Los niños y niñas han aceptado las normas establecidas debido al COVID-19, entendiendo perfectamente que tienen que estar en casa y también el porqué de esta restricción. Además, representan claramente el COVID-19 como un enemigo al que hay que vencer y apuestan por la sanidad, idolatrando a los médicos hasta convertirlos en héroes a los que hay que ayudar. Pero lloran más, están más nerviosos y tristes, se enfadan más y, en algunos casos, afirman sentirse solos: echan de menos a sus amigos.
Son algunas de las conclusiones de la investigación que, preocupadas por la situación que están viviendo también los niños y niñas en el estado de alarma por la COVID-19, hemos llevado a cabo el profesorado de la Facultad de Educación de Bilbao y miembros del equipo de investigación KideON.
El objetivo era recoger las voces de los más pequeños en esta situación de confinamiento. Han formado parte de la muestra 1 200 niños y niñas de entre 2-14 años de la Comunidad Autónoma del País Vasco (CAPV) y Navarra. El estudio ha analizado las diferentes realidades que están viviendo los niños y niñas en situación de confinamiento, ahondando en sus vivencias en relación a aspectos emocionales, físicos, sociales y académicos.
Han aceptado las normas
El cuestionario fue diseñado ad hoc y se creó para que fuera completado en familia pidiéndoles a los padres, madres y/o tutores legales que ejercieran también de entrevistadores. En el primer apartado, se les proponía a las familias que animaran a sus hijos e hijas a dibujar sobre lo que hacían y sobre lo que echaban en falta en el periodo de confinamiento total.
Se pidió a las familias que establecieran una conversación con sus niños, preguntándoles cómo se sentían para transcribirnos después sus respuestas. Por último, se creó y validó un cuestionario de preguntas para los padres y madres sobre el bienestar de sus hijos e hijas en situación de confinamiento.
"Es un bicho"
"Es un virus, tenemos que quedarnos en casa y vencerlo porque es malo y es un bicho o algo que se nos mete en la tripita. En la calle, los médicos, que son los héroes, van a vencerlo y por eso salimos todas las tardes al balcón para aplaudirles" (niño, 4 años).
También saben que la enfermedad es especialmente peligrosa para las personas mayores y están realmente asustados por sus abuelos y abuelas, a los que muchos de ellos no están pudiendo ver en persona.
"No hace daño a los niños, pero podemos infectar a los abuelos y eso me asusta y por eso no podemos ir a su casa" (niña, 6 años).
La situación de confinamiento les provoca a su vez emociones ambivalentes, están contentos y tranquilos en parte por pasar el tiempo en familia. De hecho, los análisis reflejan que la mayoría lleva a cabo actividades creativas (93.49 %) o juega a diferentes cosas (99.23 %) en familia.
Lloran más y están nerviosos
Sin embargo, las madres y padres también apuntan que el 55.54 % de los niños y niñas lloran más, están más nerviosos (70.17 %), tienden a enfadarse más (74.66 %) y están más tristes (55.83 %). Asimismo, los niños y niñas en algunos casos afirman que se sienten solos porque echan de menos a sus amigos y amigas.
"Me siento un poco solo porque no estoy con mis amigos, hablamos por videollamada pero no es lo mismo, porque no los veo a todos y no sé, me aburro y me siento solo" (niño, 9 años).
En un plano más físico se observa que los porcentajes se sitúan en posiciones intermedias, siendo la mayoría quienes dicen que solo practican algo (55.66 %) de deporte o movimiento corporal. Asimismo, las actividades que los niños y niñas están llevando a cabo en casa (por ejemplo, las mencionadas en el apartado anterior) son mayormente sedentarias.
Abuso de las tecnologías
A este respecto preocupa especialmente la relación de dependencia creada con las nuevas tecnologías, ya que aunque pueden ser herramientas útiles para mantener el contacto con amigos y amigas o con la escuela, la mayoría de las familias (89.78 %) admite que están abusando de las mismas. Además, a este sedentarismo se le une que la mayoría de las familias opina que sus hijos e hijas comen más (64.72 %), especialmente más chucherías (68.1 %).
Pero, en contraposición, entre las actividades que los niños y niñas echan particularmente de menos están las relacionadas con el movimiento físico, como son correr, jugar, saltar, patinar, el fútbol, montar en bicicleta o estar en contacto con la naturaleza. Y así lo reflejan sus dibujos:
En un plano social, se hizo evidente en todos los apartados de la investigación que los niños y niñas sienten la falta de sus amigos y amigas y el poder jugar con ellos directamente. También añoran a sus familiares, sobre todo a los abuelos y abuelas a los que no están pudiendo ver durante mucho tiempo.
En el plano escolar, aunque mencionaran que tenían muchas tareas y deberes, también afirmaron que echaban muchísimo de menos a sus compañeras y compañeros, al profesorado y a la propia escuela. Por lo tanto, convierten en relevante el señalar que la escuela o el profesorado no son solo instituciones o personas que imparten contenido académico, sino una red emocional y social que los niños y niñas valoran y necesitan.
Un impacto negativo a diferentes niveles
Por consiguiente, parece oportuno apuntar a la vista de los resultados que esta situación de confinamiento está teniendo un impacto negativo en los niños y niñas a diferentes niveles: emocional, físico, social y académico.
Por ello, es primordial reparar su bienestar de una manera holística y no centrarse solo en aspectos académicos, impulsando acciones desde las esferas públicas que vayan dirigidas a abordar las diferentes necesidades, tanto sociales como físicas y emocionales.
Es evidente que el contacto directo con los niños y niñas lo tienen ahora las familias, pero esto no nos debe llevar a pensar que como sociedad o como instituciones públicas debamos poner todo el foco del cuidado solo en ellas. En este sentido, también habrá que diseñar planes de formación y recursos formativos inclusivos que se adapten a las nuevas necesidades del alumnado sin dejar de lado a los más vulnerables.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation
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