El pasado 13 de abril, Letizia Ortiz se encontraba en Córdoba como "invitada de honor" para entregar el Premio Fundación Princesa de Girona 2023 en la categoría de Artes y Letras. En la calle se agolpaba un grupito de gente deseosa de saludar a la monarca, como quien espera a David Bisbal a la salida de un concierto en el Wizink Center, cuando una espontánea le declaró su amor a Letizia con un exaltado "la quiero mucho. Y a su marido y a sus hijas" seguido de "y el resto a tomar por culo". Secretamente fantaseo con que Letizia hubiera respondido "Bueno, ¿Cómo están los máquinas?", pero se limitó a soltar un desconcertado "vaya, gracias, muy amable".
Confieso que me cuesta horrores comprender la naturaleza de semejante declaración por parte de la vecina cordobesa, más propia de dos amigas que se abrazan en un garito después de unas cuantas copas a las cuatro de la mañana ("te quiero mucho, tía") que de una mujer que se cruza por la calle con una persona a la que mantiene (y entrega su amor) sin recibir nada a cambio más allá de algún que otro contenido para las revistas de moda y cotilleos (y para eso ya nos basta y nos sobra con el famoseo que no cobra de los PGE). Lo que sí comprendo mejor es la segunda afirmación de la señora exaltada (salvando la homofobia, podría haber elegido otra expresión, pero no vamos a pedirle tanto). Y lo hago mejor aún después de leer la noticia de que el emérito ha vuelto a plantarse con todo su papo en Sanxenxo esta semana para pasar unos días de asueto de lo que debe de ser una existencia durísima entre lujos en Abu Dabi.
Llegaba Juan Carlos (tras una pequeña parranda en Londres y un vuelo en jet privado) al chalé de su amigo Pedro Campos este miércoles, sentado en el asiento del copiloto de un coche del que no ha bajado la ventanilla mientras saludaba con la manita a sus exsúbditos. Tendremos que agradecerle que se limitara a agitar la mano y se ahorrara (esta vez) la peineta a la que tan aficionado es, sobre todo teniendo en cuenta que un heroico vecino se había presentado allí con una bandera republicana DIY para mostrar su rechazo a la presencia del emérito en Galicia.
Mientras el exmonarca se dispone a pasar unos días de comilonas, Bribón y regatas en Sanxenxo, el PP (aunque no solo) gallego le allana el camino y arropa con declaraciones a cada cual más humillantes (para ellos mismos, pero también para el conjunto de personas que tenemos que observar con horror cómo este señor vuelve a reírse de todo el país en nuestras narices). Dice Alfonso Rueda, presidente de la Xunta y del partido en Galicia, que la presencia del emérito en las Rías Baixas "no es una mala cosa, sino todo lo contrario" (le faltó añadir "es una buena cosa" si quería emular a su paisano Mariano). También el alcalde, Telmo Martín, le daba la bienvenida a "la capital de la felicidad" y la candidata socialista a la alcaldía del municipio, Ainhoa Fervenza, garantizaba su futura hospitalidad con el exjefe del Estado en caso de ser elegida.
Y el tema no quedó ahí, el presidente Rueda ha añadido, como ya afirmó hace un año y para que quede bien claro, que la visita de este señor podía ayudar a las Rías Baixas a promocionarse para atraer al turismo. Yo me pregunto qué clase de turismo quiere captar el señor Rueda a Galicia con semejante reclamo. Quizá estemos ante un nuevo "Spain is different!", pensado para atraer a nuestras tierras a ricachones huidos de sus países, señores con cuentas pendientes con la justicia británica por presunto acoso a sus examantes, acumuladores de dinero cuyo origen se desconoce, defraudadores de impuestos y cobradores de mordidas a los que servir marisco y albariño.
A los señores del PP (y del PSOE) gallego, pero también al de las "Explicaciones, ¿de qué?"; a los que se piran a Abu Dabi con el yayo para evadir impuestos o huir de los jaleos que montan cuando salen de fiesta; a los que se creen que este país les pertenece y que tenemos el deber de mantenerlos por los siglos de los siglos mientras hacen el cabra y nos abochornan, cuando no les ha elegido nadie para ello (ah bueno, sí, un dictador antes de amochar en su cama) les explicaría que la monarquía ha demostrado ser una institución estructuralmente corrupta y que no viviremos en una democracia plena hasta que se hayan ido a su casa (o a Abu Dabi o a donde quieran, pero no a nuestra costa) para no volver (si no saben el camino pueden consultar la biografía de algún que otro antepasado para orientarse) y sea la ciudadanía quien elija con su voto la jefatura del Estado. Mientras tanto, ya lo ha dicho todo la vecina cordobesa.
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