Otras miradas

Pegad al cómico: una historia de límites

Guillermo Zapata

El cómico Lenny Bruce en una de sus detenciones.
El cómico Lenny Bruce en una de sus detenciones.

Uno de los cómicos mas importantes de la historia, Lenny Bruce, contaba a mediados de los años sesenta un chiste sobre Jesucristo. Decía que si hubiera nacido en los Estados Unidos, los católicos llevarían pequeña sillas eléctricas como colgantes en el cuello. A Lenny Bruce le metieron en la cárcel varias veces por decir lo que no se puede o debe decir.

El stand up se forjó, por tanto, en la pelea contra lo "políticamente correcto". El gusto dominante. Los corsés de una época bastante encorsetada.

Bruce, como Richard Pryor y muchos otros, usaban la palabra como un hechizo para ampliar lo que era posible en el terreno de las ideas. No lo hacían por un cálculo, aunque fueran extraordinariamente calculadores como cualquiera que respeta el lenguaje. Lo hacían porque no podían soportarlo más. Eran una parte de esa vanguardia cultural que fue forjando la contracultura. No estaban tan lejos de esos Panteras Negras que llamaban "cerdos" a los policías racistas de California o de os Yippies que hacían levitar el Pentágono con sus convocatorias de ataque mental.

Esa experiencia ha generado una generalogía de lo cómico (hay más) en la que la base del asunto es superar un límite.

Esta semana, hace unos días, un cómico estaba actuando en un bar cuando un hombre entró y le pegó. El hombre era un neonazi y le pegaba porque el cómico había escrito en Twitter lo que el tipo había considerado una broma pedófila sobre su hijo recién nacido. No hubo detenidos. La policía no consideró actuar de oficio.

Hay, por tanto, determinadas situaciones en las que parece ser que está bien pegar a un cómico. Y digo a un cómico porque sólo a un cómico se le pega en un contexto público, mientras actúa. Es más, que fuera un cómico y que sucediera en un escenario contribuyó a que la reacción ante este hecho fuera sorprendentemente favorable a ir dando hostias a la gente si dice algo que no nos gusta (especialmente si tiene que ver con nuestros retoños) Hace unos años tuvimos un intenso debate sobre si estaba bien que Will Smith le diera una tollina a Chris Rock basándonos en si estaba bien o mal un chiste. También fue en un escenario.

"No se pega". Una cosa que de pequeño nos dicen mucho, va borrando sus contornos según nos vamos haciendo mayores. Como si hubiera ciertas ofensas que calaran tan hondo que fuera necesario sublimarlas a golpes. Es más, representarlas. Como si en eso se midiera cómo de buenos padres somos (es decir, cómo de buenos hombres somos, porque de esto va todo)

No había otra solución. Había que pegar a ese tipo. Y había que hacerlo en público.

No había, por supuesto, ningún tipo de broma pedófila en el mensaje, lo cual no evitó que medios de comunicación de tirada nacional y fuerza en el mainstream lo movieran sin poner el mensaje completo para que diera la sensación de que, efectivamente, era un chiste pedófilo.

La misma colección de señores que llevan años muertos de risa con cada chiste pedófilo (estos sí) que se emite en Padre de Familia consideraron que aquello era gracioso, pero esto no. El asunto, como siempre, está en el límite.

De hecho, que el agresor fueran tan ostentosamente nazi (tatuajes con esvásticas, para entendernos) parece ser el único límite a la justificación de la acción. Lo cual, si lo pensamos, es algo cuanto menos paradójico: cualquiera podrá pegar a un cómico si cree que se está metiendo con su hijo salvo que el agresor sea nazi. De hecho, la ideología se borraba convenientemente porque es mucho mejor ser un padre justiciero contra los putos cómicos que van de listos, que simplemente una persona de ideología violenta.

Hay quién juzgaba la calidad, el gusto del chiste en si. Incluso si era un chiste o no. No voy a entrar en eso, me parece un debate interesante, pero no para medir si es aceptable partirle la cara a alguien. Me importa más el carácter espectacular de la propia agresión, su vocación de ejemplo retransmitido.

Porque es posible que los cómicos (y las cómicas, claro) sean más bien otra cosa. No exactamente valientes que van transgrediendo con todo, sino al contrario, gente con muchísimo miedo, un miedo insoportable, que hace que vean la realidad desde otro lugar,  que están chillando que algo va espantosamente mal. Quizás son el canario en la mina.

Y lo curioso es que por supuesto la agresión se convirtió en meme, es decir, la agresión también se transformó en comedia.

Porque el asunto hoy, es que los nazis se suben al escenario a pegar a alguien por un chiste, y nosotros discutimos del chiste.

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