En 2017 España tenía el 7% de sus ocupados teletrabajando, muy por debajo de la media de la UE que era el 17%. Se calcula que estuvimos en el 40% en el pico de la pandemia en abril. ¿Cuánto será cuando haya pasado el vendaval? El hecho de que el teletrabajo en España no se haya incrementado bajo el impulso "normal" del cambio económico, sino bajo la presión incontenible de la pandemia Covid-19 puede plantear algunos interrogantes sobre su perdurabilidad o sobre sus condiciones. Por eso mismo puede tener efectos limitados, en particular en el ámbito privado, la llamada que hacen las autoridades sanitarias a convertir en teletrabajos el máximo posible de empleos en las actuales circunstancias y para el futuro. Para mejor situarnos, conviene recordar que la ley recientemente aprobada en el Parlamento ha consolidado esta modalidad laboral, algo muy importante, aunque en la práctica las cosas pueden no ser tan claras cuando pase la pandemia o al menos su fase más aguda. En el sector privado será la decisión del empresario la que determine qué puestos se desempeñarán teletrabajando y, por encima de ésta, influirá el grado en qué la estructura productiva lo permita.
¿Teletrabajar en un restaurante?
El 75,8% de los ocupados en España estaban en los servicios en diciembre de 2019. Es un porcentaje similar al que registran buena parte de los países de la UE. Los servicios son el sector en el que más fácilmente se puede desarrollar el teletrabajo, si lo comparamos con los otros tres, agricultura, industria y construcción; éstos están sujetos a otros impactos de la revolución digital, con repercusión sobre el trabajo, me refiero a la robotización o a la substitución de personas por máquinas principalmente, pero en los que el teletrabajo puede tener incidencia en el trabajo administrativo y de gestión. En el futuro esto cambiará con el manejo a distancia de drones y robots, aunque más probablemente desde la empresa que desde la vivienda de los trabajadores.
Pero no todos los servicios son iguales, hay diversos tipos y la estructura productiva general de cada país condiciona el peso de unos u otros servicios. Para simplificar, podríamos dividir los servicios en tres grandes tipos, servicios poco cualificados, servicios de cualificación media y servicios muy cualificados. Entre los primeros podríamos mencionar: hostelería, comercio, limpieza de calles, de locales y de viviendas, conservación de la naturaleza, transporte de mercancías al por menor dentro de las zonas habitadas. Entre los segundos caben los transportes de mercancías de larga distancia y los transportes de viajeros, también los múltiples cuidados a las personas y el mantenimiento tanto en las empresas como en las administraciones públicas. A los terceros podemos asignar sanidad y servicios sociales, educación, investigación, administración y gestión de empresas y de riquezas personales, ocio y cultura, banca, ahorro y seguros y toda una larga serie de profesionales liberales no comprendida en las anteriores, centrados en el asesoramiento a las empresas y a las personas para actividades cualificadas. En el primer tipo, que abarca una buena proporción de los servicios en España, el teletrabajo tiene poca cabida, bien porque las tareas principales son de relación con los clientes, bien porque la actividad necesariamente se ha de hacer in situ. Las actividades de administración y gestión de estos subsectores sí son convertibles en teletrabajo, pero estos puestos, que suelen ser de cualificación superior, son pocos. Por supuesto, la pandemia habrá agrandado el segmento de comidas a domicilio que podrían generar algunos teletrabajos y puestos de transporte. Así mismo, se habrá incrementado la venta a domicilio en el comercio incrementando algo las posibilidades de teletrabajo y mucho las de logística y transporte. Todo ello no impide que los trabajadores/trabajadoras presenciales puedan estar apoyados por robots o por otras tecnologías digitales en muchos casos.
En el segundo tipo, que abre la posibilidad de que los conductores, maquinistas y aviadores puedan ser substituidos por la conducción automatizada, apoyada en herramientas digitales, difícilmente se renunciará a que los profesionales estén en la cabina o al lado del volante y, si se diera teletrabajo, su sitio no estaría en la vivienda sino presencialmente en una sala de control de la empresa. De manera que no es de esperar que después de la pandemia, con todos estos subsectores funcionando normalmente, el teletrabajo no vaya a crecer mucho en los dos primeros tipos. En ámbitos del tercer tipo, como sanidad y educación, puede darse cierto crecimiento de puestos de trabajo con tareas presenciales y otras a distancia, mientras sí aumentará más en los otros ámbitos señalados del tercer tipo. Habría que tener en cuenta otro fenómeno, en crecimiento desde hace años, pero multiplicado en la pandemia, al que muchos economistas llaman "economía de suscripción" en la cultura y el ocio (Netflix, Amazon, etc...), pero también en otros productos y servicios, comestibles, cuidado personal, automóviles, comunicación y un largo etc... Las empresas venden el servicio de poner el producto o su uso diario o semanal u ocasional en casa. Esto puede tener repercusión sobre el empleo: quienes gestionan las operaciones podrían pasar a trabajar on line desde su domicilio, pero cuando se trata de llevar productos a la vivienda del consumidor tanto los empaquetadores, como los encargados de la logística como los transportistas deben actuar in situ, es decir en la empresa o en el territorio.
