35 años de cárcel para el violador de una menor en Igualada en 2021. En concreto, 15 años por agresión sexual con penetración y el uso de un "objeto contundente" y a 20 años por el intento de asesinato con los agravantes de alevosía y discriminación de género. Los años están por debajo de los que pedía la Fiscalía, 45. La joven vive de milagro. Estuvo en UCI y casi un año en el hospital. Y a día de hoy arrastra secuelas que durarán toda su vida.
Estaría bien que cuando se lee el fallo, no se hiciera desde el sensacionalismo y lo escabroso sino que se tome conciencia del desprecio manifiesto hacia las mujeres. De cómo estos tipos ven en nosotras solo cuerpos y objetos en lugar de personas. La sentencia deja algunas cosas claras:
La excusa de las drogas o el alcohol. Es el as de la manga de todo juicio. Y el fallo es contundente: "lo relevante no es el consumo, sino la afectación del mismo a la conciencia. No consta acreditado que el acusado se encontrase bajo los efectos del alcohol o las drogas que modificasen de alguna forma su capacidad de entender y querer".
Los antecedentes. Este tipo tenía antecedentes. Fue condenado en 2016 a un año de internamiento tras intentar violar a su hermanastra de siete años, cuando él tenía 15. También constan dos denuncias de sus exparejas por agresiones sexuales violentas. Según los informes periciales "era muy probable" que volviera a atacar. Los agentes explicaron que "el 70% de este tipo de perfiles reincide". El cambio en la elección de una víctima, que pasa de ser de su entorno a ser ahora una desconocida, según los Mossos d’Esquadra, muestra el carácter agresivo e incontenible del acusado. ¿Cuándo vamos a pensar en medidas seguras para las mujeres frente a estos tipos con antecedentes? ¿Cuándo vamos a reflexionar sobre la eficacia de determinadas medidas cuando los informes sostienen lo contrario? ¿Cuándo vamos a hablar de la voluntariedad de cursos o terapias a estos agresores?
El agravante de género. Por mucho que nos hayan venido con el "not all men" y ofendidos con las estadísticas, la realidad es que más del 90% de las víctimas de las agresiones sexuales son mujeres y los delitos son cometidos por hombres. No es por azar. El tribunal explica que "se reproduce un patrón de conducta violenta, vejatoria y humillante del procesado hacia las mujeres, exteriorizando e imponiendo una situación de dominación" y que ese "sometimiento sólo puede obedecer a su condición de mujer". Y además, no solo se manifiesta por los golpes de forma repetida, sino "desplegando una violencia desmedida con las partes de su cuerpo más representativas de la sexualidad femenina, llegando literalmente a destrozarlas y hacerlas inviables para su satisfacción en el ejercicio de su libertad sexual". Quizás no es tanta casualidad tampoco que algunos de los vídeos con más visitas en las webs porno hablen de "escenas fuertes y violentas", "le rompen el culo" o "le sangra la vagina". Por mucho que se niegue es la evidencia. Y ya nos gustaría que fuera otra, pero este melón, por molesto que sea, hay que abrirlo con todo por delante.
Hace tiempo, la madre de la víctima de Igualada escribía una carta a Pedro Sánchez pidiendo leyes más duras y medidas específicas en zonas de ocio. Para que su caso no se repita, ni el de las mujeres que denuncian cada tres horas una agresión sexual, ni el de las asesinadas de la semana pasada, ni tampoco las asesinadas de esta semana (que ha pasado de largo en los informativos), hace falta el Estado y, sobre todo, las comunidades autónomas y ayuntamientos por ser espacios de proximidad local y que gestionan los espacios de ocio también. Pero necesitamos muchas más cosas para no dar pasos atrás. Necesitamos que no se niegue la violencia de género, que no se relegue la formación del personal de estos centros, que no se retiren los puntos violeta de asistencia a las mujeres, que no tengamos que escuchar ideas de hace unos días (ya rectificada) como que la policía no reciba formación de género, que no se ponga el grito en el cielo cuando se pide educación sexual y se hable de adoctrinamiento, no reírse de las mujeres que denuncian sumisión química... y así mucho más. Porque todo esto lo hemos visto.
Igualada no ha sido un caso excepcional. Y con el cuerpo encogido, pero con certeza, sé que una víctima como la de Igualada se repetirá. Y quizás nunca lo sepamos porque no denuncie por miedo, si es que sobrevive. Tengamos memoria. Nos estremece este caso por su brutalidad, pero que no se nos olvide que en este país se denuncia una violación cada tres horas. Y que algunas ni se salvaron. Tantas anónimas y no anónimas como Diana Quer, Laura Luelmo, Anabel Segura, Nagore Laffage, Miriam García, Leticia Rosino, Eva Blanco, Desirée Hernández, María Teresa Fernández, Sonia Carabantes, Marta del Castillo, Sandra Palo y tantas otras cuyos hechos relatados solo demuestran el desprecio a las mujeres, desde hace décadas. Y que hacían de todas no crímenes aislados sino crímenes de un machismo universal que hoy día algunos se empeñan en negar.
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