Finalizando 2017, la UNESCO incluyó los Archivos de Santiago Ramón y Cajal y la Escuela Neurohistológica Española en su programa Memory of the World del Patrimonio de la Humanidad para archivos y colecciones documentales.
La UNESCO resaltaba así la importancia de Cajal (1852-1934) en la Historia de la Ciencia, cada día más reconocido universalmente como visionario fundador de la neurociencia moderna, una de las ramas del saber más activas y de mayor proyección e impacto en nuestras vidas.
Además, la UNESCO reconocía la importancia de sus discípulos más prominentes, como Pío del Río-Hortega (1882-1945), Fernando de Castro (1896-1967) y Rafael Lorente de Nó (1902-1990), quienes tuvieron serias opciones de ganar el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en repetidas ocasiones entre 1929 y 1953.
¿Habría sido distinta la Historia de la Ciencia española si alguno de ellos hubiera obtenido un segundo Nobel, incluso un tercero y un cuarto, antes del que obtuvo Severo Ochoa en 1959? ¿Alguien se atreve a decir que no?
Con este reconocimiento a la escuela neurológica española, la UNESCO apunta además que:
- En la trayectoria de un genio científico es fundamental su capacidad de formar una fructífera escuela a su alrededor, y Cajal lo hizo.
- Cajal fue una figura verdaderamente excepcional para el mundo entero y para la Historia, pero fue una excepción en España, como en muchas ocasiones se ha argüido para relegar a la Ciencia y evitar desarrollar y fortalecer nuestro sistema de I+D.
- Es la primera vez que la UNESCO distingue a una escuela científica como tal.
De hecho, en el Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO hay muy poca Ciencia: la obra revolucionaria del astrónomo Copérnico, el archivo del botánico Linneo, el de Isaac Newton, el archivo de Louis Pasteur, el de Nikola Tesla (todos en el citado programa Memory of the World) y el Instituto de Fisiología de Ivan Pavlov, en Rusia (dentro del programa World Heritage List).
Y, desde 2017, se suman los archivos de Cajal, su hermano Pedro, Río-Hortega, de Castro y Lorente de Nó. Es de justicia que así sea: documentan una de las más significativas aportaciones españolas al acervo del conocimiento universal, e incluyen maravillosos dibujos cada vez más solicitados para exposiciones científicas y ¡artísticas! en el mundo entero.
La UNESCO, además, ha hecho una excepción al incluir también las miles de preparaciones histológicas conservadas en estos archivos y que sustentan la validez de las descripciones de las células del sistema nervioso, las conexiones que establecen entre ellas y cómo se organiza el cerebro. La llave, en suma, con la que Cajal y sus discípulos dotaron a la Humanidad para poder empezar a estudiar el cerebro, lo más nuestro de nosotros mismos.
Los medios de comunicación repiten cada año que España es el tercer país del mundo que más monumentos tiene reconocidos como Patrimonio de la Humanidad, pero olvidan sistemáticamente este componente científico. De hecho, los últimos alcaldes de Madrid han hecho y hacen esfuerzos ímprobos para que la capital de España entre en el Patrimonio de la Humanidad. ¿Nadie les recuerda la nominación de la Escuela de Cajal, que también se conoció como Escuela de Madrid?
¿Por qué esa falta de interés? La sección española de la UNESCO dice que Cajal fue Premio Nobel "de la Paz"... y no lo corrige. ¿Hasta qué punto este tipo de omisiones y errores reflejan la situación de la investigación científica en España, o contribuyen al mantra (falso) de que España no ha aportado apenas nada a la Ciencia universal?
Era un deber acometer la empresa de la UNESCO: aunque no suponga inversión alguna por parte del organismo internacional, debería ser reclamo efectivo para que se aúnen las voluntades necesarias que fragüen en un Museo Nacional de Cajal y la Escuela Neurológica Española. Tesoros así no pueden olvidarse: es nuestra obligación ponerlos en valor y que contribuyan a engrandecer la vida cultural (¡y económica...!) del país.
"Si he logrado ver más lejos, ha sido porque he subido a hombros de gigantes", escribió Newton. Si queremos ver lo más lejos posible tendremos que subirnos a hombros de nuestros gigantes, que si bien no son tantos como querríamos, son en verdad muy gigantes. Si la ciencia española sigue vertiendo nuevos conceptos trascendentes al mundo, como hace a pesar de la situación de cuasiablación presupuestaria en que está sumida desde 2009, es porque todos esos admirados compañeros han sabido subirse a los hombros de Cajal y del otro Nobel español, Severo Ochoa, a quien demasiados quieren contar entre las filas norteamericanas para justificar que España no es país para la Ciencia.
El museo al que nos referimos facilitaría esa labor, generaría riqueza de todo tipo para España y contribuiría a mejorar aquellos aspectos perfectibles de nuestro país. Madrid alberga, además, un lugar que cuenta con la magia de los lugares históricos: el aula donde Cajal impartió su docencia durante tres décadas y donde también enseñaron discípulos suyos. Este aula sobrevive, milagrosamente, en lo que hoy es el Ilustre Colegio de Médicos de Madrid, junto al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, al Museo Nacional del Prado, al Real Jardín Botánico y al Museo Nacional Thyssen-Bornesmisza. Con esa guinda científica se exhibiría adecuadamente a quien un creciente número de expertos piensa que debería compartir el podio del arte del dibujo junto a Leonardo Da Vinci y Michelangelo Buonarroti: Santiago Ramón y Cajal.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation
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