El gabinete de Pedro Sánchez desprende aroma de varón. Con dos ministros entrantes, cuatro salientes y seis que conservan sus carteras, tenemos nada menos que ocho ministros hombres en el Gobierno. Espero no parecer una cavernícola, pero admito que me invade cierta desazón. ¿Merecen estar ahí? ¿Ocuparían sus puestos si no existiesen las cuotas de género? Quiero creer que así es. No me entiendan mal. No tengo nada que objetar a esta invasión de hombres en el escenario político salvo que, si se trataba de que disfrutáramos del paisaje, habrían podido buscarlos más jóvenes. La avanzada edad de la mayoría de ellos guarda, eso sí, una ventaja: sus hijos ya son mayores, por lo que se ahorran los problemas para conciliar sus obligaciones familiares con su carrera laboral.
Esta semana toca despedir a los que se marchan. Se va Pedro Duque, el simpático astronauta. Atrás quedan sus posados con los distintos modelos de escafandra espacial que tanto le gustaba lucir. Se va la pareja de Meritxell Batet, Juan Carlos Campo, y se van José Luis Ábalos y José Manuel Rodríguez Uribes. Durante su etapa como ministros, ha sido vox populi la pelea por mantener a raya sus barbas. El cuidado del vello facial no debería tomarse como una frivolidad; cada vez hay más varones en el Congreso y sería de justicia proporcionarles un servicio de barbería para ayudarlos a estar presentables. Puede que esta sea una de las batallas perdidas de los ministros, aunque nunca lo sabremos con certeza porque, como casi todo aquello que afecta solo a los chicos, se ha fraguado en el silencio de los temas tabús.
No hay mucho que destacar de los que se quedan. Fernando Grande-Marlaska seguirá luciendo su estética de personaje de la película noventera Reservoir Dogs por los pasillos del Congreso. Es una lástima que un señor con tan buen chasis insista en vestir en esos tonos demasiado oscuros y algo caducos que le dan un aire siniestro y nada acorde con las tareas del Ministerio de Interior. Manuel Castells es la otra cara de la moneda, ya que su estilo informal es parte de su impronta. Algún rival político, movido por la envidia, se ha permitido burlarse de sus camisetas con mensajes reivindicativos; lo cierto es que ese atuendo ayuda a Manuel a conseguir la apariencia desaliñada y juvenil que le ha llevado a triunfar en la política. Por otra parte, no le será difícil permanecer al frente del Ministerio de Universidades, ya que estuvo casado con la Directora de Relaciones Internacionales en la Universitat Oberta de Catalunya, Emma Kiselyova.
Algo más monótonos se han mostrado siempre Luis Planas, casado y con dos hijos, el siempre animoso Miquel Iceta y José Luis Escrivà que, a seis años de alcanzar la edad de jubilación y quizás para dar ejemplo a la ciudadanía, también ha decidido quedarse. Son hombres que han adquirido alguna experiencia de mando pero que no han sabido sacar partido de su físico ni hacerse con un uniforme de marca propia. Todo lo contrario ocurre con el más joven de los valientes que se atreven a seguir en sus cargos, que es el papá por partida doble Alberto Garzón. El joven Alberto nos alegra la vista y es, por tanto, una buena noticia saber que continuaremos disfrutando de su presencia. Esperemos, en cualquier caso, que el ejercicio de la paternidad no le distraiga de sus responsabilidades y que sus bebés puedan perdonar sus largas ausencias.
Las dos nuevas apuestas de Pedro Sánchez son Félix Bolaños y José Manuel Albares, que jugaron con los colores el pasado lunes en la toma de posesión: chaqueta, corbata y pantalón azules ambos, con un discreto contraste en los tonos. Ganó Bolaños, con la americana más entallada a la cintura y una filigrana en la corbata que sirvió para rebajar la formalidad del acto. Félix, padre de un niño y casado con la asesora del Gabinete del Ministerio de Educación Fátima Rodríguez, dirigirá el Ministerio de Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, el cargo ideal para alguien que se esfuerza en aparentar sobriedad y discreción. José Manuel, por su parte, también llega de la mano de una mujer con un amplio currículum en el mundo de la diplomacia nacional e internacional. Se trata de la asesora y jueza Hélène Davo, de quien ha sido pareja hasta hace poco, y que le habrá servido de guía y ejemplo en sus primeros pasos en el Congreso.
La preocupación por la capacidad de estos muchachos para ejercer sus funciones es comprensible. Hemos llegado a un punto de la vida política en que se premia el género en vez del esfuerzo y por eso es razonable preguntarse si no estarán gobernando los amigos en vez de las más aptas. Solo el tiempo lo dirá. Quedémonos de momento con las sonrisas confiadas y afables que se adivinan detrás de las mascarillas de estos ocho hombres para la historia.
PD: Este artículo es una ironía sobre el trato que, por desgracia, aún reciben en algunos medios las mujeres que se dedican a la política.
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