Otras miradas

Benita Asas Manterola ya sabía por qué los hombres se asustan con el feminismo

Andrea Momoitio

Periodista

Una fotografía de la maestra feminista Benita Asas.- EUSKO IRAKAZKUNTZA
Una fotografía de la maestra feminista Benita Asas.- EUSKO IRAKAZKUNTZA

Benita Asas Manterola (1873-1968) podría haber sido una gran desconocida. Podría haber sido una más en la lista interminable de mujeres olvidadas por la historia y por el movimiento feminista. Sin embargo, el trabajo de MªJóse Villa Rodríguez, profesora e investigadora, nos permite acercarnos a una figura apasionante. Ahora, en nuestra mano queda. Asas nació en Gipuzkoa, el 4 de marzo de 1873, en una familia trabajadora. Todavía era una niña cuando se trasladaron a vivir a Cantabria.  

Siempre fue una empollona: se sacó los dos cursos de magisterio en un mismo año con la mejor nota y, con la mejor nota también aprobó la oposición de maestra auxiliar de párvulos. Así, convertida en maestra, Asas llegó con su familia a Bilbao para tomar posesión de su plaza. Entonces, la capital de Bizkaia vivía, en palabras de Villa Rodríguez, una "pequeña revolución pedagógica". María de Maeztu, Juana Whitney o Adelina Méndez de la Torre, entre otras, proponían entonces un modelo de enseñanza que rompía radicalmente con las dinámicas de la época. Todas, además, pusieron especial atención a la educación de las mujeres. Benita Asas Manterola, además, apostó por trabajar en red con otras compañeras y en 1908, cuando vivía ya en Madrid, participó en la constitución de la Asociación Nacional de Maestras de Párvulos. Siempre estuvo vinculada al trabajo con niños y niñas aunque, en 1929, se sacó la plaza de maestra de Primera Enseñanza.  

No lo tuvo fácil. Benita Asas Manterola apuesta, sin medias tintas, por la igualdad. Su propuesta feminista bebía del movimiento sufragista inglés, que en España era constantemente ridiculizado. Además, tenía claro que la propuesta feminista tenía que ser apartidista. Tenía una sospecha: si las mujeres se incorporan a los partidos políticos estarían condicionadas por las necesidades de los hombres y las suyas quedarían en un segundo plano. Por eso, primero, organizadas entre ellas, el objetivo pasaba por alcanzar todos los derechos que les eran negados. Ella ya sabía lo que muchas dicen ahora: los hombres, bien, sí, cerca, pero no se les puede permitir ninguna injerencia en la lucha feminista.  

A principios del siglo XX, tanto la prensa como la medicina promueven un discurso evidentemente antifeminista aunque Asas prefería hablar de "feminofobia", un término que, sin embargo, apenas ha tenido recorrido. Ella apostó por la divulgación. En su vasta producción periodística, se calcula que publicó más de 400 artículos, de una manera muy didáctica y con mucho sentido del humor, se esforzó por explicar a la ciudadanía qué era eso del feminismo, qué pretendían, por qué era la opción más digna. Para sus textos más "humorísticos" utilizaba el pseudónimo de Duquesita de Igeldo. 

Ante los pequeños avances de un incipiente movimiento feminista, Asas entendió rápido que había que convivir con un mal con el que convivimos todavía hoy: que los hombres se alarman cuando las mujeres recuperan el poder que se nos arrebató. En 1908, en el periódico El nervión, publicó un artículo que da nombre a la recopilación de su obra que ha publicado recientemente MªJóse Villa Rodríguez: Los hombres se asustan. En el texto, Asas aseguraba que las leyes dictadas por los hombres eran "efímeras ante la ley natural del progreso, que no transige con la estabilidad inalterable de las instituciones, y así fecha llegará en que la mujer sepa imponerse dignamente y no tolere vergonzosos egoísmos que solo sirven para aumentar sus desdichas". 

Aquello de publicar en medios estaba bien, pero Asas quiso fundar el suyo propio. Así, en 1913 puso un anuncio en prensa buscando apoyo, apareció Julia Pelguero y juntas fundaron El Pensamiento femenino. Es considerado uno de los primeros medios de comunicación feminista. Si bien es cierto que en esa misma época encontramos ya otras revistas dedicadas a las mujeres, El Pensamiento femenino tenía un carácter más político que otras publicaciones. Los temas estrella eran tres: el feminismo como movimiento social, la igualdad jurídica y social y el acceso de las mujeres a la vida política. En 1916, ahogadas por la falta de apoyo económico, decidieron dar por finalizada esta etapa. Poco después, un grupo de mujeres, entre las que se encontraba ella, se reunieron en Madrid con la intención de crear una organización estatal de mujeres feministas. Eso también es muy actual: no se pusieron de acuerdo.  

MªJóse Villa Rodríguez explica que "el feminismo español se dividió en cuatro corrientes representadas por sus respectivas asociaciones: el mundo librepensador y anarquista mantuvo la Liga Española para el Progreso de la Mujer, el mundo católico y conservador se sirvió de la Acción Católica de la Mujer. Cercana a la cultura política socialista, se creó la Unión de Mujeres Españolas y, por último, el feminismo de corte sufragista y de inspiración británica, que aspiraba a ser apartidista y laico, tuvo su representación en la Asociación Nacional de Mujeres Españolas". Madrid y Valencia eran los principales focos de acción feminista 

Asas colaboró en la creación de esta última asociación, considerada católica y muy conservadora; trabajó en la creación de una estructura para el organismo y participó activamente en otras dos asociaciones nacidas al calor de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas: el Consejo Supremo Feminista y la Juventud Universitaria Femenina. Dirigió Mundo Femenino, el órgano de difusión del organismo y, entre 1924  y 1929, fue la presidenta de esta asociación. Su apuesta por la igualdad, viniera impulsada por quien viniera, la llevó a no ser escrupulosa con la dictadura de Primo de Rivera, que reconoció los primeros derechos políticos a las mujeres en el Estatuto Municipal, de 1924, en el que se permitía el voto con muchas restricciones. Quizá por su postura equidistante en este sentido, su nombre quedó relegado a un segundo plano durante los años de la II República.  

Murió en Bilbao con 95 años. Vivía con dos amigas. 

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