Otras miradas

El naufragio de la Medusa y el Nuevo Frente Popular

Jediael A. De Dompablo

Doctor en ciencias políticas y profesor asociado a la UC3M, actualmente investigador invitado en Sorbonne Université París

Una manifestación del Nuevo Frente Popular contra la extrema derecha en Paris, Francia.- Frederick Florin / AFP
Una manifestación del Nuevo Frente Popular contra la extrema derecha en Paris, Francia.- Frederick Florin / AFP

La crisis política en Francia recuerda a "La balsa de la Medusa", la célebre obra del pintor romántico Théodore Géricault. Esta pintura narra la escena del naufragio de la fragata de la marina francesa Méduse, que encalló en las costas de Mauritania durante la restauración de la monarquía de Luis XVIII. Solo sobrevivieron unas decenas de personas, mientras la balsa quedaba a la deriva, provocando un escándalo internacional y una profunda crisis de gobierno al culpar al capitán, quien seguía las estrictas órdenes del Rey. 

Esta mirada al pasado revela detalles relevantes de un país a la deriva bajo las órdenes de un "monarca republicano", como una parte de la tradición política francesa considera el sistema de la Quinta República. La personalidad de su presidente, Emmanuel Macron, se destaca por tomar decisiones en solitario tras los resultados de unas elecciones europeas que dieron la victoria a la extrema derecha. El partido triunfador fue el Rassemblement National, antes conocido como Frente Nacional, dirigido por el joven Jordan Bardella, el mirlo blanco de Marine Le Pen. Según las encuestas, Bardella está cerca de ganar las elecciones legislativas y ser nombrado presidente del consejo de ministros, un hecho insólito en la cultura política francesa que significaría un triunfo electoral otorgando el poder a la extrema derecha. 

Ante esta situación, nadie pudo prever lo que finalmente sucedería. Las palabras de François Ruffin, uno de los políticos más valorados de la izquierda, se hicieron realidad. Tras las elecciones, y en respuesta a preguntas de los medios, declaró que era necesario crear un Nuevo Frente Popular que garantizara la unión de todos los partidos de izquierda de cara a las nuevas elecciones legislativas. 

El órdago fue aceptado. Olivier Faure, presidente del Parti Socialiste, que había estado en crisis desde 2017, actuó en consecuencia. Tras obtener la tercera posición en las elecciones europeas, apenas a un punto del partido del presidente Macron y por delante de La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, quien había sido el líder de la izquierda en el país galo durante los últimos años, Faure, su partido, y toda Francia percibieron señales de recuperación. 


La propuesta también fue aceptada por ecologistas, comunistas de diversas tendencias desde el histórico Partido Comunista Francés hasta los trotskistas del NPA, y por el centro progresista republicano hasta la izquierda más radical. Todos se unieron en torno a un programa mínimo común, basado en un proyecto social, humanista y ecologista, con la visión de un futuro mejor para Francia, pero sobre todo, para garantizar la unión necesaria para evitar que la extrema derecha llegue al poder. 

El acuerdo se efectuó entre los líderes de los partidos, tras unas jornadas de infarto. La unidad se pactó en un reparto estratégico de candidaturas para las circunscripciones electorales: 229 para la Francia Insumisa, 175 para los socialistas, 92 para los ecologistas y 50 para los comunistas. Todas las organizaciones juntas en un pacto de unidad apoyado, además, por sindicatos y asociaciones de la sociedad civil. 

La unidad se manifestó en las calles de Francia con diversas movilizaciones. En París, miles de personas se congregaron en una jornada festiva, ondeando las banderas de todos los partidos firmantes y también de las minorías no firmantes, pero presentes. Se vieron asimismo las banderas de numerosas causas, como la palestina, la de los sin papeles y la del colectivo LGTBIQ+. Todas ellas inundaron los bulevares desde la Plaza de la República hasta la Bastilla, y desde la Bastilla hasta la Plaza de la Nación. Las calles de París evocaban la historia de una izquierda francesa que necesitaba mirar a su pasado para poder construir un futuro. 


Esta necesidad de conexión con el pasado se refleja en el propio nombre de la coalición: Nuevo Frente Popular. No puede pasarse por alto la referencia al Frente Popular de 1936 y a su líder, Léon Blum, de la Sección Francesa de la Internacional Obrera (SFIO). Este nombre invoca el espíritu de la historia, recurriendo a respuestas del pasado para enfrentar los problemas del presente. 

