En estas líneas se quiere mostrar la metodología que se está realizando para recuperar los restos de asesinados desaparecidos en un pozo, a una profundidad que supera los 31 metros, y también definir como la ARMH de Valladolid y otras organizaciones similares abordamos esta recuperación de desaparecidos, en un proceso en el que intervienen varias especialidades, distintos especialistas.
En el mes de agosto de 2020 se iniciaron los trabajos, primero de localización y después de vaciado de un pozo en el que testimonios orales aseguraban la presencia de personas que fueron asesinadas en el verano de 1936 por las fuerzas sublevadas.
Hay información de la posible presencia en este pozo de una quincena de personas entre hombres y mujeres, pero también tanto en Medina del Campo como en la comarca hay al menos una treintena de personas desaparecidas de las que no hay el más mínimo rastro. Las especiales características de este lugar, equidistante unos cuatro kilómetros entre las poblaciones de Medina y Rueda, para cometer un asesinato y hacer desaparecer una persona con discreción, nos condujo a plantearnos si este podía ser el punto en donde se hallan todos estos desaparecidos.
Vaciar este pozo, colmatado con escombros y tierras, supuso un esfuerzo de casi tres meses hasta llegar a los primeros restos humanos. Ninguno imaginábamos que teníamos que alcanzar los 31 metros de profundidad, la altura de un edificio de diez plantas, para conseguir localizarles. Para emprender esta prospección como el trabajo posterior de recuperación de restos humanos se cuenta con una subvención económica de la Junta de Castilla y León, la colaboración del Ayuntamiento de Medina del Campo, y con las facilidades prestadas por los dueños de la tierra en donde se ubica esta fosa común.
El día 7 de abril de 2021 se han iniciado las labores de recuperación de las personas allí arrojadas. Se inician los trabajos de exhumación de victimas a esos 31 metros de profundidad, en un espacio de apenas un metro cuadrado. El diámetro del pozo es aproximadamente de 1,10 metros.
Lo habitual en este tipo de intervenciones es que acceda un montañero, espeleólogo o similar, saque los restos humanos como bien pueda y sean estudiados en laboratorio.
En esta exhumación del "Pozo", quien baja es un arqueólogo y se ha planteado la intervención como se haría en cualquier otra excavación arqueológica. Se ha dividido la superficie en cuatro sectores; se va vaciando el pozo y descubriendo los restos por niveles, a la vez que se van documentando, fotografiando, numerando los restos óseos antes de su extracción. El arqueólogo trabaja sentado en un columpio para no cargar su peso sobre los restos humanos, lo que obliga a trabajar en una posición incómoda y forzada.
El suelo en donde se encuentran los esqueletos humanos es un barrizal. Se está en el interior de un pozo, a muchos metros de profundidad; pero esa determinación de realizar el trabajo con metodología arqueológica, a pesar de las circunstancias tan negativas, permite descubrir detalles que tienen importancia para la investigación.
La humedad prácticamente permanente y la falta de oxigeno ha facilitado una conservación de restos que no es habitual en otros enterramientos. Se descubre una coloración diferente de la tierra que envuelve los restos óseos. En esta tierra se encuentra el pelo de cada una de las partes de la persona, cráneo, brazos, tórax, etc. Igualmente la tierra que se encuentra ocupando la zona abdominal del esqueleto de estas personas tiene una textura y color levemente diferenciado. Esta coloración, esta diferencia se ha podido comprobar que se corresponde con los restos de la masa visceral de los hombres y mujeres arrojados.
La extracción y análisis de esta tierra ha permitido recoger numerosas pepitas de sandia y también de uva, como ya se ha dicho, justamente en la zona donde se ubicaría el estomago, intestinos y otras vísceras de la persona.
En el proceso de investigación estos datos tienen su importancia, ayudando a situarnos en un espacio temporal propio de verano por la presencia de pepitas de sandia, y si añadimos la presencia de pepitas de uva, nos centra más el momento del asesinato entre la segunda quincena de agosto y la primera de septiembre.
Recordar que en aquellos años los viñedos no solo se explotaban con el fin de elaborar vino, sino que además era una fuente de alimento diario, por lo que se plantaban variedades de uva que maduraban muy pronto y otras en tiempo tardío, lo que aseguraba poder comer uvas desde agosto hasta bien entrado octubre.
Otro dato de interés, que se desprende del trabajo arqueológico es que la presencia en la mayoría de los esqueletos extraídos de esta ingesta, nos sugiere la hipótesis de si estas personas estuvieron todas o la mayoría detenidas un tiempo juntas antes de ser asesinadas, y si esa puede ser la razón de esa coincidencia de tener los mismos restos de ingesta.
La metodología y los detalles son importantes, mismamente si estos restos humanos se hubieran extraído de otra manera del pozo, la aparición en la tierra de estas pepitas, bien podía haber sido interpretado como restos de sandia o de uvas que alguien arrojo o se le cayó y no como parte de la alimentación de los asesinados.
