burgueses liberales y revolucionarios que proclaman que "todos los hombres nacen libres e iguales" se refieren, literalmente, únicamente a los varones de la especie humana. Y cuando aprueban la "Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano" no las incluyen. Lo mismo sucede medio siglo más tarde cuando las estadounidenses, que han trabajado esforzadamente por abolir la esclavitud, al acabar la Guerra de Secesión logran aprobar el voto para los hombres negros pero no lo consiguen para ellas mismas.

La historia de las luchas feministas sigue siempre la misma pauta. Ciertamente el partido bolchevique y la Constitución de la URSS de 1918 aprueban, por primera vez en el mundo, la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, el voto femenino, el divorcio y el aborto, y proclama el amor libre. Las diferencias que siguieron subsistiendo en la vida de los hombres y de las mujeres en la construcción del socialismo, son consecuencia de que la mujer es una clase destinada a reproducirse y ni el ideario comunista ni  la legislación soviética tienen en cuenta esta explotación de clase. De tal modo, a pesar de los evidentes avances de la URSS en la incorporación de la mujer al trabajo asalariado y a los puestos de dirección profesionales, no dejó nunca de ser de segunda categoría política y social, inserta en sus tareas reproductoras y domésticas.

La hostilidad que los partidos comunistas y el Movimiento Sindical, del que tanto todavía hay que escribir, mostraron siempre contra el Movimiento Feminista está justificada según ellos por  la división que introduce en el seno del Movimiento Comunista. Por ello siempre tildaron a las feministas de burguesas. Muchas han sido las divergencias y enfrentamientos que han separado al feminismo del comunismo hasta el momento actual, en que aquel ha conseguido prestigiarse tanto que los partidos comunistas han asumido explícitamente la necesidad de incorporarlo a su ideario y programa, sin que eso suponga que en la práctica cumplan con lo que prometen.

Remitiéndome a los tiempos recientes de la historia española, es bueno recordar que cuando en 1975 arranca el Movimiento Feminista, antes incluso de haber muerto el dictador ya que ese año fue proclamado por la ONU como el Año Internacional de la Mujer, todas las que estábamos a la vanguardia del mismo procedíamos de la militancia en uno u otro partido antifranquista. Aquellas que, como yo misma, nos apartamos del PCE y de otros partidos marxistas para dedicarnos íntegramente a la lucha feminista lo hicimos porque después de muchos años de militancia comunista no habíamos conseguido introducir ni una sola de las reclamaciones feministas en el programa del partido, amén de la evidente preterición que padecíamos en el organigrama y el funcionamiento del partido.

Por ello, cuando en diciembre de 1975, el PCE organizó las jornadas feministas de Madrid, las feministas que acudimos tuvimos nuevamente que batirnos con las obedientes militantes comunistas que ponían siempre                                                                                                      por delante las reivindicaciones del programa de su partido, frente a las reclamaciones, ya centenarias, del feminismo. Y eso ha seguido siendo así hasta la actualidad.

Como yo estuve en todos esos acontecimientos puedo dar testimonio de que el enfrentamiento entre el Partido Comunista y las que nos reivindicábamos feministas fue provocado por los mismos argumentos y estrategias que hoy podemos observar entre el PSOE e IU y el MF. Si bien hoy parecen haberse asumido por los partidos los temas más importantes de la agenda feminista, lo cierto es que en la puesta en práctica todos están todavía pendientes. Excepto el derecho al voto, los demás siguen siendo objeto de demanda por las mujeres. Ni siquiera podemos sentirnos seguras de que no se condicionará el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo. Pero las mujeres que pertenecen a los partidos políticos, sobre todo los parlamentarios, antes obedecen las consignas de su partido que hacen causa común con el MF.

En un sistema político en que los partidos articulan todos los poderes, lo cierto es que el MF no tiene relevancia política. A pesar de la aparente importancia del Movimiento debido a las multitudinarias manifestaciones que organiza últimamente, quienes detentan el poder auténtico son los parlamentarios que legislan, los ministros que gobiernan, los jueces que dictan sentencias, los alcaldes que administran las ciudades.

Cuando desde posturas intermedias y conciliadoras se hace un llamamiento al entendimiento entre las mujeres de los partidos y las del MF, muchas de las cuales pertenecen a las dos clases de organizaciones, no se da solución alguna. Por el contrario, se está retrasando sine die la posibilidad de que se pueda implantar un Partido Feminista fuerte con influencia política.

