Leí en Instagram a la periodista Isabel Cadenas Cañón algo así como que Querer* podría cambiar a todo un país. Me quedé con la curiosidad, claro. El guión, de Alauda Ruiz de Azúa, Eduard Solà y Jùlia de Paz, no tiene ni un solo pero. Narran, con una delicadeza extrema, la historia de una mujer, Miren Torres (Nagore Aranburu), que trata de poner punto y final a la violencia que atraviesa completamente su matrimonio con Iñigo Gorosmendi (Pedro Casablanc). Ambos, soberbios.
De la mano de una joven abogada, Miren Torres decide denunciar a su pareja por violación continuada, por sus conductas agresivas, por los gritos, por la manipulación a la que estaba siendo sometida. Decide hacerlo con sus hijos, Aitor (Miguel Bernardeau) y Jon (Iván Pellicer), ya son mayores, cuando muere su madre, cuando siente que tiene fuerza suficiente para enfrentarse a todo su entorno y, sobre todo, al sistema judicial que no protege a las mujeres. La joven abogada, a la que enseguida tratan de acusar de "feminista", es clara. Lo tienen complicado, pero cree que merece la pena intentarlo. A pesar de los pesares.
La abogada feminista Violeta Assiego decía en un artículo que en la Justicia "hay una resistencia muy férrea y casi despiadada" a "garantizar que las niñas, adolescentes y mujeres que vivan en España tengan ya no un proceso justo sino un procedimiento judicial que respete su dignidad". En Querer* han sabido hacer evidente esa violencia institucional que no protege a las víctimas, que despacha muchas sentencias argumentando que no ha sido posible demostrar las acusaciones. Entonces, cae sobre la víctima el estigma, la eterna duda: ¿Estará diciendo la verdad? ¿Está segura? ¿Por qué lo hace? Si recurre, porque recurre. Si no recurre, porque no recurre. Si tiene pruebas, tenía que haber denunciado antes. Si no las tiene, está mintiendo. Si no se puede demostrar, ellos son, por supuesto, inocentes.
"Al denunciar no sabes que el sistema va a ser devastador, que cuando entras a una declaración no se te permite expresarte. Es un sistema confrontativo, muy patriarcal, muy hostil", señalaba una víctima en un reportaje de la periodista Esmeralda R. Vaquero. La hostilidad que viven las mujeres que deciden interponer una denuncia se muestra con crudeza en Querer*. De la misma manera, la sensación de incredulidad que viven las personas del entorno de la pareja, especialmente sus hijos, refleja a la perfección uno de los principales problemas a los que se enfrentan las víctimas: ¿Cómo atreverse a denunciar si es probable que, ni siquiera tus hijos, te crean? ¿Cómo se mantienen los vínculos cuando, quien te quiere, duda de tu palabra? En este caso, la serie narra también los distintos procesos que viven las amistades y las familias del matrimonio y cómo, los efectos de la violencia, acaban por inundar también tanto el entorno del maltratador como al de la víctima.
El señor Gorosmendi, que encuentra en sus amigotes y en su familia el apoyo que no encuentra su exmujer, se esfuerza a lo largo de toda la serie por mostrarse como un pobre hombre, preocupado por la salud de su mujer, atento aunque un poco bruto mientras no pierde ocasión de seguir maltratándola. Según la Encuesta Europea de Violencia de Género de 2022, el 27,8% de las mujeres en España han sufrido violencia psicológica en el ámbito de la pareja. El Ministerio del Interior apunta a un crecimiento de los hechos graves de violencia de género: un 48% más que hace cinco años. Mientras, la ultraderecha, especialmente presente en los últimos años, sigue esforzándose por demostrar que la violencia no tiene género, que las mujeres denuncian falsamente en masa, que la igualdad es un hecho y que, ahora, son ellos, pobrecicos, quienes sufren continuamente discriminaciones. El agresor de la protagonista de Querer* trata de jugar continuamente esas bazas.
No quiero andar con rodeos: Querer* es perfecta. El trailer apunta maneras, pero es que la serie apunta a matar. La directora, Alauda Ruiz de Azúa, ganadora del Goya a Mejor dirección novel en 2022 por Cinco Lobitos, se ha marcado una historia que, sin duda alguna, va a cambiar muchas cosas. Que la pongan en todos los colegios, por favor, que se proyecte en las plazas de todos los pueblos, que tengan que enfrentarse a ella todos los que saben el daño que están haciendo. Todos los que tratan de defenderse aunque, en el fondo, sepan perfectamente quiénes son.
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