Esta caracterización de los servicios explica que estuviéramos tan por debajo de la media de la UE en teletrabajo antes de la pandemia. Es decir, no es que los trabajadores o los empresarios no quieran, es la estructura productiva de este país la que acaba determinando las posibilidades. Sólo una modernización de la estructura productiva, dicho de otra manera, más inversiones en I+D+i y mejor cualificación de la mano de obra, que rebaje el peso relativo del primer tipo de servicios señalado e incremente el peso del tercero, puede cambiar las cosas.
La ley del teletrabajo aprobada en septiembre de 2020, señala en su artículo 5.1 que "el trabajo a distancia será voluntario para la persona trabajadora y para la empleadora". Se registrará ese acuerdo en el contrato de trabajo, así como si dicha modalidad ha de ser a tiempo pleno o a tiempo parcial, no pudiendo ser por debajo del 30% de las horas trabajadas. También señala la misma Ley que los Convenios Colectivos podrán establecer los puestos susceptibles de ser llevados a cabo con teletrabajo. Pero es obvio que tanto la Ley como los Convenios Colectivos tendrán que tener en cuenta la estructura productiva real y la voluntad de los empresarios. De modo que sirven de poco las encuestas que reflejan que el 70% de la población estaría dispuesta a teletrabajar. Es la estructura productiva la que manda.
¿Teletrabajar en la Administración pública y en la educación?
A lo largo de la pandemia, la administración pública en todos sus niveles, la universidad y parte del resto de niveles educativos han permitido o impuesto el teletrabajo a una gran mayoría de sus trabajadores sean funcionarios que laborales. En muchos casos estas personas no tenían las herramientas adecuadas para realizar su trabajo on line y a veces tampoco las habilidades. En algunos casos las tareas eran inconvertibles a la modalidad de teletrabajo, por ejemplo, las de mantenimiento, limpieza, etc. La administración decidió que primaban los criterios de seguridad sanitaria. Pero de ello se derivaron perjuicios para los usuarios, que podrían haber sido evitados con otros mecanismos como hacer trabajar mitad de los trabajadores por la mañana y mitad por la tarde o en días alternos, como de hecho se hizo en algunas administraciones hacia el final del confinamiento. O bien incrementando notablemente los trabajadores públicos en ciertos sectores en manera temporal.
Porque en la relación entre trabajadores y usuarios, eje clave de gran parte del trabajo de la administración pública, hay retos que no están resueltos, si no es presencialmente. Tenemos bien resuelta la conexión, pero no siempre con banda ancha ni se han llevado a cabo habitualmente las inversiones adecuadas en modernización de plataformas que permitan buena conexión de la administración con los usuarios y, menos aún, la que se pueda dar entre un trabajador público (por ejemplo, en enseñanza) desde su casa con los usuarios. Por otro lado, no tenemos para nada resuelto el reto de las habilidades de una gran parte de los usuarios de la administración para utilizar desde su casa instrumentos digitales porque no los tienen o porque los formularios exigen unos conocimientos y una práctica de los que muchos ciudadanos carecen. O porque en momentos de gran necesidad las plataformas poco modernizadas no admiten tal cantidad de peticiones. De modo que todos estos ciudadanos tienen derecho a un trato presencial, porque de lo contrario no resuelven sus problemas. No haber tenido este trato explica, en parte, el retraso en el cobro de los ERTES y del Ingreso Mínimo Vital, en pagos de ayudas a la vivienda y otras necesidades que cubren los servicios sociales, en gestión no siempre adecuada de los desahucios, etc.
