Fue durante los años 90 del siglo pasado en la España democrática cuando, por primera vez, comenzó a utilizarse el sistema de distorsionar la realidad para incidir políticamente en el voto ciudadano. Felipe González parecía indestructible tras el segundo fracaso de Aznar en 1993, y el PP y su contubernio mediático decidieron crear crispación social para deteriorar el clima político hasta hacer imposible una nueva victoria de Felipe. Recordemos la frase del que fuera director de ABC, Luis María Anson: «Había que terminar con Felipe González, esa era la cuestión. Al subir el listón de la crítica se llegó a tal extremo que en muchos momentos se rozó la estabilidad del propio Estado. Eso es verdad. Tenía razón González cuando denunció ese peligro..., pero era la única forma de sacarlo de ahí». El sistema utilizado fue amplificar la crítica hasta hacer el clima político irrespirable. Fue en ese tiempo cuando aparecieron la "tertulias sicarias" y el diseño de realidades monocromáticas construidas sobre dos críticas al Gobierno: la guerra sucia contra ETA (ahora dicen que el PSOE pacta con ETA) y la corrupción. No existía ninguna otra faceta de la realidad. No obstante, es cierto que la mentira no se había instalado aún como vicio permanente en el sistema.
Fue en el segundo mandato de Aznar cuando el PP cruzó el Rubicón y se introdujo por primera vez en el diseño de realidades paralelas construidas sobre mentiras. Goebbels, el responsable de propaganda de Hitler, ya demostró en Alemania que se podía construir una verdad en el imaginario colectivo mediante la reiteración sistemática de una mentira y, en Estados Unidos, la cadena Fox News, siguiendo el mismo esquema, llevaba lustros construyendo realidades falsas para hacer viable la doctrina radical republicana. Cuando la Administración Busch/Cheney decidió invadir Iraq, aplicó el sistema Goebbels y construyó una realidad basada en mentiras. En esa construcción vimos a Colin Powell explicando en la ONU un dibujo de un camión inventado, que se desplazaba con armas biológicas, y fue también ahí donde apareció el José María Aznar de la foto de las Azores y su famoso "Créanme, hay armas de destrucción masiva en Iraq". Con Busch y Cheney, Aznar aprendió a construir realidades paralelas sobre mentiras. No obstante, el sistema no se implantó autóctonamente en el PP hasta los atentados del 11-M.
En efecto, cuando tres días antes de las elecciones se produjeron los atentados islamistas, Aznar dio orden de construir una realidad falsa. Si el atentado era islamista, se asociaría a la guerra de Iraq y a su decisión de ir a la guerra y el PP perdería las elecciones, pero si era ETA entonces había una oportunidad de ganar las elecciones. Conclusión: la realidad debía ser que el atentado fuera de ETA, aunque supieran que era mentira. A ello se lanzaron el PP y los medios de la derecha de forma desaforada. Como declaró el director del CNI del momento, Jorge Dezcallar: «Ellos lo alargaron hasta el día de las elecciones, cuando ya tenían en su poder la furgoneta, la cinta del Corán y habían detenido a tres árabes». Después, cuando no les funcionó y Zapatero consiguió la presidencia, el PP y los medios de la derecha insistieron hasta la saciedad en su mentira para argumentar la ilegitimidad del gobierno socialista. "Los que idearon el 11-M no están ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas"-Aznar dixit.
Fue a partir de ese momento cuando la derecha española incorporó en su instrumental político la realidad paralela construida sobre la mentira consciente, de forma que cuando su concepción sobre un tema es socialmente minoritaria, o no tiene razón en un argumento o la posición no es racionalmente defendible, construyen mentiras conscientes, inventando una realidad alternativa para que el argumento sea válido, y poder defenderlo ante los ciudadanos que se han creído la mentira. Una mujer es asesinada por un hombre, se genera una noticia falsa de que el autor es extranjero y Abascal en lugar de condenar la violencia machista lanza un tuit xenófobo.
No obstante, en democracia la mentira consciente no puede funcionar de forma global y permanente, como se demostró tras el 11-M. Las dictaduras pueden utilizarla como un sistema permanente, ya que su control de los medios y la ausencia de oposición se lo permite, pero en democracia solo se puede utilizar durante un periodo muy corto. Y eso es lo que hizo en el debate con Sánchez el candidato Feijóo. Lo mismo le daba decir que el PP había votado a favor de la actualización de las pensiones con el IPC, como decir que Podemos no había suscrito el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, o que este gobierno había creado menos empleo que el de Rajoy. En el debate Feijóo mintió una y otra vez para crear una realidad paralela, de forma que el PP no se mostrara tal como es y ha sido en los últimos años.
Como solo va a haber un debate, mentir le sirvió a Feijóo para salir airoso, pero obviamente si hubiera existido un segundo debate muy probablemente hubiera hecho un ridículo espectacular intentando mentir de nuevo. El problema es que, con ese éxito temporal, Feijóo ha dado un paso más en el uso de la mentira en el seno de su partido. Partido que cada vez se coloca más al borde del abismo democrático, más cercano al trumpismo y al bolsonarismo y, en consecuencia, más cercano al fascismo.
Trump con su realidad paralela conspiranoica, alentada y promovida por Fox News y otros medios ultraradicales norteamericanos pusieron en peligro la democracia más antigua del mundo; y Bolsonaro alentando también la teoría del fraude electoral promovió un intento de golpe militar, afortunadamente fallido. La consecuencia inevitable de promover una realidad construida sobre mentiras es que te ves obligado a aumentarla hasta que solo puede ser sostenida mediante la fuerza.
Puede haber muchos motivos para votar a un partido o a otro, yo tengo claro que el gobierno de coalición de Pedro Sánchez de estos últimos cuatro años pasará a la historia como el mejor gobierno económico de la historia de España hasta la fecha. Y tengo claro que los ciudadanos con menos recursos, los/las pensionistas, los y las trabajadoras, los autónomos/as y pequeñas empresas y la economía en su conjunto viven una realidad sustancialmente mejor de la que hubiera habido con un gobierno distinto. Por eso merece el voto de la inmensa mayoría.
Pero pienso que la más trascendente razón por la que hay que acudir a votar el 23J no es por lo que haya hecho este gobierno sino por defender nuestra democracia. Cualquier demócrata, incluidos los votantes del PP que antepongan la democracia a la ideología, deben acudir a votar en favor de la dignidad democrática para evitar que la mentira tenga premio y siga horadando a un partido tan importante como el PP y al sistema. Un líder del PP como Feijóo, que usa la mentira consciente como recurso político, no es bueno ni para el PP ni para la democracia, por eso no puede serle rentable mentir.
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