Otras miradas

Andalucía, soberanía y primera línea del cambio climático

Maribel Mora

Presidenta del Grupo Parlamentario Adelante Andalucía

Imagen de las marismas de Doñana. EFE
Imagen de las marismas de Doñana. EFE

Atravesamos una crisis hídrica que no va a parar. Los años secos serán cada vez más secos y los húmedos cada vez menos húmedos. Frente a esta realidad, la Unión Europea se reunía en Córdoba la semana pasada para discutir estrategias e investigaciones genéticas para mejorar la producción de alimentos sin necesidad del uso de tanta agua y fertilizantes. Mientras tanto, nuestros agricultores y ganaderos protestaban ante la situación límite que están viviendo.

En este escenario, el presidente Moreno Bonilla nos trasladaba el viernes a los Grupos Parlamentarios que pretende solicitar más fondos europeos por encontrarnos en la zona europea más afectada por la sequía. Además, siempre que puede, se congratula por aprobar ayudas a los productores afectados por la sequía. Y, como es lógico, nadie puede situarse en contra de ello: tenemos que ayudarles. Sin embargo, no debemos permitir que se distorsione la realidad y se nos manipule. Las consecuencias que enfrentamos hoy son el resultado de décadas de una gestión y planificación hidrológica inapropiada, así como la apuesta por un modelo agroindustrial y turístico impulsado tanto por el Partido Popular como por el PSOE anteriormente, que considera el recurso agua como ilimitado y al que hay que explotar más allá de los límites de cada Demarcación Hidrográfica.  Se trata de un modelo de desarrollo absolutamente depredador con el Medio Ambiente y con los recursos hídricos. Ahí está el engaño.

Este modelo es insostenible. Lo vemos con claridad al analizar datos como el incremento de las hectáreas de regadío en la cuenca del Guadalquivir, que ha pasado de 600.000 en 1997 a cerca de 900.000 en la actualidad. Mientras tanto, cultivos intensivos y la plantación de frutos tropicales se expanden por toda Andalucía, a pesar de las advertencias científicas de su insostenibilidad. Es como si quisiéramos convertir a Almería en Venecia por el camino que vamos. Pero, no hay agua y, sobre todo, no hay agua para tanto regadío intensivo.

A este panorama se suma que Andalucía está siendo desde hace un tiempo acaparada por fondos de inversión, por capital financiero especulador que se ha convertido en grandes conseguidores de tierra y agua y que invierten en un modelo agrícola en régimen de intensividad y superintensividad que usa mucha más agua de la realmente disponible y muchos más agrotóxicos. Se lleva años intensificando, y dopando con ayudas públicas, esta agroindustria que no se adapta a la emergencia climática y pasa por encima de cualquier posible adaptación al reto climático, teniendo en cuanta tanto la latitud a la que vivimos como las temperaturas que sufrimos.

Lo que no se explica en los eslóganes fáciles de Moreno Bonilla es que buena parte de las ayudas que aprueba el Partido Popular, en teoría para nuestros agricultores y ganaderos, acaban en manos de estos fondos buitre que se están adueñando no solo ya de nuestras ciudades, sino también de nuestras tierras de cultivo.

Nos encontramos ante una nueva fase de "colonización" de Andalucía. Un pueblo visto históricamente como fuente de recursos, donde se extrae valor sin preocuparse por el coste ambiental y social, para beneficio de unos pocos y, sobre todo, para beneficio de capital de fuera (del resto del Estado e incluso de fuera de España).

El debate sobre la ingeniería genética como solución debatida por los ministros de la UE, incluyendo el ministro del PSOE estatal, para enfrentar la crisis hídrica no cambia este modelo. Solo intenta evolucionarlo. La visión económica del agua, sin considerar su valor humano y cultural, solo perpetúa el ciclo de explotación.

Nos engañan con promesas imposibles e inútiles que no abordan los problemas de sobreexplotación del recurso. Con peticiones de obras e infraestructuras, ahora Moreno Bonilla lo hará directamente a la UE, que tardarán años en poder realizarse y que son, en su conjunto, un brindis al sol. Ni siquiera asumen cuál será el coste de estas para la sociedad andaluza. Ya no quedan muchas zonas dónde hacer más embalses de los que ya tenemos. Y, aunque se construyan, difícilmente podrán llenarse. Todas las cuencas sufrirán una importante reducción de los recursos hídricos disponibles como consecuencia del cambio climático (aumento de las temperaturas, mayor evapotranspiración y reducción de precipitaciones). No se puede engañar a la gente y seguir enfocando la política del Gobierno andaluz hacia un aumento de la oferta de agua que nunca tendrá lugar.

No se puede beneficiar a fondos especuladores y un modelo agroindustrial que está destrozando la tierra a costa de exprimirla hasta dejarla solo con la cáscara. Se están convirtiendo cultivos tradicionales de olivares centenarios, almendros y naranjos en producciones superintensivas. Contra ellos, los pequeños agricultores, las ganaderías familiares, tradicionales, lo ecológico, el secano, lo que respeta el Medio Ambiente y la biodiversidad, lo que se adapta a nuestras posibilidades para armonizar agricultura y sostenibilidad medioambiental, cultivos autóctonos que se adaptan a nuestro clima y a la situación de estrés hídrico, no pueden competir. Y son estos quienes dan trabajo local, que fija la población al territorio, porque los grandes capitales y sus superextensiones usan maquinaria que recoge cosechas en pocos días y termina expulsando a la población de sus pueblos, en los cuales no pueden mantenerse todo el año. No es de extrañar que los ministros de la UE se reunieran aquí, porque aunque Andalucía puede perfectamente disponer de soberanía alimentaria (podríamos perfectamente decidir sobre toda nuestra alimentación, que sea sana y sostenible para la tierra y las personas, con contratos dignos y precios justos para productores y consumidores), entorno al 75% de la producción de regadío se destina a exportación, según la Asociación Española de Economía Agraria. Y no precisamente destinado a personas que viven en el cuerno de África, sino a países como Alemania, Francia y Reino Unido, que consiguen aquí alimentos a precios mucho más baratos que en sus países. Lo que comentaba antes: nos quedamos con lo malo y se llevan nuestros recursos. Lo que siempre se ha hecho con las colonias.

Como andaluces, no podemos permitir que se nos siga considerando una "colonia interior" de España y Europa. Es hora de defender nuestra tierra, nuestros recursos y nuestro futuro. Es hora de invertir el modelo y asumir la responsabilidad de construir una Andalucía resiliente y soberana. Ahora que Urkullu habla de encajes territoriales, es hora de hablar como Pueblo-nación de recuperar soberanía. Exigir más competencias que nos limita la Constitución Española, y plantear el uso del agua con criterios de equidad social, usos ambientales, cuidados ecológicos y calidad humana.

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