En el acuerdo firmado entre la Administración y los sindicatos el 20 de septiembre, "el teletrabajo está supeditado a que se garantice la prestación de los servicios públicos... asegurando el cumplimiento de las necesidades del servicio". De manera que se deben cumplimentar dos exigencias, una substantiva y la otra instrumental. La primera es que el derecho a teletrabajar, a tiempo pleno o a tiempo parcial, como dice la Ley arriba mencionada, no puede menoscabar en nada los servicios a los ciudadanos. La segunda, que esto requiere que cada departamento o servicio cuente con trabajadores presenciales suficientes para atender a quienes necesariamente tienen que utilizar los servicios presencialmente. Cuestión compleja, puede ser, pero que debe ser abordada no sólo cuando vuelva la normalidad, sino desde ahora, con dobles turnos, espacio suficiente para trabajadores y usuarios, etc.
La resolución presencial de las demandas que los ciudadanos llevan a la administración, en especial la local, debería ser defendida por los trabajadores públicos como un plus que permite no sólo resolver los problemas con mayor rapidez y eficacia, sino también aconsejar la mejor manera de abordarlos o dirigir a los ciudadanos a otros servicios en los que no habían pensado o hasta animarlos a llevar a cabo determinadas actuaciones (por ejemplo, las formativas). Esto desaparecería cuando casi todas las gestiones las hagan los ciudadanos desde su casa. Pero el paso siguiente sería reducir el número de trabajadores públicos... como ya sugieren algunos "expertos"
¿Mejor teletrabajo o trabajo presencial?
Una utilización acrítica de las estadísticas, lleva a algunos a concluir que estamos más atrasados que la media de los países, si los teletrabajadores en España son el 7% y en la media de la UE son el 17%. El tema no es teletrabajar a toda costa, sino tener una estructura productiva y un nivel formativo adecuados para llevar a cabo el trabajo no presencial con idéntica eficacia y satisfacción para los usuarios (sean estos ciudadanos que acuden a la administración o sean empresas o particulares), los cuales también deber tener conocimientos adecuados. Pero también con satisfacción y plenitud de derechos para los teletrabajadores.
La encuesta realizada durante el confinamiento que señala que el 70% de los españoles desearían teletrabajar, nos habla de algo que es al mismo tiempo imposible, debido a la estructura productiva del país, como he señalado anteriormente, y comprensible, porque la pregunta está formulada en un contexto de pandemia del que la gente quería huir. Lo que indica que no tiene sentido hacer determinadas preguntas despreocupándose del contexto, y menos minusvalorar el contexto en la interpretación de las respuestas.
El Ministerio de Trabajo ha hecho una buena ley de teletrabajo, aunque sólo valga para el 7% o para el 12% cuando acabe la pandemia. Se ha adelantado y está bien. Pero sigue siendo urgente modernizar nuestra estructura productiva, en particular en los servicios, en manera que el empleo en ciertos subsectores crezca y disminuya proporcionalmente en otros. De lo que se podrían derivar más posibilidades de incremento del teletrabajo y también del trabajo presencial de calidad mejorada. Por poner un solo ejemplo, no parece muy sostenible económicamente que en España haya un bar o restaurante por cada 175 personas, puesto que esto, necesariamente, supone muchísimos puestos de trabajo, autónomos o asalariados, muy precarios. Ciertos servicios, y la industria en su parte administrativa y de gestión se abrirían más al teletrabajo si creciese la inversión en I+D+i. Con todo, no es tan importante que los trabajos sean presenciales o a distancia, lo que es más importante es que los empleos sean más consistentes y más cualificados. Y para esto se requiere que los empleados estén más preparados y las empresas y las instituciones sean competitivas no por los bajos salarios o la flexibilidad contractual de los trabajadores, sino por la calidad de sus productos y servicios. Hasta en servicios turísticos hay que poder competir con Nueva York, Londres y Paris por lo que ofrecemos, no por lo mal que pagamos a los trabajadores.
Pero tampoco conviene concluir que el teletrabajo puede ser el estadio feliz del trabajo porque permite estar en casa, no viajar para trabajar, no estar sometido a la presión de los jefes, etc... También la presencialidad puede tener sus ventajas, personales y colectivas. Personales por la posibilidad que ofrece de socializar, colectivas por los instrumentos que proporciona para defender colectiva y eficazmente los derechos laborales. Y tampoco cabe olvidar a los usuarios en el análisis de la realidad del teletrabajo; tomemos como ejemplo la enseñanza a distancia que puede marginar a una parte importante de la población porque no tiene los instrumentos y las habilidades adecuadas para conectarse. Por los mismos motivos, también la sanidad o la administración en general, como he señalado anteriormente. En conclusión, el teletrabajo será una importante modalidad de trabajo en el futuro, en el que no convendría olvidar ni los derechos de los trabajadores ni los de los usuarios.
Comentarios
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