Otras miradas

¿Todos queremos ser ricos?

Marta Nebot

Julio José y Chabeli Iglesias posan durante la presentación de 'Los Iglesias. Her-Manos a la obra' el pasado 17 de 2024, en Madrid. Antonio Gutiérrez / Europa Press
Julio José y Chabeli Iglesias posan durante la presentación de 'Los Iglesias. Her-Manos a la obra' el pasado 17 de 2024, en Madrid. Antonio Gutiérrez / Europa Press

Los Iglesias. Hermanos a la obra no es un sketch de TV3 de los de Polònia. Es un programa de reformas que ya anuncia TVE, presentado por Chabeli y Julio José Iglesias. Ella dice llevar décadas dedicada a la decoración; él sale en la promo declarándose "un manitas" mazo en mano, tirando un tabique de pladur finito.

Ya sabemos exactamente lo que nos va a costar el chiste: casi dos millones de euros (1.957.319,88). El coste por capítulo es de cerca de cuarto de millón (244.664,99 euros). Chabeli cobrará 28.000 euros por programa y Julio José menos de la mitad que su hermana (13.000 euros). Entre los dos se llevarán 328.000 euros en la primera temporada.

Pero Los Iglesias. Hermanos a la obra "no es un programa de reformas al uso". Es un docu–reality, dicen las notas de prensa que prometen que "a lo largo de cada capítulo seremos testigos del día a día de los Iglesias, de sus vidas en Miami y Madrid y también de la relación de ambos con sus clientes, celebrities y amigos de la familia, conocidos por el gran público, que abrirán las puertas de sus casas y de sus vidas".

Los invitados famosos que se han abierto a estos hijísimos y a que les reformen alguna parte de sus moradas han sido su propia madre Isabel Preysler, Arancha Sánchez Vicario; Emilio y Gloria Estefan; Fonsi; Beatriz Luengo y Yotuel, Ana Obregón, Norma Duval y Omar Montes. Artistas o no tanto, deportistas y defraudadores de Hacienda juntos en el mismo saco. Ejemplos de presuntas vidas exitosas puestas bajo los mismos focos que todo lo igualan y aguapan mientras lo iluminan.


Y, dicho esto, la noticia de este formato me ha obligado a hacer examen de conciencia y tampoco estoy libre de pecado. Este artículo no es una llamada a la desaparición de la prensa rosa.

Me he visto de niña cotilleando el Hola o El Semana mientras esperaba a que peinaran a mi madre en la peluquería. Mi madre iba poco a esas cosas. Yo la acompañaba contenta porque me gustaba ver los modelitos y a la gente guapa, contenta y bonita.

A lo largo de mi vida, he seguido hojeando esas revistas cuando en las salas de espera me pillaban sin libro y aburrida. Nunca compré una. Nunca entendí que alguien lo hiciera y aquí se ha hecho mucho.

En España hay tradición en el sector y hasta una multinacional. La revista Hola nació en 1944 y se vende en medio mundo. Es una de las marcas editoriales con mayor presencia global, con treinta y una ediciones internacionales, diez páginas web y presencia en ciento veinte países, según la wikipedia. Francia es el único país que sepamos que la cerró, tras seis años y poco éxito.

El Hola nació en pleno franquismo. El régimen de 1939-1975 se encargó de la producción y proliferación de las informaciones de crónica rosa sobre el caudillo y familia y los otros famosos que permitía la época. Había que idolatrarlos y el papel couché, la radio, la televisión y el NODO los pintaban idealizados.

La democracia no cambió del todo a sus protagonistas ni sus modos. Muchos de ellos ahí siguen, gracias al oportunismo empresarial, a la desmemoria nacional y a la ceguera/estupidez/ingenuidad –no sé cómo llamarlo– de los que compraban/compran esas revistas, alimentando a los mismos que les/nos exprimían el cerebro y la vida; y lo mismo en presente y en futuro.

Podría decir que soñar con vidas más cómodas es inevitable y constructivo, que de ese afán también nacieron los cuentos de hadas y cierto espíritu de superación. También que, en el país de la envidia, la envidia genera mercados genuinos. Sin embargo, prefiero poner mi foco en que la proliferación de la apología de los ricos8q engendra sociedades sin futuro. No todos podemos serlo en los términos más prosaicos. No hay riqueza para tantos. El planeta simplemente desaparecería. Sí hay para repartirla mejor y acabar con tanta desigualdad, tanto dolor, tanta codicia. Lo que pasa es que ahora no hay relatos vendiendo eso. No los hay visibles en la cultura y tampoco en la política.

Por eso me pregunto, siendo como somos conscientes de la derechización cultural en la que vivimos, ¿cómo es posible que un programa así parezca buena idea a un consejo de administración en teoría dirigido por un Gobierno de coalición de izquierdas? ¿Qué se les pasa por la cabeza? ¿A qué presunto servicio público apelan?

Es verdad que es un formato de éxito en Estados Unidos y en otros países, donde ignoro si los producen televisiones públicas, aunque lo dude porque allí lo público escasea. Y también lo es que se está imponiendo que en el mercado catódico tener audiencia lo justifique todo. ¡Pero es que la derechización del relato cultural está arrasando! Es como cuando decimos que los alquileres turísticos nos dejan sin vivienda, nos echan de los barrios, terminan con nuestro modo de vida. Las redes, la publicidad, los algoritmos, todo internet, todos los estudios de mercado, el cine, la televisión y los libros más vendidos: la apología del rico no para y se impone a la reivindicación de cualquier otra forma de vida.

Por eso duele y sorprende que los que deberían ser bastiones de otra cosa se entreguen al relato fácil, al fast food narrativo que domina estos tiempos desesperanzados.

La derecha está ganando el relato porque la izquierda no propone otro alternativo, y donde debería estar buscándolo se entrega a la imperante apología del rico.

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