Son demasiados años y demasiadas experiencias las que nos deberían enseñar que los partidos políticos, de cualquier ideología, dirigidos por la clase masculina que los ha formado siempre, no van a tener como principales objetivos liberar a la mujer de las pesadas cargas que soporta, y, lo que es peor, que las mujeres que pertenecen a ellos siguen obedientes las consignas de sus dirigentes.

Al mismo tiempo, el Movimiento Feminista, hábilmente dirigido por esas mismas militantes que tienen carnet y pagan cuota a su partido, se proclama orgullosamente apartidista y a veces, estúpidamente, incluso apolítico. Tanto el Capital como el Patriarcado han difundido muy hábilmente la idea, que se ha convertido en convicción en la ciudadanía, de que la política es una actividad corrupta, campaña que ya causó los desastres del siglo XX, y que por tanto las mujeres y las feministas no deben contaminarse de tan malos hábitos, propios sólo de hombres.

Las últimas experiencias electorales nos deberían servir como prueba irrefutable de esto que estoy explicando. Antes de las elecciones andaluzas del 2 de diciembre de 2017, desde el Partido Feminista intentamos movilizar al feminismo para que se posicionara claramente a favor de las opciones de izquierda, sin conseguirlo. Después de los resultados electorales, el MF volvió a manifestarse indignado, como si con convocatorias callejeras se pudieran cambiar los sufragios emitidos.

Lo mismo ha sucedido en las sucesivas consultas en 2018 y en 2019. Y todavía seguimos discutiendo, incluso con las ideólogas que imparten doctrina, si el feminismo ha de ser por sí mismo partido y programa político. Lo que es una necedad, ya que mientras el feminismo siempre es político los partidos no son feministas.

Por ello, seguir la misma dinámica del MF con las actuaciones de siempre: de profesión sus manifestaciones, mientras los partidos, incluyendo los de izquierda, ni aún siquiera han aprobado abolir la prostitución, es mantener la situación que vivimos por los siglos de los siglos. Pero esta estrategia beneficia a varios sectores: los partidos de derecha dividen el feminismo lo que siempre es útil para sus fines; los partidos de izquierda dominan a las mujeres que se adscriben a ellos creyendo que tendrán influencia y las no adscritas del MF o en realidad están haciendo la labor de zapa de las que pretenden legalizar la prostitución y otras lindezas semejantes, fingiendo que no trabajan a favor de ninguna opción política, o creen ingenuamente ese mantra "de la unidad del feminismo".

Lo que no se plantean es ¿la unidad para qué?, porque en realidad con esa estrategia que no cambian nunca lo que se consigue es tener paralizado el avance del feminismo. En los últimos diez años no se ha variado una sola cifra de mujeres asesinadas, violadas y abusadas. La sentencia de la Arandina nos demuestra que el poder judicial sigue dirigido por la misma casta patriarcal. Y la reclamación de las reivindicaciones centenarias: salario, categorías profesionales, pensiones, derechos a las amas de casa, poder político, cultural, económico, y ahora se unen los sufrimientos que está causando a los menores y a sus madres la imposición de la custodia compartida y la aplicación de la perversión del SAP, tienen la misma vigencia que hace veinte años.

Cuando se lanzan mensajes y consignas de unidad y comprensión entre las feministas y las militantes políticas en realidad se está trabajando para que los partidos sigan teniendo la misma preeminencia conocida, y las feministas nos pleguemos a las imposiciones de éstos. Porque ya debería ser conocido por la historia reciente de varios países, no sólo de España, que con manifestaciones ni se cambian los gobiernos ni siquiera la política de éstos.

La alternativa que planteo, la del Partido Feminista, como fuerza con influencia en todos los estamentos del poder, habría sido eficaz si el MF la hubiera secundado, ya que aparentemente tiene tantas entusiastas. Si todas las participantes de las últimas manifestaciones del 8 de marzo nos hubieran votado en vez de mostrarse tan esquivas, los 52 escaños que ha cosechado VOX hubiesen podido ser feministas.

Todas las alegaciones a la colaboración entre el feminismo y las mujeres de los partidos llevan únicamente a que éstos sigan siendo los predominantes en la política y que el MF continúe suplicando, con pancartas en la calle, que se implementen las medidas necesarias para que la mujer alcance a ser una ciudadana de pleno derecho.

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