Una de las fórmulas más contundente de mitigación de la crisis climática a nivel global consiste en la creación de anillos, cinturones y murallas verdes. Ya se están desarrollando a gran escala en los distintos continentes.
La estrategia se basa en plantaciones de miles de millones de árboles, entendidos como infraestructuras verdes. Aportan beneficios relacionados con el secuestro de carbono y la conservación de la biodiversidad, entre otros factores.
Los primeros cinturones verdes
Suele considerarse que el primer cinturón verde fue diseñado por Moisés hace más de 3 000 años en los ejidos de los alrededores de las doce ciudades levitas. Fue la respuesta a una de las mayores crisis climáticas de la historia, probable causa realde las conocidas como 10 plagas de Egipto.
Puede también considerarse cinturón verde el diseñado por Mahoma en el siglo VII alrededor de la emblemática ciudad de Medina, mediante la prohibición de talar árboles en una franja de 20 km.
En ambos casos, parece obvio que estos anillos tenían un carácter defensivo, pero también pretendían paliar los efectos de los entornos desérticos, como las tormentas de arena o las temperaturas extremas.
Fue a finales del siglo XVI cuando Isabel I de Inglaterra propuso un cinturón verde con un planteamiento más cercano al de nuestros días. Prohibió la construcción de edificios en un cinturón de 5 km alrededor de la ciudad de Londres, con la idea de mejorar la salubridad urbana y frenar la expansión de epidemias.
Los árboles, clave en urbanismo
Ya en el siglo XX, se conceptúan los cinturones verdes como un tipo de suelo en la planificación urbanística. Su objetivo es conservar áreas de vegetación salvaje o terrenos agrícolas alrededor de los cascos urbanos.
En concreto, estas parcelas tienen como fin:
- Proteger ambientes naturales o seminaturales, generando una red de hábitats contiguos para la vida silvestre.
- Mejorar la calidad del aire, del agua y del uso del suelo en áreas metropolitanas.
- Asegurar que los ciudadanos tengan acceso al campo, con las consiguientes oportunidades educativas y recreativas.
- Proteger el carácter único de las comunidades rurales que de otra manera podrían ser absorbidas por los suburbios en expansión.
A pesar de las críticas basadas en que los cinturones verdes favorecen las urbes difusas frente al modelo compacto más sostenible, en la actualidad se ha avanzado incorporando un aspecto importante para el desarrollo sostenible de las ciudades en el siglo XXI: los corredores verdes urbanos.
Los paseos arbolados, los ríos en sus tramos urbanos o el aprovechamiento de redes de infraestructuras sirven para incorporar biodiversidad y servicios ecosistémicos de la periferia al centro de las ciudades.
Cómo crear un cinturón verde
A finales de los años 90 del siglo pasado, tras décadas de observación, Akira Miyawaki demostró que la recuperación de la vegetación natural potencial de un terreno degradado se lograba más rápidamente con un cóctel de semillas de especies autóctonas que, como se había creído hasta entonces, con la repoblación masiva de árboles alóctonos de rápido crecimiento.
El método Miyawaki se ha consolidado no solo como forma de restauración forestal a gran escala, sino como forma de crear incluso bosques domésticos.
Karen Holl y un grupo de investigadores costarricenses han dado a conocer los resultados de su trabajo durante más de 15 años en bosques tropicales. En él cuestionan si realmente necesitamos plantar un billón de árboles.
Frente a las plantaciones de árboles de especies mixtas, Holl y su equipo observaron que la nucleación, aplicada bajo los procesos de regeneración natural, resultaba más efectiva para la recuperación de los ecosistemas. Las islas arbóreas son una estrategia ecológica y económicamente sólida para la recuperación de bosques tropicales.
En este sentido, hemos estudiado el posible desarrollo de un cinturón verde para una de las áreas más sensibles a los efectos de la crisis climática y el cambio global, las tierras que circundan el Mar de Alborán. El alboranian green belt considera los principios del método de Miyawaki y el concepto de nucleación, teniendo como unidad básica las islas de biodiversidad alboránica.
La necesidad de reforestar el planeta desde las comunidades locales, regionales o continentales es cada vez más acuciante. Pero la fórmula no es repoblar sin criterios ecológicos, con altos costes de dudosos resultados. Por el contrario, se trata de optar por las islas de biodiversidad como estrategia ecológica más solvente y económicamente más sólida.
Plantar más árboles no hacen bosques. El bosque es una estructura viva que requiere de su orla y de sus estratos, que son los que garantizan los servicios ecosistémicos que esperamos.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation
Comentarios
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