Cuando Risto Mejide y Laura Escanes empezaron su relación, allá por el año 2015, él tenía 41 años y ella 19. Él era un presentador famosísimo y ella una estudiante anónima. Después, nos enteramos de que se habían conocido a través de la red social Instagram. Siete años de relación y una ruptura después han dado para mucho y estos días, por primera vez, la ahora archiconocida Laura Escanes publicaba un tuit en el que decía que por fin había entendido lo que significaba que el amor no tuviese edad.
La frase de "el amor no tiene edad", me ha costado tiempo entenderlo pero no tiene nada que ver con las relaciones con diferencia de edad, sino que no hay edad para enamorarse. Una persona de 15 años se puede enamorar. Una de 70 también. Que a veces nos confundimos
— Laura Escanes (@LauraEscanes) March 25, 2023
En medio del intenso romance, unas pocas críticas por su diferencia de edad, perfectamente asumibles para el tipo duro que se ha dedicado durante años a ser el abusón de todos los jurados de la televisión. Él apagaba las dudas y los juicios con constantes y empalagosas declaraciones de amor en las que, sin que nadie se lo pidiese, justificaba los 22 años que los separaban. En los votos de su boda él decía "Sí, quiero que el más maduro sea el que más tiene que madurar" y "Sí quiero tu manera de decirme que en realidad la vieja eres tú"; ella era, quién lo diría, muy madura para su edad.
Y ahora que las críticas son un poco más vehementes (un poco solo) Risto va y se enfada. Durante una entrevista con Catalunya Ràdio, Risto acusa a un periodista de "machismo", "edadismo" y "elitismo" al preguntarle el compañero por esta cuestión. Como si no fuesen precisamente su edad y su sexo lo que lo han colocado en una situación de privilegio y de poder a la hora de relacionarse con las mujeres. Como si todo el artefacto cultural no estuviese puesto a disposición de los hombres heterosexuales de mediana edad. El cuarentón blanco heterosexual es el privilegio hecho persona. Y si tiene dinero, la crème de la crème. Y nosotras lo asumimos con tantísima normalidad que la primera vez que leemos Lolita de Nabokov nos parece un libro altamente excitante. Que tire la primera piedra la mujer que, veinteañera, no se haya sentido atraída por un tipo que le doblaba la edad.
Por eso, estoy segura de que muchas mujeres se han sentido identificadas con las palabras de Laura Escanes. Porque la cantinela de que el amor no tiene edad ha sido uno de esos mitos fundacionales que el patriarcado ha ido perpetuando en todas las culturas y lugares del mundo para que los hombres siempre se pudiesen proveer de mujeres jóvenes y fértiles. En algunas culturas a la fuerza, y en otras a la fuerza del amor romántico.
Llega una diferencia de edad en la que tienes que justificar no solo qué es eso que sostiene el romance sino cómo se produjo. Está claro que una chica de 19 y un hombre de 41 no coinciden en clase, ni en la discoteca, ni tampoco en el trabajo en una situación de horizontalidad. Hasta hace poco, era frecuente que los hombres mayores accediesen a las mujeres mucho más jóvenes a través de las relaciones de poder. Eran nuestros jefes, nuestros profesores, nuestros superiores. Ahora lo hacen, sobre todo, a través de las redes sociales. Y el otrora atractivo cuarentón ha ido dando paso y espacio a los viejos verdes que presumen de captar a niñas con regalos de bolsos y de cenas caras. Un paseo por TikTok con la etiqueta #babysugar o #daddysugar para ver el punto al que hemos llegado en esta cultura de la pedofilia que todo lo blanquea en base a la libre elección.
Todos y todas tenemos derechos a enamorarnos de quien nos venga en gana, faltaría más. Pero que a las mujeres nos gusten los hombres mayores también es una construcción social. En ellos depositamos valores muy positivos que no encuentran correspondencia en su versión femenina: experiencia, inteligencia, saber estar, cultura. Y cómo no, protección. Y todo eso, ¿dónde nos coloca a nosotras? En el ornamento y en el complemento. Se da, además, otra paradoja. Cuando estas relaciones desiguales suceden nuestro deseo físico rebaja expectativas. Nada más machista que dar por sentado que las mujeres jóvenes tienen que pasar por alto la decrepitud del cuerpo porque están enamoradas. De ahí, a cuidarlos, un pasito.
A mí Risto Mejide no me parece, desde luego, un tipo con problemas para relacionarse con mujeres atractivas. Por eso me está sorprendiendo tantísimo su pataleta y su cobardía. Me encantaría que en lugar de ir de víctima nos dijese, por qué él, un hombre privilegiado en todos los sentidos (social, económica y físicamente) siente la necesidad de mantener relaciones sentimentales con mujeres que podrían ser sus hijas. Eso lo entendemos todas, Risto. Somos muy maduras para nuestra edad.
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