Hace años una señora que me encontré en el buffet del desayuno de un parador me sorprendió: me dijo muy cariñosa que le gustaba mi trabajo sobre todo cuando salía con jersey, que ella los hacía y que le hacía ilusión ver que yo llevaba cosas que ella tejía y se ponía.
Hacía tiempo que no los llevaba. No tengo identificado el momento en el que decidí que era mejor ponerme americanas para sentirme más armada en las batallas dialécticas. Ella me hizo ver que eso era convertirme un poco en los otros, dejar de pertenecer al grupo al que pertenezco.
Por supuesto, la olvidé al rato y seguí poniéndome lo que me hacía sentir más segura, más a la altura, más lo que sea. Esta semana me he acordado de ella y he decidido que voy a hacerle caso. Me convencieron su recuerdo y una imagen concreta.
No sé si las imágenes valen más que mil palabras. Sí sé que se clavan más y a mucha más gente en estos tiempos tan pantallosos. Stephen King no me ha quitado nunca el sueño, mientras que no he conseguido pegar ojo con películas malas de serie B de presunto miedo.
La instantánea que se me ha quedado en el cerebro ya es vieja, tiene una semana. Salió de la solemne Sesión de Apertura de la XV legislatura de esta tanda de democracia, celebrada el 29 de noviembre con todo su boato y sus alfombras rojas.
En ella se ve desfilando a Yolanda Díaz de blanco, muy moderna, a Mónica García de rojo, muy brillante, y a Sira Rego de negro y oro, muy formal. Se las ve juntas, guapas y empoderadas como sabiendo a dónde van y orgullosas de estar haciéndolo.
En Twitter Alberto Olmos, que muchas veces no es santo de mi devoción y algunas me enseña cosas, la colgó bajo una frase de dos palabras: "Lucha obrera". Muchas la retuitearon con otra de una sola: "Misoginia".
Lucha obrera. pic.twitter.com/2MYDEmcfT4
— Alberto Olmos (@alb_olmos) December 4, 2023
Entre una idea y la otra la foto ha estado dándome la tabarra. Se me quedó pegada como un chicle y no conseguí despegarla o borrarla. Ahora sé que hay imágenes que son como moscas cojoneras, tan molestas como asquerosas, como ideas obsesivas que solo se van con terapia. Aquí va la mía.
Obviamente a las mujeres se nos juzga mucho más por la apariencia y obviamente eso es injusto, pero eso no contesta a una catarata de preguntas:
–¿Vestir bien sólo puede ser de derechas? No. No hace falta gastar mucho dinero para ir elegante. No es que yo lo sea, pero sí sé de comprar ropa de segunda mano y de arreglarse para salir en televisión y parecer tan arreglada como las que gastan mucho, gastando su presupuesto para limpiazapatos.
–¿La única manera de que la imagen de una política deje de ser objeto de comentarios es planteársela como un uniforme sin gracia como hicieron Ángela Merkel o la reina de Inglaterra? No. Los comentarios no cesaron. Se comentaban los colores o el día que, por lo que sea, se salían de su propia norma.
–Ahora bien, ¿con qué mujeres se identificarán las obreras y las de clase media? ¿Con aquellas que siempre lucen perfectas, con sus atuendos, sus pelos, sus maquillajes y sus uñas a juego? ¿No se socava el maltrecho orgullo de clase alejándonos de sus maneras de vivir y de la imagen de esos modelos de vida?
–¿Soy misógina por estar pensando esto? No, lo que pasa es que me niego a jugar el juego de Alfonso Guerra que se queja de estos tiempos de corrección política porque "no se puede ni hacer chistes de maricones y enanos". La corrección política está muy bien para protegernos, no para censurarnos. Creo que hoy tenemos que poder hablar de todo y que no hacerlo por exceso de celo es hacernos un flaco favor.
No estoy pidiendo a nuestras ministras que siempre vistan o vayan distinto. La verdad es que me gusta su rollo. Lo que digo es que también deberían ponerse jerséis e ir a fiestas de pueblo, dejarse ver sin tanto arreglo por el orgullo de clase propio y ajeno, porque quienes las votan se sientan representados, porque haya diferencia con los otros, porque quede claro que su imagen no es lo que más les importa y que no es ahí donde tienen puestos sus máximos esfuerzos.
Yo querría ser capaz de volver a mis jerséis: sentir que no necesito una chaqueta para "ponerme a la altura" de personas cuya altura tampoco me interesa. De la misma manera, me gustaría que los políticos de izquierda quisieran mostrarse más de izquierda que políticos, que se parecieran más a los que los votan, que recuperasen ese orgullo de clase de decir yo soy uno o una de nosotros –o nosotras–. Si Sumar aspira a seguir siendo la alternativa de izquierdas de este país, tendría que pensar en esto un poco.
Ojalá se me entienda. Ojalá haya sabido explicarlo. Más jerséis orgullosos. Más cercanía con el pueblo llano. Más calle a pesar de los ministerios. Más empatía y pedagogía sobre qué es hacer política y qué no, aunque sea en vaqueros rotos y con megáfono.
Comentarios
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