"En España lo mejor es el pueblo. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva". A. Machado.
"Sólo el pueblo salva al pueblo" es la célebre frase de Antonio Machado que se viralizó días tras por redes sociales a propósito de la catástrofe de Valencia, la negligente actuación de Carlos Mazón y la tardía reacción de múltiples administraciones. Una consigna con profundo valor político que utilizó el poeta de la generación del 98 para referirse a la defensa de Madrid frente a los fascistas en 1937.
La consigna parte del reconocimiento del pueblo como sujeto con capacidad de obrar, protagonista de su propia historia, capaz de tejer redes de apoyo y solidaridad eficaces, capaz de tomar sus propias instituciones de salvamento a través de la movilización democrática. Capaz de movilizarse, a veces ante la inacción, a veces ante la incompetencia o a veces sencillamente porque el pueblo tiene agenda propia para organizarse cuando le da la gana. Sin que eso signifique renunciar a lo público.
No en vano, el artículo primero de la Constitución española reconoce que la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del estado. Esto significa que las instituciones y por ende, las decisiones que estas toman, deben estar al servicio del pueblo.
Sin embargo, estos días atrás también hemos visto como esa hermosa expresión ha intentado ser manoseada por parte de organizaciones y personajes de extrema derecha tratando de alimentar un sentimiento a favor de la antipolítica que, como saben, es el caldo de cultivo para la propagación de un tipo de discurso que siempre acaba tributando en favor de unos pocos y en detrimento, precisamente, del pueblo.
Y es que llegados a este punto toca defender la política y recordar que no hay nada más político que el pueblo organizándose para actuar, precisamente, ante decisiones políticas -que hoy podemos calificar como negligentes- porque son las que nos han traído hasta aquí.
Decisiones políticas como aquellas que en su momento decidieron urbanizar zonas inundables, decisiones políticas que apuestan por reducir al mínimo los servicios públicos y eliminar- por ejemplo- unidades de emergencia por falta de rentabilidad o decisiones que operan obviando o incluso lanzando bulos sobre la emergencia climática.
Y es que si hoy estamos como estamos es precisamente por la apuesta política a favor de un urbanismo depredador que ha soslayado los límites del planeta.
Tal y como denuncian las organizaciones ecologistas, se cuentan por decenas las zonas del litoral mediterráneo y del sur del país que tienen especial riesgo por inundación, ya sea porque se decidió urbanizar alrededor de ríos, en las inmediaciones de tramos de cauces de ríos susceptibles de sufrir crecidas extraordinarias, o incluso en zonas susceptibles de sufrir lluvias torrenciales. Y es que, en total, hay más de dos centenares de lugares, desde Girona a Cádiz donde históricamente se ha urbanizado, sin miramiento. El ejemplo más gráfico quizá lo tengamos en el hotel ilegal de la playa El Algarrobico en Almería, el mayor símbolo de destrucción de la costa construido en el parque natural del Cabo de Gata.
Parece mentira que haya tenido que haber 225 víctimas (por el momento) para comprobar que aquel dicho popular que reza que "es imposible ponerle puertas al mar" es tan real como cierto. Y que el afán especulativo que subyace al urbanismo sin control y que ha tratado -negligentemente- de contener a los ríos con hormigón, es el que, en última instancia, ha acabado con las vidas de tanta gente.
Limitar los usos del suelo, adaptar el planeamiento urbanístico y prohibir edificar en determinadas zonas parece que va de suyo. Sin embargo, en los últimos tiempos nos hemos topado con decisiones políticas que han caminado justamente en la dirección contraria, esto es, liberalizar más suelo para construir más y especular más. "Flexibilizar", lo llaman, cuando en el fondo, es anteponer el lucro económico de unos pocos por encima de los intereses del pueblo.
Y por eso toca preguntarse ¿cuántas vidas más hace falta que se cobre la especulación para entender que el urbanismo depredador mata?
Porque sí, sólo el pueblo salva al pueblo pero el pueblo sólo se salva si dejamos atrás un urbanismo capaz de arrasar con todo.
Comentarios
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