Otro punto de importancia de los resultados obtenidos en el primer mes de trabajo de exhumación del pozo con metodología arqueológica, ha sido determinar que dentro de este pozo podemos asegurar que guarda más de una fosa común.
Nos explicamos. Se han extraído los esqueletos de catorce personas. Cuando se estaban alcanzando los últimos niveles de restos de estas catorce personas se hacía perceptible una masa de tierra de coloración más blanquecina. Restos blanquecinos en principio reconocidos como de yeso. Lo importante es que el arqueólogo ha podido determinar que debajo de estas catorce personas allí arrojadas hay otras más, y que entre este grupo de catorce y los que pueda haber por debajo no hay mezcla, ni contacto. Dato de sumo interés, porque nos está indicando que efectivamente allí fueron arrojadas otras sacas de represaliados, y que entre saca y saca los asesinos echaron estos materiales de yeso o cal con el fin posiblemente de amortiguar el mal olor si alguien se acercaba a la boca del pozo.
En las cuatro primeras semanas de exhumación se han recuperado acompañando a los restos esqueléticos todo tipo de objetos, desde una faja completa de casi 2,50 metros de largo por 50 cm de ancho, de las que usaban los trabajadores del campo para proteger su zona abdominal cuando laboraban, más otras tres menos completas. Cinco prendas de cabeza entre boinas y gorras, seis tabaqueras con su tabaco, cuatro lapiceros, mecheros, monedas. Cuatro balas de pistola, y tres casquillos de pistola, restos de tela de buen tamaño de diversas prendas como pantalones o camisas. No hay prendas gruesas de abrigo, lo que nos ayuda también a situar el asesinato en una fecha de tiempo todavía sin fríos.
Varios zapatos, entre ellos los de un hombre con rasgos de alguna manera curiosos o llamativos, porque en una de las suelas de goma se pudo leer GOODR y en la otra SOUPLE. Las indagaciones han permitido conocer que se trata de la banda lateral de unos neumáticos de coche de la marca GOODRICH, fabricados entre 1911 y 1925; que una vez que fueron desechados se reaprovecharon para confeccionar el zapatero unos zapatos para nuestro hombre asesinado. Esta práctica de reaprovechamiento de neumáticos era habitual en la época y años después.
Para emprender este trabajo de localización, exhumación e identificación de desaparecidos se cuenta con un equipo de investigación histórica, que a través de documentos de archivo y de testimonios orales ha permitido, primero llegar a la bodega de casa los Alfredos y después al pozo. Para completar la información y conocer mejor donde se trabaja, informar que entre los años 2018 y 2019, primero se consiguió localizar y después se exhumó a veintiséis personas asesinadas en diciembre de 1936, en una antigua bodega de uso industrial, con el techo a siete metros de profundidad; bodega que había quedado totalmente difuminada en el paisaje. El pozo en el que ahora trabajamos se encuentra en la misma finca, finca de más de doscientas hectáreas. Para localizar el pozo, que estaba colmatado y al igual que la bodega difumando en el paisaje, ello fue posible gracias a las fotografías aéreas del llamado "vuelo americano" de mediados de los años 50.
Sobre el terreno actualmente trabajan cuatro arqueólogos, dos con conocimientos de antropología y una especialista antropóloga. Y cuando se terminen las labores de exhumación, en laboratorio se trabajara para la recomposición de esqueletos y la posible identificación de algunas de las personas allí arrojadas. Identificaciones genéticas que correrán a cargo de otros especialistas.
Y es a partir de aquí, donde brevemente quiero hacer hincapié en algo que debiera ser obvio, pero que a raíz de algunos informes vistos, declaraciones en los medios de comunicación, o la falta de algún determinado especialista, como parece va a ocurrir en la apertura de criptas del llamado Valle de los Caídos.
Para conocer las personas que se pueden encontrar en una fosa, el lugar en donde pudieron ser enterrados, los trabajos de localización de la fosa, la exhumación de la fosa, los trabajos necesarios para la identificación de las personas localizadas en la fosa, la ARMH de Valladolid no tiene dudas de que se necesita la suma, la implicación, de distintas disciplinas, de distintos especialistas. Y cuando se dice suma, implica que además de ser todos necesarios, decir asimismo que no hay preeminencia, o más necesidad o protagonismo de unos especialistas que de otros.
La experiencia nos ha enseñado que unas veces es el historiador quien te da las claves para la localización o la identificación de unas personas, cobrando el arqueólogo o el antropólogo un papel más secundario, y en otras ocasiones es otro especialista el que con sus datos resuelve los objetivos buscados.
El peso del trabajo de conocimiento, localización, exhumación y reconocimiento e identificación de desaparecidos corresponde sobre todo a historiadores, arqueólogos, antropólogos y forenses. A estos hay que añadir los laboratorios para realizar pruebas genéticas, restauradores de objetos y un largo etcétera. La iniciativa de investigación en unos casos la impulsará el historiador, en otros el antropólogo o el arqueólogo, pero reiterar, si en cualquier intervención estos especialistas no trabajan juntos y al unísono, algo está fallando.
Comentarios
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