Con independencia de las medidas tomadas por las autoridades monetarias y gobiernos, la banca, como muchos otros sectores, ha reaccionado con inusitada velocidad ante los retos que el confinamiento y, como consecuencia, el parón económico ha provocado en nuestro país.
La adaptación de la banca a la nueva situación se lleva a cabo en un proceso de cuatro fases que, lógicamente, no son totalmente consecutivas, sino que se superponen en ciertos aspectos y se están poniendo en marcha en función a las características y capacidades de cada entidad y a la necesidad de flexibilidad constante que la situación requiere.
La primera fase fue la de continuidad del negocio, la de asegurar en tiempo récord el funcionamiento seguro de un número suficiente de oficinas, así como el trabajo remoto de una buena parte de los empleados de forma que puedan permitir la continuidad del servicio a los clientes. En segundo lugar, observamos la fase de respuesta, en la que muchas entidades han puesto en marcha medidas unilaterales o colectivas (impulsadas por los diferentes gobiernos) de suavización de condiciones a los clientes. En estos momentos podríamos decir que la mayor parte del sector en España está inmersa en esta segunda fase.
Sin embargo, existen dos fases más en la gestión de esta situación. La tercera fase, que seguramente ya se haya iniciado en más de una entidad pero que va a ir a más en los próximos meses, es la de control de daños. Es evidente que va a ser necesaria una revisión en profundidad de la cartera de préstamos y, en general, de la calidad y exposición de los activos de la banca ante la nueva situación provocada por la pandemia.
Por último, veremos en los próximos meses la última fase, la de vuelta al Negocio que, solapada todavía parcialmente con elementos de las tres fases anteriores, buscará la recuperación de la capacidad de respuesta normalizada del sector.
Probablemente, en lo que respecta a la primera fase, no encontremos grandes diferencias entre las entidades que operan en el país. Prácticamente todas han reaccionado con agilidad y rapidez. Sin embargo, hay diferencias en el resto. En la fase de Respuesta ha habido entidades que han ido más allá de las medidas adoptadas por el Gobierno y han sido más flexibles y han empatizado más decididamente con los clientes.
En el extremo opuesto observamos, sin embargo, casos de entidades que utilizan la inyección de liquidez gubernamental para, de forma más o menos encubierta, realizar una campaña de captación de clientes con un tratamiento pedagógicamente discutible del incremento de endeudamiento privado que se deriva en esta situación.
La fase de control de daños también verá formas distintas de abordarse, con entidades que priorizarán la empatía con el cliente y buscarán acompañar a las empresas en su recuperación, aún a costa de afectar transitoriamente al riesgo de la entidad, y otras que antepondrán la recuperación de su propia rentabilidad aún a costa de dejar morir a actividades económicas que podrían haberse recuperado.
Pero el mayor riesgo se sitúa en la última fase, la de vuelta al negocio, que todo el mundo anhela y que, de tanto anhelarla, nos puede hacer perder una oportunidad histórica. La desgracia del Covid-19 debe transformarse en una oportunidad para dar el paso de gigante que el sector financiero necesita para recuperar la reputación perdida y presentarse ante la sociedad como parte de las soluciones que requiere nuestra economía y no como un problema en sí mismo.
La oportunidad de promover un sistema bancario verdaderamente empático, libre de greenwashing, enfocado de lleno a promover el desarrollo de la economía real, de las empresas, las Pyme y los microemprendedores, claramente orientado a través de sus acciones y sus decisiones de inversión a promover un cambio hacia una economía más justa, con más oportunidades, limpia y solidaria, es la ventana abierta que nos deja la tragedia del virus. La que construirá una economía más resiliente que minimice las posibilidades de nuevas catástrofes y que genere sociedades más resistentes si tuviéramos que afrontar otras crisis en el futuro.
Es por ello, que nos atrevemos a invitar a la banca española a que deje de pensar en el business as usual y a que, juntos, convirtamos esa vuelta a la normalidad en algo distinto que nos permita rebautizar a esa última fase como Back to the Future.
Comentarios
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