Otras miradas

Turno de réplica

Willy Toledo

WILLY TOLEDO

03-05-b.jpgAnte la amplia difusión de interpretaciones que han provocado unas declaraciones mías, quiero dejar claras mis convicciones. Con seguridad, no supe expresar adecuadamente mi pensamiento y, en rigor, no me siento identificado con lo que se me atribuye.
Nada lamentaría más que haber herido la memoria de Orlando Zapata. La coherencia llevada hasta el sacrificio de la propia vida es mucho más elocuente que lo que yo pueda ahora decir. Más cuando se hace privado de libertad. Por eso, al margen de cuáles fueran las razones de su protesta, quiero expresar mi reconocimiento a este hombre, a su familia y a la de todos los que en cualquier parte del planeta se empeñan en hacer esta vida nuestra más digna.
Mi compromiso con la justicia, la libertad y los derechos humanos me impiden descalificar a cualquier persona que arriesga su vida por luchar por una causa, máxime si esta es objetivamente justa. Por esa razón precisamente apoyé a Aminatou Haidar. Considero que el binomio igualdad y libertad no ha sido todavía conjugado adecuadamente en ninguna parte. Por eso mi solidaridad personal, en lo que valga, estará siempre del lado de las víctimas de la injusticia y la falta de respeto a los derechos humanos.
Creo que la democracia es la expresión de que los seres humanos no somos sujetos pasivos y ejercemos el derecho y el deber de pronunciarnos políticamente y de participar en la toma de decisiones colectivas. Igualmente, sostengo que los derechos humanos son el mínimo innegociable exigible a cualquier Gobierno: por supuesto al de Cuba, pero también a otros países que son democracias meramente formales.

Orlando Zapata, en cuanto persona presa, era directa responsabilidad de la Administración Penitenciaria cubana y a ella competía el asegurarle el derecho a la vida y la dignidad. Del mismo modo, pienso que las condiciones de cualquier preso en cualquier lugar del mundo son responsabilidad del Estado que lo ha encarcelado.
Por otra parte, quiero añadir que en ningún caso utilizaría genéricamente la expresión "delincuente común" como algo despectivo. Considero que una parte significativa de los llamados delincuentes comunes lo son por falta de oportunidades y apoyos vitales, aquí y allá. Tengo un gran respeto por sus trayectorias repletas de sufrimiento.
Además, sostengo mi derecho –para mí, irrenunciable– a la libre expresión de mis ideas políticas. En ejercicio de este derecho, quiero añadir que, en mi opinión, actualmente no hay un sólo Gobierno en el planeta que respete plenamente los derechos humanos y el Estado cubano, como a cualquier otro Estado –incluido el nuestro–, le queda un larguísimo camino por recorrer para alcanzar un grado de bienestar social satisfactorio para todos los ciudadanos sin excepción.
Por último, pregunto por qué no se aplica el mismo rigor informativo con el que se denuncian las violaciones a los derechos humanos que se producen en Cuba a las violaciones, incomparablemente más graves, de los derechos humanos que se producen diariamente en países considerados democráticos y amigos como Colombia, Marruecos o Israel.

Willy Toledo es actor y productor de teatro

Ilustración de Iker Ayestaran

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