Otras miradas

Unidad integradora y plural

Antonio Antón

Sociólogo y politólogo

La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, durante acto de escucha de su proyecto Sumar en Andalucía a 19 de marzo del 2023 en Sevilla (Andalucía). Foto: Eduardo Briones / Europa Press
La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, durante acto de escucha de su proyecto Sumar en Andalucía a 19 de marzo del 2023 en Sevilla (Andalucía). Foto: Eduardo Briones / Europa Press

El profesor Ignacio Sánchez-Cuenca, estrecho colaborador de Yolanda Díaz para la elaboración del programa de Sumar, ha publicado un artículo ('Podemos sumar y sumamos poder', en CTXT, 26/03/2023), sobre las perspectivas de unidad entre Sumar y Podemos. Dada la importancia del tema, en la antesala de la presentación de su proyecto de país y su candidatura a la presidencia del Gobierno, y la relevancia sociológica e intelectual del autor, merece la pena contribuir a precisar esas condiciones para la unidad, con este breve comentario valorativo.

Comienza con un interesante diagnóstico, aunque con un sesgado marco interpretativo que no ayuda suficientemente a una interpretación ajustada y una solución unitaria entre Sumar y Podemos. Acierta en el análisis inicial sobre el declive electoral del espacio del cambio, aunque no profundiza en las causas, así como en la necesidad de una reflexión en profundidad, sin centrarse en los conflictos personales y de liderazgo, las diferencias ideológicas o las soluciones exclusivamente organizativas. El problema sería de línea o estrategia política. Así, señala -de forma quizá excesiva- la relativa incompatibilidad de ambos proyectos, solo que los define de forma interesada que los hace más excluyentes: ilusionante, renovador y de mayorías el primero, que embellece, que garantizaría la superación del declive político-electoral; e identitario, resistencialista y de minorías el segundo que casi aparece como un lastre conservador. La comparación la establece entre un Sumar, calificado con una 'política útil' y una 'relación equilibrada' con el PSOE, que se presenta como alternativa, aunque acaba de nacer, y un Podemos, que se supone que defendería una 'reivindicación identitaria' o ideologizada y corporativa, reflejo de cierto pasado, en consecuencia, sin credibilidad para el futuro del conjunto. La preferencia es evidente, cuando habría que extremar el rigor analítico y ser más objetivo con el papel de impulso transformador al servicio de la mayoría social que ha tenido y sigue teniendo Unidas Podemos, incluido en el campo sociolaboral.

Comparto con el autor la idea de que la pugna por la primacía dirigente y el equilibrio representativo entre las distintas tendencias y grupos de ese espacio estaría fundamentada en una distinción estratégica, no por meros procedimientos electivos o características ideológicas y personales, aunque sean aspectos significativos. Pero esa valoración del sentido político de ambas fuerzas políticas y la suma del conjunto del frente amplio necesita una reinterpretación para no ser unilateral.

Por tanto, la reflexión y el debate deben clarificar esa estrategia política diferenciada de la socialdemocracia en cada etapa desde que se inició con la formación de este espacio sociopolítico hace más de una década: la oposición al gobierno continuista del PSOE/Ciudadanos en 2016, ha sido decisiva, al igual que, en el sentido contrario de las alianzas, el apoyo a la moción de censura socialista de 2018 para desalojar al corrupto PP, o el actual acuerdo gubernamental de coalición.

Junto con el amplio proceso de protesta cívica anterior que configuró ese campo sociopolítico, la acción política e institucional de Unidas Podemos tenía una coherencia estratégica: un cambio real y sustantivo, una transformación profunda en los dos campos principales: el ámbito socioeconómico, laboral, feminista y de protección pública, y el ámbito de la democratización institucional, incluido el tema territorial y la recomposición de la representación política, superando el bipartidismo y alumbrando unas fuerzas del cambio con capacidad representativa, articuladora y de gestión institucional reformadora. Esa dinámica transformadora, con amplia legitimidad popular, es la que ha sido respondida por toda la reacción conservadora y antidemocrática, aunque el impulso reformador no se ha agotado. Estamos a las puertas de su renovación y refuerzo (o debilitamiento) y la pugna política y estratégica refleja las tensiones en el campo progresista sobre su alcance, su orientación y su representación institucional.

Por supuesto, el balance de las fuerzas del cambio tiene sus claros oscuros, en particular sobre la configuración del llamado frente amplio, con la unidad de todo ese conglomerado, que es el tema de debate. Damos por supuesto que esa alianza global debe reactivarse, y que puede pervivir con varias tendencias y grupos políticos sobre dos aspectos clave de estrategia política: por un lado, el contenido de lo que es política útil (o inútil) en los procesos reformadores que fundamentan el espacio, con cierta diversidad sobre su dimensión más o menos moderada o transformadora para las condiciones sociales y democráticas de las mayorías sociales; por otro lado, sobre las alianzas, en particular sobre el grado de colaboración y diferenciación con el Partido Socialista, aparte de los acuerdos con las izquierdas plurinacionales. En todo caso, exige deliberación participativa, respeto a la pluralidad y gestión unitaria, cuestiones débiles en muchas trayectorias de las izquierdas.

Partimos de que ambos grupos políticos, Sumar y Podemos, al igual que el resto, admiten la necesidad de la coalición gubernamental e institucional progresista, una política más transformadora y democratizadora (y ecologista, feminista, sociolaboral y plurinacional) que la de la socialdemocracia y una conformación plural y democrática del frente amplio. Son aspectos comunes que identifican el amplio espacio sociopolítico, no solo impugnatorio sino de exigencia de cambio sustantivo y real que se viene construyendo, sobre todo, desde 2010 en la esfera cívica y política, cuyo ciclo no se ha cerrado.

En esta nueva fase, ese perfil transformador y democrático, convenientemente renovado, puede servir de amalgama para un proyecto compartido, en el que habría que regular la pluralidad y el equilibrio equitativo y proporcional entre sus componentes. Es cuando, para conformar la representación institucional y los liderazgos político-organizativos, es necesario revalorizar y consensuar la participación ciudadana, los procedimientos democráticos (primarias) y el talante dialogador y unitario y de respeto a la diversidad y las minorías de todo un campo sociopolítico complejo, con distintas tradiciones culturales y experiencias políticas, así como con diferentes intereses orgánicos a compatibilizar con el proyecto conjunto que debe ir asentándose.

Frente al relativo escepticismo unitario que rezuma el texto y en distintos ámbitos, ante la importancia de los retos venideros veremos si ambas élites políticas más relevantes, así como las del resto de grupos y personas independientes, dan (damos) la talla de una unidad integradora y plural para caminar conjuntamente en la transformación de la grave situación de la sociedad y avanzar en la democracia y la justicia social. Y el factor decisivo: conformar una representación político-institucional unitaria, capaz de condicionar el proceso político reformador y afianzar el cambio de progreso para la próxima legislatura con el conjunto de fuerzas progresistas.

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