La crisis asociada a la actual pandemia ha puesto de manifiesto las desigualdades estructurales de todos los ámbitos, especialmente las asociadas al género.
Respecto al trabajo informal, si bien a nivel mundial la proporción de hombres que poseen este tipo de trabajo es mayor que la de mujeres, dicha tendencia es la opuesta en ciertas regiones. Como se muestra en la figura 1, tanto en África subsahariana como en Asia meridional y América Latina y el Caribe, el porcentaje de mujeres que trabajan en el sector informal es mayor que el de los hombres.
La carga de trabajos domésticos que recaen sobre todo en mujeres, como el cuidado de niños y ancianos u otro tipo de trabajos no remunerados, ha aumentado. Según informa ONU Mujeres, antes de la pandemia las mujeres ya realizaban el triple de trabajo doméstico y asistencial sin remuneración que los hombres. Estos tipos de empleos sin remuneración son reconocidos desde hace tiempo como impulsores de desigualdades.
ONU Mujeres estima que 47 millones de mujeres y niñas alrededor del mundo caerán por debajo del umbral de la pobreza como resultado de la pandemia, lo que ampliará aún más la brecha entre hombres y mujeres.
Efectos en migrantes y refugiadas
De acuerdo a un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, las mujeres en situación de pobreza, migrantes y/o refugiadas son los grupos vulnerables que más sufren las repercusiones de la pandemia.. Por un lado, por el aumento del trabajo no remunerado comentado anteriormente y la pérdida de ingresos si poseen empleos remunerados informales. Y por otro, porque las propias condiciones en las que habitan no les permiten muchas veces llevar a cabo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud.
Las mujeres migrantes y refugiadas tienen, además, riesgos adicionales, puesto que la discriminación y la xenofobia suelen limitarles al acceso a otros tipos de empleos.
Muchas de estas mujeres trabajan como empleadas domésticas, una ocupación casi 100 % feminizada. En Argentina, según una encuesta de la Universidad Nacional de Lanús y el CONICET, hacia principios de junio solo un 33 % de las empleadas domésticas había cobrado su salario durante la cuarentena. Dentro de ese porcentaje, un tercio de ellas admitió que se veían obligadas a ir a trabajar igualmente pese a las restricciones del Gobierno para poder recibir su salario.
Abuso laboral y pérdida de empleo
En Brasil ha habido muchas situaciones de abuso laboral hacia empleadas domésticas. Muchas de estas trabajadoras han quedado en aislamiento dentro de las casas de sus empleadores. Esto hace que sea más fácil que sus derechos se vean vulnerados, teniendo extensas jornadas laborales y menos tiempo de descanso. Adicionalmente, la mayoría de estas trabajadoras no están registradas oficialmente, lo que impide que puedan beneficiarse de las ayudas económicas ofrecidas por el Estado.
En Sudáfrica hay más de 1 millón de empleadas domésticas. Muchas de ellas denuncian que no están recibiendo sus salarios durante la cuarentena. Más aún, el 79 % de todas las trabajadoras domésticas en Sudáfrica no están registradas y el 11 % ni siquiera sabe si están registradas o no.
Otra consecuencia directa de la pandemia es la gran pérdida de empleos. Las mujeres representan un 60 % de los empleados del sector turístico en Madagascar. Se calcula que unas 40 000 ya han perdido sus empleos dentro de este sector.
En México, se estima que 21 millones de mujeres han quedado desempleadas en este periodo.
La brecha de género en emprendimiento
Dentro del marco empresarial también se ve una brecha de género. Según el Banco Mundial, solo 1 de cada 3 empresas a nivel mundial tiene a una mujer entre sus principales propietarios. En este sentido, países como Costa de Marfil, la República Democrática del Congo, Madagascar, Sudáfrica, Túnez y México han reconocido que es imprescindible brindar ayudas para que los negocios dirigidos por mujeres puedan sobrevivir la crisis de la pandemia.
El Gobierno de Sudáfrica se ha puesto el objetivo de garantizar que al menos el 40 % de los bienes y servicios adquiridos por las entidades públicas provengan de empresas con propietarias mujeres.
En México, el gobernador del municipio de Tultitlán entregó microcréditos a mujeres emprendedoras con el fin de fortalecer la economía familiar y de reactivar el consumo local.
Las mascarillas, una oportunidad
Afortunadamente, la sororidad en momentos de crisis siempre aflora. En este sentido, diferentes grupos de mujeres en países como Costa de Marfil (asociación Idées de Paix), Guinea (asociación Rio Tinto) y en Ruanda (asociación Root Foundation) se han organizado para capacitar y poner en práctica la confección de mascarillas, ayudando a sacar provecho económico de la demanda actual de este producto.
En Panamá, un grupo de artesanas costureras de la península de Azuero ha decidido también confeccionar mascarillas no solo para combatir la falta de trabajo, sino para entregarlas de forma gratuita a los lugareños más necesitados.
Resulta evidente que existe una brecha económica entre hombres y mujeres. Para contrarrestarla, es necesario que exista un cambio en la mirada social y cultural de los roles de género que cumplen ambos grupos en el hogar. Así como la urgente implementación de respuestas políticas que involucren la perspectiva de género.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation
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