El verano es, con total seguridad, uno de los momentos más esperados por ser sinónimo de playa, viajes, piscina, campamentos, excursiones y un largo etcétera de ejemplos que producen sentimientos y pensamientos positivos. Tras todo un año de duro trabajo, tenemos tiempo para descansar y dedicarlo a nosotros mismos, la familia y los amigos. Esto debe hacernos reflexionar acerca de cómo se producen las relaciones laborales, la imperiosa necesidad que los y las trabajadoras tenemos de descanso y de ocio y cómo éste se nos niega con jornadas de trabajo extenuantes, imposibles de conciliar con nuestras labores domésticas.
La temporada estival está caracterizada por los nervios y la ilusión de miles de personas jóvenes que consiguen su primer contrato de trabajo y tienen que enfrentarse por vez primera a la vida laboral. En su mayoría, jóvenes que, tras pasarse el curso estudiando, encuentran un hueco en el mercado laboral para poder ganar algo de dinero que permita ayudar a la economía familiar. Puestos de trabajo como socorristas, monitores de ocio o camareros son en los que principalmente se emplea a las personas jóvenes.
Están encargados de vigilar que los baños en las piscinas se produzcan con total seguridad, que los niños y niñas estén entretenidas y seguras en todo momento y de que tengamos siempre un refresco o una caña fresquita encima de la mesa. En definitiva, su trabajo será hacer que nuestras vacaciones sean placenteras y agradables.
Lo que no podemos permitir es que el trabajo de verano para los y las jóvenes sea sinónimo de explotación. Van pasando, paulatinamente, de la ilusión y el nerviosismo a la extenuación y desesperación, motivados por unas condiciones laborales que no son las que les explicaron en la entrevista ni, por supuesto, las que vienen recogidas en los convenios colectivos o en el Estatuto de los Trabajadores.
Cargas de trabajo desmesuradas por falta de personal, jornadas laborales muy por encima de lo estipulado porque "hay que quedarse a limpiar todo y cerrar" sin que se vea ni un euro de horas extras, o realización de tareas de responsabilidad para las que no se les ha contratado ni para las que se les ha formado debidamente. Esto es a lo que tienen que enfrentarse miles de jóvenes trabajadores todos los veranos. Una situación de explotación y vulneración de sus derechos laborales y un sentimiento de indefensión por no saber dónde acudir a pedir ayuda, a sabiendas de que están abusando de su inexperiencia y por, en muchos casos, asumir que lo que se les está haciendo es algo legal, que los jefes tienen la capacidad para hacer y deshacer a su antojo.
Y es ante esta situación y el consiguiente sentimiento de soledad de los y las trabajadoras más jóvenes donde los sindicatos de clase como Comisiones Obreras de Madrid nos ponemos al frente para defender sus derechos laborales. Para denunciar y oponernos frontalmente a este tipo de explotación tan asumida culturalmente en nuestro país, que parece dar por sentado que los trabajos de verano son por naturaleza precarios y que los y las jóvenes deben asumirlo sin protestar.
Una mal llamada "cultura del esfuerzo" que pretende hacernos creer que debemos aguantar todo lo que te echen y sufrir unas condiciones laborales miserables sin rechistar, sin defender lo que es nuestro, unos derechos conquistados tras muchos años de lucha. Como todos los veranos, desde Comisiones Obreras de Madrid vamos a seguir combatiendo esa idea intencionadamente instaurada en el imaginario colectivo de que cuando eres joven, tú primer trabajo ha de ser necesariamente un "trabajo de mierda".
Debemos romper con el convencimiento de que las y los jóvenes tenemos que dar las gracias por haber sido contratados y asumir sin abrir la boca todas las injusticias a las que seamos sometidos. Esto va de acatar unos acuerdos que establecen condiciones laborales dignas y de respeto a todo un colectivo; el colectivo de los y las jóvenes trabajadoras que no pueden ver pisoteados sus derechos por el mero hecho de ser joven.
Comentarios
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