Memento

Al final llegará el lobo y con alfombra roja

Al final llegará el lobo y con alfombra roja
Decenas de personas haciendo el saludo fascista, durante una manifestación convocada por la Falange Española de las JONS. Carlos Luján / Europa Press.

Desde que prosperó la moción de censura contra Mariano Rajoy en 2018, la principal campaña del PSOE y del Gobierno de coalición ha sido advertirnos de que viene el lobo. Más que propuestas (aunque desde la oposición el actual presidente prometió mucho), nos han estado pidiendo el voto para frenar a la extrema derecha. No digo que no hubiera un programa donde se dibujaba un horizonte esperanzador y se nos prometiera una vida mejor. Pero su cartel de campaña podría haber sido un cartel gigante de "cuidado con el perro" y no pasaría nada porque eso era el principal mensaje. Incluso a sus socios actuales de Gobierno, donde conviven con partidos de derechas, se les ha convencido con la misma matraca. Alguna cesión que otra, sí, pero se les pedía un cordón sanitario y permitir la investidura, aunque en políticas económicas, seguramente, tengan más afinidad con los partidos de la oposición.

Pero ¿hasta cuándo se puede gobernar con una política del miedo a la extrema derecha? La realidad es que no han ido desapareciendo en las encuestas, tienen poder de decisión en muchos ayuntamientos y comunidades autónomas y, por si faltaba algo, otra extrema derecha más beligerante y sin escrúpulos asoma por el horizonte. En las últimas encuestas quien pierde fuelle son los partidos de Gobierno. El PSOE baja en todas menos en el CIS (cómo no) y Sumar ya no crece ni parecen saber muy bien quiénes son y qué papel quieren jugar. En cambio, parece avecinarse un tripartito de derechas que entrarán a pecho descubierto en la Moncloa y saldarán todas las deudas que llevan acumuladas estos 6 años. Ya hemos podido ver en lugares como Madrid, Castilla y León o el País Valencià que ellos no necesitan asambleas ni ir poquito a poquito con sus ideas. Arrasan con todo y les da igual la oposición.

También tenemos el ejemplo de varios países de Europa donde la derecha más extrema crece sin parar e incluso alcanza cotas de poder. El partido de Le Pen en Francia arrasó en las europeas y cada vez está más cerca de gobernar. Es más, ha sido vital su presión para la elección del nuevo primer ministro. En Alemania, por mucho que se eduque contra el nazismo, también los partidos de ultraderecha están ganando en algunas regiones y no paran de crecer. En Italia gobierna la neofascista Meloni y está imponiendo sus políticas racistas y anti derechos humanos al resto de Europa. Por no hablar de Hungría, Países Bajos o Polonia. Lo peor no es solo que estén gobernando, sino que en casos como el mencionado de Meloni, están imponiendo su agenda política. Y conquistas en temas como la migración, el aborto o los derechos sociales que pensábamos que estaban asentadas, están sufriendo un claro retroceso y muchas veces con el respaldo ciudadano y legislativo.

El lobo ha llegado a muchas partes y ahora mismo, en el Estado español, está en la puerta del corral viendo cómo las ovejas no saben muy bien qué hacer para protegerse de su llegada. Porque si tu principal argumento es advertir de que viene en lugar de hacer políticas que frenen su avance, lo más probable es que acabe entrando. Porque durante estos días estamos viendo manifestaciones contra el abuso en los precios de la vivienda, mientras la ministra vive en su fantasía particular y apela a la "solidaridad de los propietarios". O se reparten bonos de alquiler que no llegan a todos y que acaban en los bolsillos de esos propietarios tan solidarios y bondadosos. Cuando no se puede acceder a una vivienda digna, siguen a diario los desahucios y las ciudades se convierten en decorado para turistas, el lobo tiene la patita un poco más dentro.

También esta semana hemos leído en prensa que 1 de cada 10 trabajadores es pobre. Antes tener un trabajo era garantía de tener una vida más o menos decente, ahora ya ni siquiera eso. Puedes madrugar, trabajar 8 horas y seguir sin tener un plan de vida, ni un piso, ni a veces una habitación y mucho menos un futuro. Por supuesto que esto afecta mayoritariamente a la población migrante. Esa que el Gobierno dice proteger criticando planes como el de Meloni o Von der Leyen, pero no parece recordar los CIEs o los muertos en la valla de Melilla. Por cierto, sigue el mismo ministro de Interior, así que lecciones pocas. También han tardado años en modificar (no derogar) la Ley Mordaza y vemos cómo los 6 de Zaragoza o las 6 de la Suiza tienen penas de cárcel y nadie mueve un dedo. Se sigue persiguiendo la protesta y permitiendo que jueces nostálgicos sigan condenando a la izquierda transformadora y consintiendo cualquier acto a los fascistas.

Son algunos ejemplos de cómo se puede empezar a agotar a la ciudadanía. De cómo muchos y muchas dejarán de votar con la nariz tapada y volverán a la abstención por el hartazgo. De cómo gente menos politizada abrazará las políticas de extrema derecha por simple agotamiento, por manipulación mediática o por probar si con nuevos experimentos políticos mejora su calidad de vida. La única manera de frenar el lobo es construir vallas más grandes y eso se hace con un escudo social. Se hace con el BOE no con tuits. Se hace permitiendo el acceso a la vivienda, mejorando la calidad de vida de todos los ciudadanos (también de la población migrante), se hace con medidas sociales pese a que cacaree la oposición política o mediática. Si la sensación es de hastío y de que estos años no han servido para casi nada, al final entrará el lobo con alfombra roja. Y con razón.

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