Otras miradas

El 'cura laico' (Rufián) o el anticatalanismo progre

Sergi Sol

El portavoz parlamentario de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, interviene durante una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados, a 13 de octubre de 2022, en Madrid (España). -Eduardo Parra / Europa Press
El portavoz parlamentario de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, interviene durante una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados, a 13 de octubre de 2022, en Madrid (España). -Eduardo Parra / Europa Press

Escuchando 'Radio Progre' me sorprendió (aunque ya no viene de una) una embestida contra Gabriel Rufián calificándolo de 'cura laico' a cuenta del escaso dinero que se dedica en Catalunya a dependencia.

Rufián no es miembro de Gobierno alguno. Pero como el autor de la encíclica le tenía pario, aprovechó la ocasión por aquello del Pisuerga y Valladolid. Y le arreó con ganas a sabiendas de que la Ley de Dependencia es una de tantas tomaduras de pelo de esa izquierda española que no cumple ni con los (catalanes) más necesitados. Esto es, según la Ley de la Dependencia, el Estado debería sufragar el 50 por ciento del gasto en dependencia. Pues bien, ¡sólo aporta el 12%! Traducido en cifras, 400 millones menos cada año. Año tras año. Peor que lo de Renfe.

Ya que el autor de la misiva -gratuita y sin contrapeso alguno- contra el indepe Rufián sitúa el centro de gravedad del peculio en el Congreso de los Diputados, cabe preguntarse por qué motivo no apunta responsabilidad alguna en todos esos diputados catalanes que se sientan en el hemiciclo y dan su apoyo incondicional al Gobierno que incumple la ley y deja de abonar 400 millones en dependencia mientras  multiplica el gasto en armamento o en lujosas embajadas en monarquías teocráticas. O sencillamente por qué no denuncia sin tapujos que el Gobierno más progresista de la historia escatima 400 millones en dependencia cada año.

Igual el tema es que Rufián es de un partido catalanista (indepe) y no sólo nominalmente republicano a lo progre. Es difícil encontrar una explicación racional. O tal vez sea que Rufián no pertenece a casta alguna con pedigrí y que es hijo de clase trabajadora (él, sí), de la inmigración andaluza que llegó a Catalunya en los sesenta. O igual es –en un suma y sigue infinito- que no le perdonan que afeara a Pedro Sánchez los muertos en la valla de Melilla. A saber.

Lo cierto es que Rufián se lleva tortazos a derecha (comprensible) y a izquierda, pese al desgaste y críticas que soporta, a su vez, de la derecha indepe catalana que lo tiene en el punto de mira precisamente –o eso afirman- por estar 'rendido' a la izquierda española.

Y no es menos cierto que hay un gen reaccionario en el nacionalismo español profundamente anticatalán. Es atávico y vive imbricado en el grueso de la progresía. Lo tenía Felipe sin lugar a dudas. O Rodríguez Ybarra sobresalía en ello. Y son ilustres representantes de ello presidentes como García-Page o Lambán. Tremendo este último que no es que sea anticatalanista es que milita en lo anticatalán al límite del paroxismo y el ridículo.

Cuenta mi madre cómo, en un viaje siendo niña por Castilla, con sus hermanos, un señor les empezó a ladrar porque hablaban catalán entre ellos en el autobús. Mi abuelo, que en paz descanse, se pasó toda su vida oyendo como tachaban de insolidarios a los catalanes. Eso que él se pasó tres años –de voluntario y pese a estar exento del servicio militar por cojo- defendiendo la República en el frente de Madrid. Luego se lo llevaron a un campo de concentración, en Valencia. Vivió de una modesta pensión como mi abuela Neus que se murió trabajando hasta el último de sus días y llorando a ese hermano republicano desaparecido en noviembre del 38 en el Ebro.

La izquierda española los olvidó como a tantos otros pues se pasaron décadas dando largas en todo lo que respecta a la memoria democrática. Eran los herederos de esa misma izquierda que llegó a responsabilizar a Catalunya de la derrota en la Guerra Civil. Juan Negrín, como Azaña, no se cortó un ápice. Diríase que antes franquistas que correligionarios de gentes como Lluís Companys  que fue quien llamó a los catalanes –como mi abuelo Joan- a defender Madrid. Companys era federalista y de una ferviente tradición obrerista. Es el único presidente democrático fusilado en Europa. La izquierda española jamás le ha rendido tributo alguno ni reconocimiento al presidente Companys. Me da que si no fuera catalán otro gallo cantaría.

Una izquierda como Dios manda debería ser catalanísima. Porque sin Catalunya, verdadero baluarte de la República, lo tienen crudo en España. Pero en el fondo esa izquierda padece ese gen anticatalanista que hoy, por ejemplo, permite afirmar alegremente sandeces como esa teoría de que no existiría Vox sin Catalunya. O sin el catalanismo para ser más exactos que, por otra parte, ha sido históricamente una brisa de aire fresco ante las pulsiones más conservadoras y reaccionarias que sumían a España en la pobreza y un atraso secular como el grueso de sus curas, de sus generales o de sus jueces, baluartes de una España decimonónica. Como buena parte de sus intelectuales que tampoco les van a la zaga.

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