Otras miradas

Menos hablar de virginidad y más de agresiones sexuales

Ana Bernal Triviño

Menos hablar de virginidad y más de agresiones sexuales
Isa Pantoja en un programa de Telecinco

Llevarte a un ginecólogo para que diga a tu familia si eres virgen o no, y para que luego, desnuda, te den un manguerazo para "purificarte". Esto confesó en televisión la hija de Isabel Pantoja. Y ocurrió cuando contó que tenía pareja. Más allá de la prensa del corazón, y de hasta quien relativice esto, es un acto de violencia contra la libertad sexual de una mujer. Y esto ocurre aún en demasiados rincones del mundo. Algunas acaban muertas por ello. Y siempre ha sido el tema de control, a veces hasta de ridiculización y cachondeo para muchos, y el tema de máxima humillación para nosotras.

Como los comentarios a la noticia ya iban bien cargados de racismo, paso por aquí para recordar que el patriarcado es universal. Y que las redes sociales están llenas de tiktokers y demás influencers machistas, todos ellos muy blancos y bien posicionados, que hacen vídeos sobre la virginidad de las mujeres en pleno 2024. Es decir, que comparten mensaje y comportamiento con aquellos a los que señalan.

Estos negacionistas aún no descubrieron que la "virginidad" no existe, que no es un concepto médico, sino una construcción cultural basada en mitos. Una forma más de mandar en el cuerpo de las mujeres. Demuestran no conocer ni nuestra anatomía, porque no venimos con un precinto de garantía. El mítico himen puede incluso estar ausente desde el nacimiento, ser muy flexible o incluso estar roto. La virginidad es un invento, y no se puede perder una virginidad que no existe. Fue solo un mandamiento patriarcal más, y no solo desde la religión católica. Miren las vestales romanas o las sacerdotisas mesopotámicas.

Pero lo importante. Han pasado 2000 años y aquí algunos piensan igual que en el siglo 0. Tenemos a jóvenes (algunos ya bien entrados en años) con teorías no científicas en redes reclamando solo la virginidad de ellas, no la de ellos, como síntoma de pureza. Por ejemplo, exponen que si la chica ha tenido varias relaciones, cada hombre ha dejado parte de su muestra y ADN dentro de esa mujer. Luego (y aquí viene la bomba) cuando tengas un hijo con ella, cuidado porque ese hijo no sería 100% tuyo, dicen, porque antes hay genética de otros hombres que contaminaría la tuya. Y además, añaden, hay más probabilidades de que esa mujer "te sea infiel". Todo esto, de la nada. 

Este es el nivel. Y lo feo es que en los comentarios son pocos los que ridiculizan, menosprecian o niegan a esta panda de machistas, sino que se ponen a crear otras teorías donde nuestra dignidad como mujeres ni está ni se le espera. Es a ellas a las que se señala. Tanto que les recuerdo que hay intervenciones para la reconstrucción del himen, que cuestan entre 1000 y 3000 euros, como mínimo. Muchas se someten a ello para poder sobrevivir en una cultura que las mataría. Otras, aunque su cultura ya no lo controlen, lo hacen incluso por miedo al rechazo. Las clínicas ofrecen procesos de "rejuvenecimiento" en nuestros genitales, porque hay mujeres que temen no ser aceptadas en sus relaciones. Solo hay que leer qué se comenta bajo esos vídeos. Que nosotras tenemos que parecer hasta más jóvenes ahí abajo, mientras algunos comentan sin pudor su búsqueda de una preferencia perversa de genitales de niñas y adolescentes.

Revisen esos perfiles. Todo es repulsivo, pero solo un paseo en las redes desvela la cantidad de horas que dedican a evaluar nuestra virginidad unos tipos que no destinan ni un minuto a las agresiones sexuales diarias cometidas por hombres. Claro, no hablan del caso Pelicot y los violadores de Francia, no hablan del caso de Puff Diddy, ni del antiguo dueño de Harrods, ni de los puteros de Murcia, ni de Juan Goytisolo y su silencio con el violador de su nieta (cosa que se pasa de puntillas)... Así que menos hablar de nuestra virginidad que no existe, y más hablar de las agresiones sexuales que sí existen. Pero no tienen valor porque quizás tras ellas están sus colegas, sus brothers o hasta alguno de ellos.

Escribo esto mientras me llega un vídeo nauseabundo. Un trozo de uno de los podcast con más éxito de este país, de esos que muchos jóvenes tienen de referentes. En el vídeo un tipo sin camisa, como si fuera un Torrente o el antiguo Jesús Gil, se mofa de lo le ocurrió con una prostituta. Quizás puede ser una de esas tantas que son víctimas de trata. El entrevistador y otro a su lado le ríen su asquerosa reflexión, y la mujer es retratada y comentada como un mero agujero. Estos serán de esos que se irritan tanto con propuestas abolicionistas. Hay que ver con quién nos posicionamos

Todo este artículo es el reflejo de la complicidad varonil. La que se ríe de tener mujeres para comprar, la que se mofa de nuestros cuerpos, la que vigila nuestra sexualidad, la que nos impone el mandato, la que nos exige purificación, la que piensa en nosotras como agujeros, la misma que silencia y calla la violencia sexual. La complicidad masculina que en 2024 quiere seguir disciplinando y gobernando sobre nuestra libertad sexual. La que sigue diciendo qué está bien o mal. De la que aprenden tantos jóvenes hoy día. Para que así la culpa, la burla y la humillación siga cayendo en nosotras y nunca sobre ellos. Van de modernos, con podcast y redes sociales, pero su discurso es igual de arcaico y casposo que el patriarcado de hace siglos.

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