Otras miradas

Zorra

Paco Tomás

Periodista y escritor

Nebulossa interpreta "Zorra" durante su actuación en la gala final del Benidorm Fest celebrada este sábado en la localidad alicantina. EFE/Morell
Nebulossa interpreta 'Zorra' durante su actuación en la gala final del Benidorm Fest celebrada este sábado en la localidad alicantina. EFE/Morell

La canción Zorra, interpretada por el dúo de synth-pop Nebulossa, ha ganado el Benidorm Fest y va a perder -el matiz está en si lo hará estrepitosamente- en Eurovisión. Y ambos hechos, uno incontestable y otro puro presentimiento, me alegran. Y por varias razones. 

Una de ellas es porque, de esa manera, se le da una entidad propia al Benidorm Fest que le permite independizarse del festival de la UER. Del mismo modo que Operación Triunfo funciona indistintamente al acto de que su ganador o ganadora represente a España en Eurovisión, al igual que San Remo, en Italia, es un acontecimiento musical más allá de participar en la competición melódico-televisiva más antigua del mundo, Benidorm Fest va camino de encontrar su propia entidad sin la responsabilidad insoportable de Eurovisión.

Que el BF, que en acrónimo parece más una petrolera que un festival de la canción, sea el pulso de un país, de la juventud de ese país, un escaparate de estilos y propuestas musicales liberada de la pretenciosa evaluación del eurofan sabelotodo, es una buena noticia. Y eso ha sucedido este fin de semana. España, que, las cosas como son, siempre que le han dado a elegir, elige mal -desde el dilema Fernando VII / José I Bonaparte, es así-, ha optado por la peor propuesta eurovisiva, pero la mejor propuesta festivo reivindicativa que este país necesita. Porque necesitamos más zorras y menos zorros. Y la UER está más llena de zorros que de zorras.  

Me alegra que Nebulossa, la propuesta vocal más endeble en un festival donde la voz es clave desde el día en el se decidió que la música fuese enlatada, vaya a Eurovisión porque también es la mejor manera de demostrarle a Europa -por segunda vez; acuérdense de Chiquilicuatre- que no nos tomamos en serio una competición falsamente musical y profundamente geopolítica que, encima, tiene la poca vergüenza de definirse como un evento "apolítico" en el que "compiten artistas y cadenas de difusión y no gobiernos".


Supongo que ese espíritu suizo de la imparcialidad fue el que llevó a los organizadores del festival a vetar la participación de Rusia, desde 2022, como respuesta a su invasión de Ucrania. Porque, claro, fueron los artistas y presentadores de la televisión rusa los que, el 24 de febrero de 2022, iniciaron una operación militar en Donetsk y Lugansk, lanzando misiles contra varias localidades de Ucrania. Imagino que por ese matiz la UER considera que Israel tiene pleno derecho a competir después de asesinar a más de 20.000 palestinos en Gaza en nombre del sionismo. A lo mejor si quien estuviera dando las órdenes fuese Netta, la cosa cambiaba.  

Disculpad esta ironía hiriente pero confieso, y esta es una opinión personal, que me indigna ver a personas, una gran mayoría perteneciente a las comunidades LGTBI+ y aliadas, escandalizarse porque el Mundial de fútbol se celebrase en Qatar, pedir el boicot, en redes sociales, a la Supercopa de España en Arabia Saudí, incluso juzgar y sentenciar a Rafa Nadal por aceptar ser embajador de la Federación de Tenis de Arabia Saudí, y luego vivir con pasión y jolgorio un festival organizado por unos señores que no ven conflicto alguno en que participe un país homicida que lleva, desde el 7 de octubre de 2023, matando a un palestino cada cinco minutos. Once cada hora. El 70%, mujeres y niños.  

Zorra es un himno. Con o sin Eurovisión. Como lo es Mamá de Rigoberta Bandini. Y esa es su victoria. Un himno interpretado por una mujer de 55 años en una sociedad edadista y gerontofóbica. Esa es su victoria. Y esa es la España que me interesa y no la que sueña con ganar Eurovisión. Y menos, este Eurovisión. El del genocidio televisado y consentido. 


Porque la España que sueña con ganar Eurovisión es la que considera que teníamos que haber enviado a Jorge González. Y mira, por ahí sí que no. Solo nos faltaba participar en el festival cómplice con Israel y hacerlo con esa proposición no de ley. Porque siento que esas propuestas, que novedosas no son, infravaloran al espectador del festival. Como una liebre en medio de la calzada, deslumbrada por los faros de un vehículo, hay mentes en despachos convencidas de que al público homosexual, mayoritario en la audiencia del festival, al menos en España, se nos cautiva fácilmente.

Directivos básicos que nos analizan a base de estereotipos cada vez más caducos. "Dales un ritmo facilón, que puedan mover la cadera en los bares e insinuarse los unos a los otros. Ponles una diva, da igual el género, con poca ropa y que haya amortizado las horas de gimnasio. Hipersexualiza con la coreografía. Mucho, que eso les encanta. Que deseen follarse al artista".

Frases que se pueden escuchar en los despachos y que deberíamos empezar a desmontar nosotros mismos. Porque si nos sentimos autorizados para señalar los estereotipos de la hetero masculinidad hegemónica y aplaudir a aquellos hombres cis hetero que la quiebran, pienso que sería muy positivo empezar a romper con el estereotipo de la homo masculinidad hegemónica. Somos una comunidad tan diversa que vernos, casi siempre, representados de la misma manera, empieza a resultar cansino. 

Lo confieso. Yo era team st. Pedro. Hasta que vi la puesta en escena, que me recordó a un peepshow, a los programas de Pepe Navarro en los 90, y me pegó el bajón. Es que siempre he sido carne de bolero. Pero, como susurra Nebulossa, solo es cuestión de tiempo. Vamos a perder Eurovisión pero gritándole a toda Europa, en la edición cómplice, que podemos ser más zorras todavía.  

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