Memento

DANA: del fango a la rutina

DANA: del fango a la rutina
Algemesí, Valencia, tras el paso de la DANA. Imagen de archivo.
Alejandro Martínez Vélez / Europa Press

 

La rutina. Nos pasamos la vida denostándola, buscando maneras de romper con ella, de evadirnos, de dejarla atrás... y de repente es lo que más añoramos. La DANA del pasado 29 de octubre se la arrebató a decenas de municipios a los que ya les cuesta recordar cómo era la vida antes del fango. Ahora la normalidad es ponerse unas botas de agua, sacar fango de algún lugar, hablar con el seguro o el consorcio y buscar algún punto de reparto de alimentos, ropa o productos de higiene. El bucle infinito.

Algunos pueblos han perdido el comercio local por completo. Ya no queda ese bar donde muchos iban a tener vida social alrededor de una comida o el típico almuerzo valenciano. Tampoco ese otro donde la gente mayor echa durante las mañanas la "partideta" de dominó o de cartas. No queda la frutería de barrio, ni la panadería, ni la carnicería. Durante la pandemia se debatió mucho si debían abrir o no las peluquerías. Ahora no existe esa debate porque tampoco existen muchas peluquerías. Esa rutina se ha perdido. Porque para recuperarla debes irte a sitios lejanos y desconocidos y lo bueno de la rutina son los lugares donde te sientes seguro. Además, mucha gente ni tiene la posibilidad de ir a zonas sin fango.

También las niñas y niños echan de menos ir a clase. Porque algunos disfrutan de ese encuentro y porque tampoco tienen parques donde salir a jugar. Y muchos ni siquiera tienen ya su casa, su sofá, su habitación, sus juegos, su vida. Los muros de muchos colegios están en el suelo y las plantas bajas todavía con lodo. Se ha perdido material que costará mucho recuperar. Eso, los afortunados. Otros colegios ya tienen orden de derribo y se está recolocando a sus alumnos. Algunos tendrán que coger un autobús temprano para hacerse un viaje de media hora para poder retomar esa rutina. Un lugar nuevo y lejano, pero al menos se podrán conformar con ver las mismas caras, aunque ese colegio donde muchos llevan años estudiando quedará reducido a escombros con todos los recuerdos que queden dentro. ¿Volverán también los barracones a ser rutina?

Los grandes comercios volverán, seguro. Se dará la extraña imagen en algunos pueblos de que sigan calles enfangadas y grandes superficies ya tenga sus puertas abiertas. De hecho, ya está sucediendo en algunas zonas menos afectadas. Y para mucha gente esa es la maldita rutina. Pero muchas persianas de pequeños comercios (ahora rotas en su mayoría) no volverán a abrir. Ya conozco el caso de algún restaurante de toda la vida de mi pueblo, Benetússer, que ya ha dicho que hasta aquí ha llegado su aventura. Y no será el único porque empezar de cero no es fácil. Porque ya ni siquiera es sencillo tener una tienda de barrio ante los gigantes que absorben todo. Ojalá nos acordemos de que muchos vecinos, vecinas y personas que regentan esos espacios son los que han estado ayudando durante semanas para recobrar la normalidad.

La rutina como la conocíamos seguramente no volverá. Es casi imposible que todo vuelva a ser igual tras ser arrasado tu pueblo. Ni física ni mentalmente. Pero recuperar una vida de barrio normal es más necesario que nunca. Ni siquiera en algunas zonas puedes pasar todavía sin riesgo de caerte. Pero más que nunca, recordemos en esa rutina quiénes estuvieron a nuestro lado y quiénes nos dejaron caer. Entre tanto bulo de la extrema derecha, entre tanto influencer de la fachoesfera dispuesto a sacar rédito de nuestra desgracia, entre tanta guerra política, ha sido tu vecina y el del bar o la papelería de tu barrio quien primero arrimó el hombro. Y quien seguirá cuando los focos se apaguen y dejemos de ser actualidad. Y la rutina solo volverá con todas.

 

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