No sabemos cuál será el resultado, pero esta situación refleja la necesidad de la izquierda en Francia de adaptarse a la modernidad. En un mundo cambiante, el reciente intento del líder de los Republicanos de romper el cordón sanitario que ha mantenido a la extrema derecha a raya en la política francesa, ha generado preocupación. "C'est l'alarme", como dice la popular canción de la resistencia francesa contra los nazis. Afortunadamente, el gaullismo ha logrado mantenerse, pero queda por ver cómo actuarán los votantes que simpatizan abiertamente con Jordan Bardella. 

Mientras tanto, las escenas de unidad del antiguo Frente Popular resuenan en las agrupaciones de los partidos. En la undécima circunscripción de París, el Nuevo Frente Popular atrae a cientos de activistas, especialmente a jóvenes comprometidos con el movimiento. Los líderes locales de la izquierda se presentan juntos en escena. La socialista Céline Hervieu presenta su candidatura en una sede comunista, como si las históricas disputas entre comunistas y socialistas se hubieran disipado con una sonrisa irónica desde el futuro. Los repartos, los grupos de comunicación y las redes sociales están cada día más integrados por militantes con o sin carnet de partido. Parece como si junio volviera a ser mayo y renaciera un nuevo principio de esperanza. 


Como en la obra "La balsa de la Medusa", la esperanza que tuvieron aquellos náufragos a la deriva en el mar hacia las costas de Mauritania es un dato que no podemos pasar por alto. Los náufragos que resistieron estaban desesperados por sobrevivir y, en su lucha, se narraron historias de enfrentamientos, locura y canibalismo. En el fondo, Francia está en una profunda crisis, enfrentando el peligro de devorarse a sí misma como aquellos náufragos. Existe el riesgo de señalar y devorar a los otros entre nosotros, especialmente a los inmigrantes, como si fueran chivos expiatorios. Esta es la gran victoria de la extrema derecha: ha logrado convertir el tema de la inmigración en uno de los principales problemas de Francia, desplazando a la desigualdad y la pobreza de las preocupaciones centrales de los franceses, problemas a los que el "capitán" del navío no ha sido capaz de responder. 

El presidente Macron ha preferido encallar y llevar la embarcación al abismo, permitiendo que los franceses elijan cómo devorarse a sí mismos. Mientras tanto, él intenta aparecer como el personaje principal de la obra, agitando una tela en señal de socorro y presentándose como el salvador de la catastrófica escena. Sin embargo, el pueblo francés sabe que el capitán que los hizo naufragar ya no puede ser su salvador. Por mucho que agite la bandera en nombre de la Francia del centro y sus valores, la Francia que él y su partido llaman "los extremismos", el pueblo francés no se dejará engañar nuevamente. 

Macron pretende enarbolar una bandera de hilo fino con la que intenta convencer a sus compatriotas y atraer la atención de la comunidad internacional en los próximos Juegos Olímpicos de París. Sin embargo, lo que realmente tiene en sus manos son las telas raídas del trabajo y el esfuerzo de los migrantes. 

Los supervivientes tienen dos opciones. Pueden devorarse unos a otros señalando los problemas de identidad, discutiendo quién es verdaderamente francés y quién no, y quién tiene derecho a permanecer en esa balsa. En esa disputa, los más débiles de la sociedad caerán injustamente y se ahogarán, llevándose a Francia consigo, ya que es incompatible considerarse la nación de los derechos universales y el humanismo mientras se excluye a los más vulnerables. La otra opción es cooperar y trabajar juntos, echar al capitán y a los falsos salvadores por la borda, y resistir unidos con la esperanza de un futuro mejor. 

El Nuevo Frente Popular podría representar esa esperanza de unión que el pueblo francés necesita en medio de su naufragio para sobrevivir. Aunque la travesía será larga y difícil, la mirada hacia el pasado de la izquierda ha resucitado a figuras como el antiguo presidente François Hollande, ahora candidato a diputado. Sin embargo, los cantos de sirena sobre quién será el presidente del gobierno si hubiera una mayoría del Frente Popular podrían conducir al naufragio asegurado. Jean-Luc Mélenchon, líder de La France Insoumise, trata de taparse los oídos para no ser tentado antes de tiempo y arruinar el proyecto. 

De la experiencia francesa, debemos observar el dramatismo de un sistema político al borde del naufragio, los peligros que acechan a nuestras democracias, los capitanes sin rumbo y los marineros sin escrúpulos dispuestos a sacrificar a parte de la tripulación para salvarse. Pero también debemos ver la esperanza de que, si nos unimos en pro de un bien común, quizás tengamos alguna posibilidad de sobrevivir. 

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