Es la mujer del tío Eduardo. La verdad es que yo no me acuerdo de ella, pero creo que nunca voy a olvidar las orejas gigantes que tenía él. Además, y perdonad que me desvíe del tema, las orejas son una cuestión de primer orden en esa rama de mi familia. Mientras uno de los hermanos del tío Eduardo dormía en su cuna, un cerdo le arrancó una oreja. Ante esa tesitura, tener unas orejas gigantes no es una cuestión baladí. El caso es que yo creo que el tío Eduardo y su mujer debían venir poco a casa aunque me suena que llamaba por teléfono bastante a menudo: "¡Coge, amama, que es el tío Eduardo!" o algo así debía gritar yo. No recuerdo mucho más, pero hace poco en la típica conversación familiar emotiva, de esas conversaciones que parecen trascendentes pero se repiten cada navidad, hablamos de ellos: "¿No sabías que desterraron a la mujer del tío Eduardo?".
¿D-E-S-T-I-E-R-R-O?
Destierro.
Destierro.
Julia nació en Tolosa, una localidad gipuzkoana en 1928. No sé cuándo se casó con Eduardo, pero debía ser el típico matrimonio de toda la vida. Ella era maestra de costura y, al parecer, tenía una vida bastante normalita hasta que en agosto de 1969 se declaró el Estado de excepción en Gipuzkoa. La situación, que se prorrogó hasta octubre, fue la antesala de la orden impuso el estado de excepción en todo el Estado español en enero de 1969.
La situación esos meses en Gipuzkoa está documentada en el libro, de varios autores, 1968, Gipuzkoa en estado de excepción. En el libro documentan cómo actuó aquellos meses el Tribunal de Orden Público (TOP): detenciones, torturas, consejos de guerras, destierro. Javier Buces Cabello, uno de los autores, explicaba hace unos años al periódico Noticias de Gipuzkoa que "el destierro fue una táctica que había empleado el Estado y que no era novedosa, pero fueron 56 las personas que tenían antecedentes y detuvieron sin autorización judicial, con orden del gobernador civil, y de la noche a la mañana los enviaron a municipios lejos de sus localidades de origen, principalmente, Andalucía".
A Julia la mandaron a Navas de San Juan, un municipio de Jaén.
Ninguna de las 277 personas detenidas aquellos días tenía relación directa con el asesinato de Melitón Manzanas —considerada la primera actuación premeditada de ETA— y el motivo por el que en Gipuzkoa, aquel verano, sufrió un aumento considerable de la represión franquista: "Fue una excusa para aplicar una represión más fuerte, porque lo que hace el estado de excepción es que ciertos derechos civiles que reconocía el Estado franquista se eliminen", afirmaba al mismo diario Buces Cabello.
El nombre de Julia aparece en algunos archivos.
Resulta que un año antes, en agosto de 1968, un par de hombres tocaron la puerta de la casa de Julia y de mi tío Eduardo. Debían de llegar con prisa y algo alterados. Acaban de matar al Guardia Civil José Antonio Pardines. Según declaró ella, preguntaron por Eduardo, que entonces no estaba en casa y ella les dejó pasar sin saber quiénes eran ni de dónde venían. La historia la contó con más detalle Óscar López-Fonseca en el artículo El día en el que ETA aprendió a matar que se publicó en este periódico. Nadie les creyó, claro, y empezó entonces un periplo "judicial" y violento que la llevó hasta un municipio de Jaén. Ella contaba auténticas barbaridades. Apenas quedan ya familiares que se acuerden ni tengo manera de comprobarlo, pero me hablan de bañeras llenas de heces, de torturas. Nunca volvió a ser la misma, pero también hay quien se acuerda de lo agradecida que estaba de haber encontrado en el camino a una familia que la ayudó a salir adelante. Pudo volver a Tolosa meses después y en 1970, junto a su marido, fue juzgada en el consejo de guerra. Eduardo fue condenado a seis años de prisión y ella quedó absuelta.
Nunca levantó cabeza.
El proyecto de recuperación de la memoria histórica Tolosa Oroimena recoge un pequeño resumen de lo que pudo pasar aquellos días y una imagen suya en la aparece sonriente.
Comentarios
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